Discos de la semana

Crítica de 'The boy named If': Elvis Costello vuelve a arañar

El músico británico sigue su buena racha de madurez con un fogoso álbum con alma de rock’n’roll arropado por The Imposters

Los nuevos elepés de Cat Power, Toundra, Ryan Pollie y David Pérez, también reseñados

ELVIS

ELVIS / MARK SELIGER

Rafael Tapounet
Jordi Bianciotto
Roger Roca
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Elvis Costello comenzó la pasada década presagiando su retirada de los estudios de grabación, dada la libre (y gratuita, o casi) circulación de la música en la Red, y hay que celebrar que cambiara de opinión, porque eso nos ha permitido disfrutar de dos hermosos álbumes, ‘Look now’ (2018) y ‘Hey clockface’ (2020), a los que ahora se suma un tercero, ‘The boy named If’. Si en aquellos discos desarrollaba su secular nobleza pop con influjos refinados (ecos de Tin Pan Alley en alianza con Burt Bacharach, jazz de vanguardia), en el nuevo acude a su versión más cruda y airada, arropado con robustez por esa refundación de The Attractions irónicamente bautizada como The Imposters.

Sería erróneo calificar ‘The boy named If’ como un regreso a los orígenes, porque si bien recupera la máxima fogosidad eléctrica de los viejos tiempos, despliega un modo de hacer resabiado, con canciones de dinámica sofocante, densas parrafadas deslenguadas y una mala uva adulta que, por venir de la experiencia, resulta enfáticamente turbadora. En lugar de tender a la introspección o a una madurez deshuesada, este Elvis Costello echa humo desde el tema de apertura, ‘Farewell, OK’, un rock and roll garajero con el marchamo juguetón del órgano Vox Continental de Steve Nieve. Ese instrumento fue el aditivo último de las canciones, que se armaron del modo más básico, a guitarra y batería (Pete Thomas), con la posterior incorporación del bajo de Davey Faragher, el músico que hace ya 20 años, procedente de Cracker, suplió al titular original, el purgado Bruce Thomas.

Cuentos de niños

El chico llamado If, protagonista de la canción titular, evoca “tu yo más secreto”, indica Costello, que en el conjunto del álbum (que presenta el subtítulo de ‘and other childen’s stories’) desliza sus pensamientos acerca de aquel momento en que uno ya no puede escudarse en la inocencia de la edad para portarse como es debido. Tema de tacto abrasador, que transmite una atemperada ansiedad, como en la enojada ‘What If I can’t give you anything but love?’, en el arrastrado swing de taberna de ‘The man you love to hate’ o en ese correctivo contra las fantasías infantiles tardías llamado ‘The death of magic thinking’, a golpe de rhythm’n’blues tribal a lo Bo Diddley. El contraste llega por la vía de las despiertas baladas: de ‘My most beautiful mistake’, enriquecida con la voz de Nicole Atkins, al ensoñador tema que cierra el disco, ‘Mr. Crescent’,

‘The boy named If’ estira así un edificante ciclo de álbumes que Costello ha elaborado de la mano del productor argentino-estadounidense Sebastian Krys (con amplio currículo en el mundo latino, de Luis Fonsi a La Santa Cecilia). Junto a él, este grande del pop se ha terminado comiendo graciosamente sus palabras de renuncia del ‘show business’ para deleite de todos nosotros. Jordi Bianciotto

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Después de sus cuitas con el doctor Caligari, los madrileños rearman su rock instrumental con furia acumulada ante el maremágnum pandémico y el ruido global. Pesan los 20 minutos de ‘El odio’, portadores de belleza aterradora, pero no desestimemos las dolidas tensiones de ‘Watt’ y el desenlace mental de ‘Fin’. Música para exorcizar el fin del mundo, ni post-rock, ni hardcore, ni metal extremo, o todo a la vez, depurado con precisa mano de hierro en complicidad con el productor Santi García. J. B.

En el segundo elepé que publica con su nombre (después de dos entregas bajo el alias de Los Angeles Police Department), Pollie continúa enriqueciendo su pop folk de dormitorio con un arsenal de sonidos llegados de los 70 en el que caben citas a Pink Floyd (‘The Thing’), Grateful Dead (‘On the nose’), Paul McCartney (‘Harriton House’) y los cantautores de Laurel Canyon. El resultado es una brillante colección de canciones de amor y ruptura que alcanza su punto más conmovedor en la espléndida ‘Don’t lie’. R. T.

Si las piezas del nuevo álbum del guitarrista Dani Pérez resultan extrañamente familiares -sabes que no las has escuchado nunca antes pero es como si las conocieras de algo- es porque son melodías escritas sobre estructuras armónicas de clásicos del jazz. Y a la vez, la música de 'Contrafacts' es suya y solo suya. Sofisticada, serena, un punto melancólica, la guitarra de Pérez se habla de maravilla con la trompeta quebradiza de Benet Palet y una sección rítmica que lo mueve todo con muy poco. Roger Roca

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