Crítica de música

Agridulce Camarena en el Liceu

El tenor mexicano arrancó el año musical en el Gran Teatre con un recital poco exigente

Javier Camarena

Javier Camarena / A. Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

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El tenor mexicano Javier Camarena se sabe vender muy bien. Su talento, su fraseo belcantista, su dicción y su poder de comunicación enganchan a los programadores locales que han contado con él con gran fidelidad. Camarena abrió el año en el Liceu en 2019, en enero de 2020 debutó en el Palau de la Música Catalana, en agosto de 2021 visitó el Festival de Peralada y este 2022 ha vuelto al Gran Teatre, en el que arranca una nueva gira por diversos escenarios españoles. Además, el idilio del intérprete con el coliseo barcelonés continuará este mismo curso cuando encarne a Tamino de 'La flauta mágica'.

Esta vez ha regresado con un programa poco exigente para su nivel teniendo en cuenta que le anuncian como uno de los mejores del mundo de su cuerda -su propuesta artística era más propia de un festival de verano-, a lo que se sumó un estado vocal que evidenció ciertas incomodidades en el repertorio más interesante que incluyó, el cual exige una emisión sana y bien regulada, dominio del pasaje y de la zona más grave. Fue lo que ofreció en la primera parte, poco generosa pero exigente y centrada en el género operístico, mientras que, después de la pausa y contando con el entusiasmo del público, se movió entre tres populares napolitanas (algo propio del apartado de propinas o de cantantes de una cierta edad), una romanza de zarzuela y una canción, el homenaje al tenor navarro Julián Gayarre de Antón García Abril, 'Canto porque estoy alegre'. Y eso sería todo. Es verdad que elevó este material a un nivel de gran categoría -eran piezas que le iban más que cómodas-, brillando, por ejemplo, en la serenata-jota de Perico 'Suena guitarrico mío' de la zarzuela 'El guitarrico' de Agustín Pérez Soriano, pieza que bordó por expresión y gallardía.

Repertorio francés

En el repertorio francés del comienzo entusiasmó con una espléndida versión del aria de 'Lakmé' de Delibes seguida, en cambio, de una poco convincente y casi susurrada 'Instant charmant... En fermant les yeux' de 'Manon' de Massenet, que cinceló con un fraseo cargado de delicadeza, pero en la que también afloraron durezas en la emisión y graves ásperos. En lo suyo, el bel canto romántico de Donizetti, se le vio más cómodo, con un 'Spirto gentil' de 'La favorita' coronado con un sobreagudo solar, para saltar al Verdi de 'I lombardi' con una muy bien fraseada 'La mia letizia infondere' y para concluir con un éxito seguro, el 'Lamento de Federico' de 'L’ arlesiana' de Cilea.

En el capítulo de propinas, con guiños al repertorio local, sorprendió con el dúo del primer acto de 'La Cenerentola' junto a la mezzo ucraniana Lena Belkina.

Su fiel compañero de correrías, el pianista Ángel Rodríguez, respiró siempre con él, pero no se lució como se esperaba en sus partes solistas.

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