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'Spider-Man': un sueño capitalista hecho realidad

Las grandes franquicias del entretenimiento audiovisual, con Marvel a la cabeza, fagocitan directores como Galactus come planetas

Casi cualquier asomo de sello autoral ha desaparecido de los grandes 'blockbusters', fiados por completo al poder de la marca

Una escena de 'Spider-Man'.

Una escena de 'Spider-Man'. / EFE

Beatriz Martínez

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'Spider-Man: No Way Home' se ha convertido en un acontecimiento en la taquilla casi cuando ya no quedaban esperanzas de recuperación en el último trimestre del año. Por tercer fin de semana consecutivo fue la película más taquillera en Estados Unidos, con 52,7 millones de dólares, hasta elevar el total de recaudación a 609 millones de dólares. Los grandes 'blockbusters' de esta temporada no funcionaron de la manera que se esperaba. Ni el último James Bond, 'Sin tiempo para morir', ni 'Escuadrón suicida', ni el regreso de Neo y Trinity en 'The Matrix Resurrections'. Tan solo 'Venon: Habrá venganza' logró revitalizar un tanto las cifras, pero no se acercó ni de lejos a lo conseguido por el último capítulo del hombre araña protagonizado por Tom Holland y Zendaya junto a algunos de los villanos míticos que habían aparecido a lo largo de la saga. Una película, en definitiva, que ha conseguido alcanzar los números prepandemia, convirtiéndose ya en la décima película con más recaudación de la historia. En España, la han visto más de 3 millones de espectadores y ha alcanzado más de 20 millones de euros por el momento. 

El fenómeno resulta indudable, pero da la sensación de que lo que verdaderamente importa es el personaje y la marca. ¿Quién dirige la película? Esa cuestión parece que ya no tiene demasiado valor dentro de una industria que parece haber fagocitado la identidad en favor de la homogeneidad del producto. Es un mecanismo que ha ido progresivamente acelerándose en los últimos tiempos. Hace veinte años, cuando se estrenó el primer 'Spider-man', en 2002, dirigido por Sam Raimi, resultaba un reclamo. El director era la figura más importante y sobre él pesaba la personalidad de la película. Lo mismo había ocurrido mucho antes con los ‘Batman’ de Tim Burton.

Sello autoral

Las franquicias de los diferentes superhéroes comenzaron con un sello autoral muy fuerte y por aquel entonces no parecía importar demasiado si se trataba de una película de Marvel o de DC, porque el director era el que marcaba la diferencia.

No importaba que perteneciera a una factoría o a otra, sino que estuviera dirigida por Tim Burton, Sam Raimi o Ang Lee. Precisamente a partir del 'Hulk' de este último director comenzó a cambiar la política después de su fracaso en la taquilla. Resultó ser demasiado personal y eso no casaba demasiado bien con los intereses de una marca que estaba a punto de iniciar sus planes de dominación mundial a través del Universo Cinematográfico Expandido. La primera de sus propuestas, ‘Iron Man’, recayó en manos de John Favreau, un director imaginativo, pero carente de unos rasgos de estilo definidos, que parecía estar más pendientes de las necesidades de la historia que de subrayar su identidad cinematográfica. 

La estrategia a partir de ese momento fue clara: fichar a directores que provinieran del ámbito independiente para fagocitarlos y que se plegaran a los intereses de las diferentes franquicias. En Marvel ficharon a Shane Black para ‘Iron Man 3’, que hasta el momento había dirigido la comedia negra ‘Kiss Kiss Bang Bang’ (precisamente la película que devolvió a Robert Downey Jr. al mapa), a los hermanos Russo (responsables del remake de ‘Rufufú o ‘Bienvenidos a Colinwood’), a James Gunn (autor de una de las películas de superhéroes más inclasificables, ‘Super’, y quizás el único que mantuvo su idiosincrasia en la saga de ‘Guardianes de la Galaxia)... En ‘Star Wars’ confiaron en J.J. Abrahms, para revitalizar el fenómeno después de su portentosa aportación a la ficción televisiva y de su contribución para el resurgimiento de ‘Star Trek’ y ‘Misión: Imposible’ y apostaron por Rian Johnson, que venía de firmar la 'syfy' de bajo presupuesto ‘Looper’ para componer la muy controvertida ‘Star Wars: Los últimos Jedis’. De igual manera, Josh Trank, director de ‘Chronicle’, dirigió ‘Cuatro Fantásticos’ y Colin Trevorrow, artífice de ‘Seguridad no garantizada’, pasó a dirigir la mastodóntica ‘Jurassic World: Dominion’.

Algo parecido ha ocurrido con Jon Watts. ¿No saben quién es? Es el director de ‘Spiderman: No Way Home’. Del terror de bajísimo presupuesto de ‘Clowns’ y del thriller ‘Coche policial’, con Kevin Bacon, a convertirse en el director de una de las diez películas más taquilleras de la historia. Todavía debe estar frotándose los ojos. 

Las maquinarias de márketing han estado muy atentas a los nuevos tiempos y a la necesidad de incluir la diversidad femenina y racial en sus propuestas. De ahí el éxito de ‘Black Panther’, de Ryan Coogler, y de ‘Wonder Woman’, de Patty Jenkins; y, por supuesto, han llegado a apuntarse el tanto de que Chloé Zhao, la galardonada directora de ‘Nomadland’, dirigiera ‘The Eternals’. 

Excepción

¿Qué queda de estos autores en sus películas para los grandes estudios? Seguramente no mucho, más allá de la pluralidad en sus repartos, como una seña de identidad de cara a la galería. Por supuesto, hay excepciones que desafían la regla, como es el caso de Christopher Nolan, uno de los pocos directores que aprovecharon su trampolín gracias a la saga Batman, a partir de ‘El caballero oscuro’, para erigirse como uno de los principales renovadores del cine 'mainstream' con un toque personal en películas como ‘Interstellar’ o ‘Tenet’. 

En la década de 1950 surgió en Francia la ‘política de los autores’ gracias al teórico André Bazin. En ella se puso de manifiesto que lo importante no eran las obras, sino los autores, algo que fue sustentado por toda la generación ‘Cahiers du Cinemà’ para poner en valor la filmografía de muchos directores cuya huella había quedado sepultada bajo el sistema de los estudios. Ahora, parece que después de tantos años, se ha revertido esta tesis para volver de nuevo al manifiesto del capitalismo que imponen las grandes 'majors'. Comprobando el éxito de ‘Spider-Man: No Way Home’, ¿a quién le importan ya los autores? En realidad, la personalidad de las obras reside en un compendio de grandes conglomerados que definen nuestros gustos y nuestro futuro. Y poco más. 

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