Los autores de 'Copenhague'

Vetusta Morla integra el folclore “sin gafas políticas” en su nuevo disco

El grupo pop madrileño espera poder presentar en el Palau Sant Jordi (21 de mayo) su álbum 'Cable a tierra'

El disco lanza guiños a la copla y la ranchera, y utiliza instrumentos tradicionales como el pandero cuadrado, el guitarro y la tambora

Vetusta Morla

Vetusta Morla / Jerónimo Álvarez

Jordi Bianciotto

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El folclore inspira desde hace un tiempo a muchos artistas amamantados por la cultura pop, tendencia a la que se suma Vetusta Morla con ‘Cable a tierra’: panderos cuadrados originarios de Peñaparda (Salamanca), guitarros del sureste peninsular y géneros como la copla y la ranchera se filtran en un cancionero que conserva pese a eso el distintivo sello sónico del grupo madrileño, en un aventurado juego de contrastes con la cirugía electrónica y el factor rock. Se trata, razona Juanma Latorre, guitarrista y compositor, de “poner en contacto los extremos, el cable y la tierra, sin pretender reivindicar ningún género preciso de un modo estricto, sino a partir de una idea general y vaga de lo popular”.

Para Vetusta Morla, esa noción, la de popular, bien puede aludir a sus referentes ‘anglo’ de siempre, de los Beatles a Radiohead, si bien ahora, en una lectura expansiva, abraza también a la copla de Quintero, León y Quiroga, una de cuyas creaciones, ‘No me quieras tanto’ (que cantó Concha Piquer), aparece incrustada como triunfal ‘sample’ en su tema ‘La Virgen de la Humanidad’. El grupo acude a él con conciencia del “uso y abuso político” que la dictadura franquista hizo de esa forma de composición musical. “Nuestra generación ha vivido todavía la cola de esos prejuicios e intenta desprenderse de ellos, quitándose las gafas políticas y bebiendo del folclore desde un enfoque humano y cultural”, explica Latorre, que dice haber estudiado a folcloristas como Agapito Marazuela, “gran compilador, y de izquierdas”, que fue depurado por el franquismo.

Correctivo “hipervitaminado”

Pero, más allá de esos influjos tradicionales, y del uso de instrumentos como la tambora dominicana o el autoarpa, la citara del folk estadounidense, ‘Cable a tierra’ es un disco pop, “no una locura de fusión”, hace notar Juanma Latorre, que sitúa el propósito del grupo en “reducir esas esencias del folclore a un plano abstracto, hipervitaminándolas y aplicándoles la manipulación electrónica”. El productor barcelonés Carles Campón les ayudó una vez más en la labor, y para la mezcla fueron a buscar a “alguien de fuera que no tuviera preconcepciones sobre esos sonidos tradicionales” y dieron con el docto Dave Fridmann, aliado de bandas como Mercury Rev y The Flaming Lips.

Ese título, ‘Cable a tierra’, nos habla de poner los pies en el suelo, acción forzosa en esta era pandémica propensa a las reflexiones trascendentes. El guitarrista cita un libro, ‘No-cosas’, del filósofo coreano Byung-Chul Han. “Una de esas lecturas que ponen las palabras adecuadas a algo que tenías en la cabeza”, confiesa. “Habla de cómo, en la esfera de la información y las redes sociales, nos hemos ido desanclando de lo tangible. La pandemia nos ha obligado a mirar lo cercano y nos ha hecho desear el contacto con la familia y los amigos, mientras el consumo digital se disparaba, lo cual crea una contradicción muy fuerte”.

Efecto multiplicador

Vetusta Morla ejemplifica una creación musical colaborativa que no se deshincha con los años: el grupo lleva en marcha desde 1999, aunque no grabó su primer álbum, ‘Un día en el mundo’, hasta 2008. Ni carreras en solitario, ni pausas dramáticas para encontrarse a sí mismos. “El concepto de banda no es muy ‘sexy’ en los tiempos que corren, pero en nuestro caso no es una pose, ni un lema de Mr. Wonderful”, asegura Juanma Latorre. “Somos mucho más grandes juntos que por separado, y hemos tratado de preservar eso a toda costa”.

Con esa moral de equipo convocan a sus seguidores a la gira de tiros largos prevista para la primavera, con plazas como el Palau Sant Jordi (21 de mayo) y el madrileño Wanda Metropolitano (24 de junio), este con un aforo de 60.000 espectadores que, de completarlo, supondría el récord de convocatoria en la historia del grupo. Un horizonte con todavía algunas capas de niebla pandémica. “Pero hay que pensar que todo irá bien, porque para el sector no hay otra posibilidad”.

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