Historia

Sicilia 1943: el pacto fáustico de los aliados con la Mafia para derrotar a Mussolini y Hitler

El historiador James Holland explora en un nuevo ensayo la importancia de la olvidada pero trascendental Operación Husky, donde 160.000 soldados británicos, estadounidenses y canadienses lograron en 38 días sacar a Italia de la guerra y debilitar al Reich y sus aliados del Eje

Un tanque aliado en Sicilia tras el desembarco.

Un tanque aliado en Sicilia tras el desembarco.

Anna Abella

Anna Abella

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Una guía turística de los años 30 aconsejaba no ir nunca a Sicilia en julio y agosto. "Imagine lo terrible que fue participar en la invasión aliada de la isla el verano de 1943, a 48 grados y llevando un casco de acero. Debía ser como tener la cabeza en un horno", explica, poniéndose en la piel de los soldados, el historiador británico James Holland, que entrevistó a supervivientes y visitó los escenarios de la batalla, donde aún se pueden explorar búnkeres y restos de baterías de cañones en Capo Murro di Porco. En la que fue la mayor operación anfibia de la historia (superando al futuro desembarco de Normandía), bautizada como Husky, participaron 160.000 soldados británicos, estadounidenses y canadienses, con 3.000 navíos y 3.400 aviones. Empezó el 10 de julio y terminó el 17 de agosto. En solo 38 días, los aliados, tras "un pacto fáustico" con la Mafia (como detallará bajo estas líneas), conquistaron por tierra, mar y aire una isla rocosa y primitiva infestada de mosquitos, enfermando de malaria y bajo aquel sol abrasador. Lograron sus principales objetivos: "Derrocar al fascismo y dejar a Italia fuera de la contienda. El 25 de julio, solo dos semanas después del inicio de la campaña en Sicilia, el dictador Mussolini fue depuesto y en agosto, Italia se rendía. Estrecharon el nudo contra Hitler y sus aliados del Eje, cada vez más débiles", señala Holland, sobre un asalto en el que de media, a diario, murieron 237 soldados del Eje y 146 aliados.    

Tras ensayos como ‘El auge de Alemania’ o ‘El contraataque aliado’, el historiador ha regresado a Barcelona para presentar las más de 800 páginas de ‘Sicilia 1943. El primer asalto a la fortaleza Europa’ (Ático de los Libros), donde pone el foco en un episodio de la Segunda Guerra Mundial que, pese a su trascendencia, "ha sido olvidado de la narrativa de la contienda, no hay ninguna película de éxito sobre él, al contrario de, por ejemplo, con el Día D, y ha quedado eclipsado por lo que ocurrió después".

El historiador James Holland, durante la entrevista, en su visita a Barcelona.

El historiador James Holland, durante la entrevista, en su visita a Barcelona. / ZOWI VOETEN

Luce Holland mascarilla verde con el escudo del regimiento de tanques británico de los Sherwood Rangers Yeomanry, a los que ha dedicado su siguiente libro, ‘Brothers in arms’. Con los generales Patton y Montgomery al frente, constata, "Husky significó la unión entre Estados Unidos y Gran Bretaña al 50% en una campaña, mostrando la increíble velocidad con que los americanos empezaron a liderar la carrera militar rearmándose de cero en solo tres años y convirtiéndose en líderes". 

Un médico estadounidense atiende a un compatriota herido, ante la mirada de civiles sicilianos descalzos.

La operación en Sicilia llegaba después de la batalla de Túnez, en el Norte de África, con victoria de los aliados, que pudieron utilizar las tropas y recursos que tenían allí desplegados. "Si tenían éxito, obligarían a los alemanes a abandonar toda Italia y les serviría para aprender lecciones cara a Normandía, para la que debían esperar a 1944, sobre coordinar y ejecutar una operación con fuerzas aéreas, terrestres y navales", explica Holland (1970), exponente de la nueva generación de historiadores que busca relevar a los consagrados Max Hastings o Antony Beevor, además de presentador de series documentales como ‘Megaestructuras nazis’.  

Dando siempre tanta importancia a la historia militar como a la logística y la vivencia humana, ha buceado en diarios de los que vivieron los hechos. En aquella Sicilia de 1943 la miseria reinaba entre los civiles y la moral baja, entre los soldados italianos, tras la derrota en Túnez. Sigue, por ejemplo la historia del ingenuo ‘tenente’ Livio Messina, de 21 años, que recordaba el primer muerto que vio, una chica de unos 18, desnuda en su cama, probablemente alcanzada por la metralla en un bombardeo. "Parecía bonita, pero su piel ya estaba pálida y cerosa". "Difícilmente puedes encontrar a alguien menos entrenado que él para hacer lo que tenía que hacer -opina Holland del joven-. Ilustra el mal adiestramiento de las tropas italianas. Emocional, física y militarmente no estaba preparado. Al principio de la guerra pasaba la mayor parte del tiempo con una prostituta que se acostaba con él gratis. Cuando llegaron los aliados estaba aterrorizado y no dejó de intentar escapar. Ya no quería ser soldado sino tener una vida feliz y tranquila. ¿Quién puede culparlo?". 

El historiador James Holland, durante su visita a Barcelona.

El historiador James Holland, durante su visita a Barcelona. / ZOWI VOETEN

Existía "una diferencia abismal entre Messina y el paracaidista alemán Martin Pöppel", a sus 23 años un teniente con madera de oficial que había pasado por la sección marina de las Juventudes Hitlerianas, "tan motivado y bien entrenado como las tropas aerotransportadas estadounidenses y británicas" a las que se enfrentaría. 

El capo Lucky Luciano manejaba los hilos a distancia desde la prisión de Nueva York, donde cumplía condena

Otro actor en la Operación Husky fue la Onorata Società (la Honorable Sociedad), es decir, la Mafia, que dominaba la vida siciliana. "Tras varios golpes duros de Mussolini contra la Mafia, que había enviado a muchos a prisión y hecho huir a otros a Estados Unidos, en la Sicilia de 1943, la organización estaba como en hibernación, latente. Los aliados decidieron pactar y colaborar con la Mafia para que esta coaccionara a las tropas italianas para que se rindieran". Y los mafiosos se beneficiaron revitalizando su poder y volviéndose más ricos y poderosos. 

"¡Larga vida a la Mafia!"

Habla Holland fascinado por las conexiones de la Inteligencia estadounidense con el capo Lucky Luciano, que desde la prisión de Nueva York, donde cumplía condena, manejaba los hilos a distancia. Su mano derecha, Vito Genovese, estaba en aquella Sicilia organizando la colaboración con el coronel Charles Poletti, exgobernador de Nueva York elegido jefe de asuntos civiles en Palermo. Fue este quien nombró alcalde del pueblo de Villalba al mafioso más veterano de la isla, Calogero Vizzini, don Calò, a quien recuerdan coreado aquel día por la multitud a sus 65 años con un "¡Larga vida a la Mafia!". 

Civiles entre escombros en la Sicilia de 1943.

Barriga de rico

Don Calò, quien afirmaba haber alentado a los soldados sicilianos a deponer las armas paseando sobre un tanque Sherman americano, vestía como un anodino hombre de campo, pero su pronunciada barriga delataba su riqueza en una isla mísera donde pocos gordos había. "Era un gran corrupto que aún hoy todos saben quién era. Tiene una impresionante tumba familiar", constató sobre el terreno el historiador. 

Según Holland, "la prioridad de los aliados era el éxito de la operación aunque eso supusiera pactar con la Mafia para obtener su ayuda. Cuando llegaron descubrieron que las tropas italianas estaban casi rendidas pero antes de la invasión no sabían qué resistencia encontrarían, pensaban que hallarían una defensa más férrea, porque los puertos de Mesina, Catania o Palermo estaban protegidos por cañones navales y los acantilados podían esconder búnkeres y nidos de metralletas enemigas. Así que fueron cautos e inteligentes y minimizaron las posibilidades de fallo".

Creyendo morir

El autor entrelaza historias y anécdotas bélicas, como la sorpresa de quienes descubren haber atravesado un campo de minas sin saberlo, las masacres llevadas a cabo por algunos oficiales que, llevados por el odio al enemigo, dispararon a numerosos prisioneros alemanes e italianos, o la reacción de quien creyó morir -el teniente de los Rangers Bing Evans- tras recibir un impacto en la cabeza, sangrar y ver el agujero de bala que atravesaba su casco: el proyectil pasó milagrosamente entre la cubierta y el revestimiento. También, la desesperación del sargento americano James Altieri viendo a dos ancianas agachadas junto a los cadáveres de dos soldados italianos y a una joven precipitándose sobre otro que yacía sin vida en un charco de sangre: "No aguantaba más aquello. Ya es duro para un soldado verse empujado a matar, pero presenciar el dolor de las mujeres del enemigo es tan angustioso que resulta insoportable". 


Suscríbete para seguir leyendo