CRÍTICA DE LIBROS

Crítica de 'Niño quemado': de hijos y padres

La obra maestra del malogrado autor sueco Stig Dagerman mantiene con fuerza su explosivo análisis de las relaciones familiares

Stig Dagerman

Stig Dagerman

Valèria Gaillard

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'Niño quemado', de Stig Dagerman, arranca con un funeral: ha muerto Alma, la madre, de forma inesperada. A partir de aquí se construye una historia de resentimiento que ahoga al personaje principal, este 'niño' que ha perdido a su madre y que planea una venganza hacia el padre.

Con una gran capacidad para captar la psicología de los personajes, Dagerman —un autor sueco marcado por la Segunda Guerra Mundial que se quitó la vida en 1954, con tan solo 31 años—, recrea un ambiente asfixiante a base de un relato que alterna la tercera persona y la primera a través de unas cartas que el protagonista, Bengt, se escribe a sí mismo. Este recurso permite alcanzar un alto grado de sinceridad y conexión con el lector, que transita por sus estados de ánimo.

El universo que describe el autor, un barrio periférico de Estocolmo, se mueve por contrastes —feo, hermoso, bueno, malo, culpable, inocente— con radiografías de situaciones en las que las emociones casi se pueden roer. Sobre todo la tensión entre este joven que odia al padre porque ha sido infiel a la madre con una mujer que además ahora le quiere imponer. Esta mujer, sin embargo, le arranca una sonrisa y la coctelera de sentimientos todavía se agita más.

'Niño quemado', la segunda novela de Stig Dagerman que publica la editorial Nórdica, está considerada su obra más personal, escrita paradójicamente en Francia en 1948 donde fue a cubrir la guerra como periodista. En ella vuelca un malestar vehiculado por este joven que va descubriendo que, tras figuras clave como la madre y el padre, hay zonas de sombra que un hijo no quiere ver, cegado por el amor filial. En este sentido, a pesar de la distancia espacio temporal, la historia mantiene toda su fuerza explosiva.

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