40 AÑOS CANTANDO GOLES

Vuelve Manolo Oliveros, 'la voz' del Barça

El más veterano de los locutores azulgrana, que empezó a narrar goles en octubre de 1980, regresa al Camp Nou tras una lesión que parecía un ictus y, al final, no lo fue

"Es una especie de nudo o variz en las venas del cerebro, pero los neurocirujanos prefieren no tocar nada", cuenta el narrador que mañana regresa al Camp Nou

Manolo Oliveros

Manolo Oliveros / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Emilio Pérez de Rozas

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Vale, sí, podrán considerarlo una casualidad. Estamos totalmente de acuerdo. Peor aún, hasta alguno de ustedes lo juzgarán una locura, un sinsentido. También estoy de acuerdo. Pero no me negarán que suena a demasiada casualidad, a enorme locura y, sí, a un sinsentido completo, que ‘la voz’ (radiofónica) del Barça se apagase o empezase a tartamudear, a dudar, justo el día, el pasado 5 de agosto, a la misma hora (21.15 horas), en que el Barça anunciaba que Leo Messi, su voz sobre el césped, su guía, su luz, se apagaba, se iba, no renovaba, no seguía.

Ese día, Manolo Oliveros, que desde que el mítico y popular José María García le dijo, en octubre de 1980, que iba a narrar el Colonia-Barça (0-1, con gol del monstruo Quini), no ha cesado de prestar su voz y su popular “¡Leo! ¡Leo! ¡Leo!” durante más de 40 años a la afición barcelonista, empezó a tener dificultades con su habla, que no con su pensamiento, con su mente, con sus recuerdos.

Esa noche, cómo no y aunque ‘Oli’ estaba de vacaciones con su esposa Adela en su queridísimo León, Juanma Castaño y Paco González le pidieron que interviniese en la radio para comentar el adiós de ‘D10S’. Y no estuvo mal. Bueno, sí, pues cuando empezaron a hablar de las desangeladas despedidas de otras estrellas como, por ejemplo, Sergio Ramos, Cristiano Ronaldo y/o Iker Casillas, Oliveros se dio cuenta de que esos nombres fluían con rapidez de su mente pero no podía verbalizarlos o, si lo hacía, era con cierta torpeza.

Susto grande

Era como si le lengua tropezase con el paladar. Salió adelante, claro, cómo no, pues 50 años de radio son muchas décadas como para fallarles a los jefes. Pasó unas horas, pocos días, disimulando con la familia. No lo comentó con sus hijos Javier y Ana, que ya lo habían hecho abuelo, y mucho menos con Adela. Pero, como el asunto no se solucionaba, a los pocos días, no tuvo más remedio que reconocérselo a su esposa. “No sé qué me pasa, Adela, me acuerdo, pienso bien, puedo escribir lo que pienso, pero no me salen las palabras”.

Directos al hospital de León. Susto en la COPE. Paco González, Juanma Castaño, Manolo Lama y todos diciéndole que estuviese tranquilo, que se tomase el tiempo que fuese necesario, que no se preocupase de nada y que se curase. Son 70 años, así que pocas bromas. Y, sí, ahí empezó un rosario de pruebas, decenas, que no hace falta enumerar. Lo que, en principio, parecía un ictus, no lo fue.

Nueve días ingresado y hacia Barcelona con la recomendación de que se sometiese a una artereografía “donde, sin duda, podrán verse las lesiones que sufres”. Más hospitales, más pruebas, más todo. “No fue un ictus, no”, cuenta Oliveros, que mañana vuelve al lugar donde siempre estuvo, la cabina de retransmisión de la COPE en el Camp Nou para narrar el Barça-Elche (18.30 horas). “Se trata, me cuenta el equipo de neurocirujanos que, al final, han decidido dejar esa lesión quieta, sin tocarla, en mi cerebro, de una especie de nudo o variz en las venas del cerebro, parece que leve”. Mejor no tocarlo, mejor.

Un pésimo Barça

La familia, entre los que destacan los pequeños Alba y Eric, que han sufrido por el abuelo, está ya tranquila. También la familia de la COPE. Más los oyentes. Quien está peor, en el fondo, es el Barça. “¡Dios!, vuelvo con el peor Barça en décadas y, la verdad, no quiero hablar del desastre y lo mal que trataron a Ronald Koeman pues, si no te gusta, si no lo quieres, si no crees que es tu entrenador, ¿por qué lo haces sufrir así?”, relata ‘Oli’, ya ven, en forma como siempre.

Oliveros reconoce, con la sinceridad de siempre, con la firmeza que ofrece en sus locuciones, que en ningún momento se vio fuera de la radio, de la cabina, abandonando, no ya su profesión, sino su pasión: narrar partidos. “Yo estaba bien, me sentía bien, me encontraba en forma, no había perdido ni el habla ni la memoria, pero tenía muchas dificultades para expresarme y, evidentemente, así era imposible hacer radio y más la radio que nos gusta a todos. Y no lo digo por las voces, por los gritos, por la pasión, por las celebraciones, lo digo porque tú no puedes fallar, no puedes decepcionar a tus oyentes y, en ese sentido, yo no estaba bien y, por tanto, debía recuperarme totalmente”.

Viaje por el cuerpo

Es más, Oliveros debió regresar hace ya una semana, en El Sadar, pero un resfriado retrasó su vuelta. Es posible, quien sabe, no me atreví a preguntárselo, si durante estos días, ya recuperado, ha vuelto a visionar el CD que le entregaron los doctores de Vall d’Hberón en el que una cámara microscópica, cabeza de un catéter, introducido por la arteria femoral (“aquella que eligen los toros para herir a los toreros”, me cuenta ‘Oli’), recorre la femoral, la aorta, la carótida, su corazón y llega a hasta su cabeza para saber qué tiene y descubrir que mejor no tocar nada y, simplemente, o no tan simplemente, vigilar ese nudo, esa variz ‘porsiaca’.

Eso sí, mientras le sometieron a esa artereografía, Oliveros estaba vivo, muy vivo, despierto, muy despierto. Y los doctores le decían “ahora, no respires” y él no respiraba; “ahora, no tragues saliva” y él mantenía la boca seca; “ahora, notarás un sabor metálico en la boca” y él saboreaba el acero, mientras la camarita subía y subía; “ahora, sentirás un intenso calor en la cabeza” y a él, le salía humo de la cabeza; “ahora, te marearás unos segundos, pero tranquilo, es normal” y él, que se sabía en las mejores manos de la tierra, creía viajar por el espacio y era el catéter que seguía ascendiendo.

Oliveros entrará mañana en el Camp Nou como quien regresa a su casa de veraneo de León. Los jefes, Paco, Juanma y Manolo, no pueden estar más felices. Su ‘Messi’ ha vuelto. No así el “¡Leo! ¡Leo! ¡Leo!”

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