Crítica de teatro

'El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc', belleza subversiva

Pere Arquillué firma uno de sus mejores trabajos interpretando el nuevo texto de Josep Maria Miró dirigido por Xavier Albertí en el cierre del festival Temporada Alta. 

'El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc'.

'El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc'. / Felipe Mena

Manuel Pérez i Muñoz

Manuel Pérez i Muñoz

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Para el cierre de la edición de su 30 aniversario el festival Temporada Alta había guardado un as en la manga. Desde su publicación, se viene comentando la audacia del nuevo texto de Josep Maria Miró, un compendio de siete voces o personajes pensados para un único intérprete. Un regalo y una declaración de amor al oficio actoral según palabras del autor, que en la carne de Pere Arquillué, minuciosamente dirigido por Xavier Albertí, se transforma en un acontecimiento teatral.

Tan solo un foco ha dispuesto el director, no hay nada más que ayude a dar forma a la terrible historia de un asesinato en la Catalunya rural. Albert, un joven de 17 años, aparece muerto y mutilado en un campo. El suceso revoluciona el típico pueblo donde aparentemente nunca pasa nada. Las reacciones forman una polifonía de testimonios, efecto Rashomon a partir de las revelaciones del propio cadáver, de su madre y otros habitantes del pueblo. No hay nada novedoso en lo que nos explica, 'Twin Peaks' sobre paisaje conocido, la crueldad metafísica de Faulkner aplicada al sacrificio ritual de un bello efebo, un Tadzio nada inocente.

La dramaturgia de Miró abandona esta vez la ciudad pero no el retrato de comunidades que se muestran asfixiantes y perturbadoras, aparentemente amenazadas por lo foráneo, sacudidas en su fuero interno por los instintos que desata el deseo. No hay nada más subversivo que la belleza, nos recuerda uno de los personajes, y por eso hay que extirparla, para que todo pueda seguir igual. Como en los monólogos de Antonio Tarantino, resuenan ecos de mística que Albertí ha querido leer en clave barroca. Poco a poco se ilumina un telón que parece pintado por Caravaggio, como en su pintura el cuerpo y su misterio son la pregunta y la respuesta.

De primera magnitud

Cuerpo, voz, instrumento. La palabra se vuelve carne gracias al trabajo tremendamente preciso de Pere Arquillué, quien apenas necesitas un gesto, una flexión de voz, unos pasos, y salta de un personaje a otro cual demiurgo. Contención y economía de movimientos, orfebrería de respiraciones y entonación. Merece la pena caer en las primeras filas para degustar cada matiz gestual por el que se abisma el argumento. Un ritual teatral de primera magnitud que solo muy al final recibe nuevas capas como la música, que cuando llega compromete el sosiego alcanzado e incluso la audición. Esperemos que ‘El cos més bonic…’ encuentre pronto la sala recogida y cercana que necesita para su –merecidamente exitosa—temporada en Barcelona.

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