EL LIBRO DE LA SEMANA

Crítica de 'Los extraños', de Jon Bilbao: casa tomada

El autor construye una novela breve plagada de extrañezas en la que los silencios resultan fundamentales

Jon Bilbao

Jon Bilbao / Xavier González

Ricardo Baixeras

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La escritura de Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) postula una mirada sobre la realidad desde la distancia que, en ocasiones, la literatura de género le proporciona. Una distancia que pivota a menudo en lo que tiene de real lo irreal y viceversa. Una literatura, pues, que se sostiene en la pulsión que los contrastes, los matices y las inestabilidades proporcionan al escritor. 

En 'Los extraños' los elementos que ensamblan la ficción son un embarazo no planificado, teletrabajo rutinario, la casa familiar en la que viven Jon y Katharina -personajes que ya habían aparecido en 'Basilisco'-, la desidia de una relación que parece que va hacia un final brusco y una inquietante reunión de ufólogos en busca de ovnis. La supuesta normalidad de la vida de pareja de Jon y Katharina se ve súbitamente trastornada por la irrupción de un primo lejano, Markel, y su inquietante asistente, Virginia, personajes sobre los que Bilbao parece querer construir un mapa de lo inexplicable. Con estos escuetos mimbres Bilbao entrega una 'nouvelle' extremadamente consciente de lo que pretende: marcar el tiempo irracional de unas escenas cotidianas y plantear un marco ordinario que muta a extraordinario sólo si lo entendemos como la presencia desbordante que se impone en la propia escritura. Es de esta forma que Bilbao acopla lo dicho con los vacíos que el lector, si quisiere, rellenará. La omisión por parte del narrador de los elementos que podrían explicar las constantes extrañezas que genera la narración son, empero, capitales para que el libro funcione. Sobre ese silencio felizmente no resuelto, que en más de una ocasión remite al paradigmático cuento de  Julio Cortázar ‘Casa tomada’, construye Bilbao este libro.

Mano firme

El impulso imaginativo de 'Los extraños' parte de una cita de muy al inicio: “La escritura prolonga la experiencia.” Una experiencia relatada aquí no en busca de un solo sentido, sino más bien del contraste y el matiz que se le supone. Porque la tensión, la comunicabilidad e incomunicabilidad y la nostalgia que habita en este libro son cuestiones que se derivan de un uso del lenguaje que se impone como forma simbólica que calla más de lo que dice. De ahí que el juego con las identidades sea también doble, dual, y que busque penetrar en el silencio que le es propio a todo diálogo. En esto Bilbao escribe con mano firme y maestra.

La solidez de 'Los extraños' no reside tanto en el desconcierto que la historia narra, sino en la fragilidad de las coordenadas vitales en las que habitan sus personajes y que obligan al lector a reconsiderar el título, cuya interpretación no alcanza solo a lo evidente (son extraños los que vienen de fuera para quebrar el sosegado mundo de los residentes con la intención no velada de tomar la casa), sino también y sobre todo porque alcanza a Jon y Katharina, verdaderos extraños el uno para el otro y para sí mismos. 

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