Un libro descolonizador

Gabriela Wiener: "España debe pedir perdón a Latinoamérica y abolir la ley de extranjería"

La escritora peruana residente en Madrid publica 'Huaco retrato', una reflexión sobre la propia identidad y su lugar en el mundo

Barcelona 29/10/2021 Icult Retrato a Gabriela Wiener. AUTOR: JORDI OTIX

Barcelona 29/10/2021 Icult Retrato a Gabriela Wiener. AUTOR: JORDI OTIX / JORDI OTIX

Elena Hevia

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En 2011, la peruana Gabriela Wiener (Lima, 1975), escritora y periodista gonzo -dícese de quien integra su propia experiencia en lo escrito-, tomó una decisión que acabaría siendo trascendental: se fue a vivir a Madrid con su esposo, el escritor Jaime Rodríguez, y la hija de ambos. Tiempo después la familia crecería de forma inusual con un nuevo modelo de relación conyugal al incorporar a la activista y música Rocío Bardají, con quien Rodríguez tuvo un hijo que Wiener considera también suyo. Una cama de tres plazas y diversas habitaciones donde encontrar intimidades alternativas son testigos de una experiencia poliamorosa que el trío llevó incluso a un escenario. La nueva vida supuso también para la autora una toma de conciencia política y fruto de ella es su nuevo libro ‘Huaco retrato’ (Literatura Random House), en el que confluyen la muerte del padre -un político y periodista que llevó una doble vida doméstica- y la figura del posible tatarabuelo Charles Wiener, un austriaco a sueldo del Estado francés que expolió tres mil huacos -cerámicas precolombinas- y llegó a comprar un niño indígena que se llevó a la Exposición Universal de París, en la que se expuso un zoo humano de personas racializadas.  

Gabriela Wiener

Wiener, de rasgos acusadamente andinos, explora sin compasión las contradicciones de ser descendiente de aquel blanco: “Este no quiere ser un libro de teoría política pero sí encarna todas las teorías descolonizadoras que afloraron cuando me sentí migrante en Madrid, tras años de querer blanquearme, de querer encajar en una sociedad que no era la mía. He buscado en las raíces de esa incomodidad que en primera instancia es mía porque soy la chola, la marrón, pero que obedece a una herida colonizadora global que implica desigualdades”. Wiener sabe de lo que habla, no solo porque en el parque infantil era confundida con la cuidadora de su propia hija, sino también por la reacción de la abuela de su esposa -ambas blancas-, que creyó que formaba parte del personal de servicio.

Contradicciones

Hay dos vías que le sirven a la escritora para enfrentarse a esos fantasmas. Una es la confrontación con el padre y sus dos familias paralelas, que ella relaciona con un ‘affaire’ que tuvo con un muchacho en Perú -en algún momento pasó por su cabeza la loca idea de una relación poliamorosa a cuatro-: “Fue una contradicción como las de mi padre, intentar arreglar las cosas para que me vengan bien”. La otra vía escala hasta el tatarabuelo, cuyo parentesco podría tener algo de leyenda familiar. Fue un tremendo colonialista disfrazado de científico pero también un escritor con el que ella puede identificarse. “Wiener era emigrante y judío y como yo también intentó salvarse de la discriminación a través de la escritura”.

El trasfondo político de la petición de perdón por parte del presidente mexicano López Obrador a los antiguos países colonizadores y el silencio por respuesta del Gobierno español, unido al orgullo patriótico de los símbolos coloniales que despierta el tema en la derecha española, hacen reflexionar a Wiener. ¿Sirve de algo pedir perdón? “Si hay comunidades enteras que se sienten dolidas, escúchalas. ¿Tanto cuesta? Y no se trata únicamente de derribar estatuas, aunque lo simbólico sea importante. La reparación tiene que ir más lejos, pasaría por abolir la ley de extranjería o como dicen mis amigas del colectivo Ayün: 'Devuélvenos el oro'. Esto es, elimina la deuda externa para compensar el expolio que hizo que España hoy pueda estar en el Norte económico”.

La madre patria

Para la autora, el peso del pasado todavía sigue vivo en la incomunicación real de España con Latinoamérica: “En mi país la relación con España es un tema central, forma parte de nuestro diván, no podemos entendernos a nosotros mismos sin ese momento de violencia que supuso la conquista. Cuando llegué a España, no podía creerme la despreocupación. Latinoamérica no está en la base de la comprensión de sí mismos de los españoles, más allá de considerar que han hecho algo hermoso por nosotros como darnos la lengua y la cultura”. Recuerda las “paternalistas y racistas” palabras de Abascal cuando dijo que el mayor sueño de un latinoamericano era casarse con un español, pero el asunto, dice, no es privativo de la extrema derecha o de la derecha a secas. “Hay mucho ‘progre’ que también cree que eso es así, que la gente que cuida de sus hijos o de la abuela son buenos salvajes”.

Acostumbrada a exponerse, aireando su vida íntima, y a no callarse por sus ideas íntimas y políticas -lo personal es político-, la autora admite una rabia que ha llevado a muchos a llamarla "resentida". La rabia ha sido un impulso para huir del mundillo literario y los suplementos culturales y descolonolizarse. Todo eso es el humus, el sustrato que alimenta un libro nada convencional. 

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