Opinión | Periféricos y consumibles

Javier García Rodríguez

Javier García Rodríguez

Escritor y profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo

Metaverso: montaña de azúcar

Mark Zuckerberg enseña su avatar en la presentación de Meta

Mark Zuckerberg enseña su avatar en la presentación de Meta / Meta

Desconocía yo que Mark Zuckerberg era poeta o teórico de la cosa poética. Ahora resulta que, abandonada toda esperanza en el verso y sin encomendarse ni a la postpoesía malléutica ni al postverso virtual, el millonario y filántropo del Chip y Chop se aparece como un Guardián Rescatador y nos muestra su última invención: el metaverso. Imagino que con gran dominio del algoritmo -qué otra cosa es la poesía sino algo de ritmo-, de la aritmétrica y de la cadena trófica, estrófica y cataestrófica en la que él se queda al final, para su buche y para su buchaca, con las sustancias nutritivas de toda la comunidad biológica.

Eso del metaverso suena como a metaficción. Como cuando alguien dice aquello de “mi vida es un poema”. Suena a versolari larilari eh de Xuxa o de Suchard. Sale el CEO de más cara que espalda y dice que hay que inventar una nueva realidad de ficción, que esa es su meta (no recuerda que el metaverso es el metaolvido, y que nosotros hemos llegado antes). Que él es el verso suelto de las corporaciones y que nos va a recitar un soneto “pero cortito”. Parece que ha leído Mark el relato de DFW 'La muerte no es el final' en una breve entrevista con hombre repulsivo. El relato del poeta de poetas, “lo más parecido a un inmortal literario que vive hoy en día” ataviado con un bañador seco Speedo de talla XL. Quizá Mark no sabe que para crear un metaverso “se requieren la aurora y el poniente”. Pero tal vez Mark conoce la viñeta de Máximo con la imagen de un barbudo delineado y con pendiente que afirma “soy el poeta de una multinacional”, y lo ha fichado con contrato indefinido y con seguro médico y dental.

Se preguntó Gadamer -no era el primero, si nos ponemos platónicos- allá por 1990 “¿Tiene el poeta aún un cometido en nuestra civilización?". Y querría Mark que todos nos adentráramos en su metaverso como siervos de la glebalidad soltando la letanía aquella de “cuanto tengo confieso yo deberos”. Mark domina el metaverso y sabe que este nos hará más felices, según le parecía a Cristóbal de Mesa: “Es la poesía imitadora/de la naturaleza en todo próspera”. Mark sabe que “las riquezas del poeta están en su poesía,/su poder lo alberga en sus dos manos”, como escribió Schwartz (no Suchard). Mark cena en DiverXo o en StreetXo o en MetaverXo cuando viene a Madrid después de acompañar a José Andrés a entregar sopa de menudillos y bocatas de mortadela como donativos digitales para homeless. El metaverso zuckerbergiano no nos salva, pero nos mantiene entretenidos gracias a su antología paulatina. El metaverso es una montaña de azúcar. 

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