Opinión | Mirador

Beatriz Martínez

El cine español que los Goya no ven

Fotograma de 'Espíritu sagrado'

Fotograma de 'Espíritu sagrado' / El Periódico

Las últimas nominaciones a los Goya han certificado algo que ya sabíamos desde hace mucho tiempo, y es que los premios se reparten entre unas cuantas películas y que el resto se queda sin ningún tipo de reconocimiento a pesar de que lo merezcan. Hay un tipo de cine español que continúa siendo invisible, que los Goya no ven, o lo que es lo mismo, que los académicos no ven, tanto en sentido literal como figurado. Puede que no les interese, que sus gustos estén condicionados, que haya una mayor presión por parte de las grandes distribuidoras, que se produzcan vetos, que se vote por amiguismos. Pero el caso es que esas películas no están, no aparecen representadas, como si no existieran.  

Después de un año marcado por la pandemia, hemos asistido a una temporada de estrenos especialmente reñida. Desde principios de septiembre, en la cartelera se han acumulado dos o tres películas españolas que han tenido que competir entre ellas por el público cada semana. Hemos vuelto a los tiempos pre-covid, pero con la diferencia de que las salas están mucho más vacías y la recaudación se ha resentido de manera dramática.

Sin embargo, la lucha por hacerse un hueco en las nominaciones a los premios de la Academia empezó hace tiempo, como si se tratase de un proceso paralelo y bastante cruento. Desde verano se han sucedido los pases especiales de las películas más importantes, que casualmente corresponden con las que tienen detrás un mayor músculo económico. El resto de los títulos han pasado desapercibidos, a pesar de que los miembros tengan a su disposición una plataforma de visionados 'online'. ¿Se ven esas películas, esas 160 películas? ¿Se valoran en consonancia a sus logros artísticos?

Diversidad nula

La diversidad este año en las nominaciones a los premios Goya ha sido nula. Parece que se haya votado de manera automática sin tener en cuenta las virtudes en las diferentes categorías de otros títulos. Hay varios ejemplos flagrantes en este sentido. Uno de ellos es ‘Sis dies corrents’, de Neus Ballús, que se presentó en el Festival de Locarno y ganó el premio de interpretación para sus actores no profesionales; pasó por el Festival de Valladolid, donde alcanzó la Espiga de Plata y consiguió el Premio del Público, síntoma inequívoco de que se trata de una cinta que conecta con los espectadores de una manera muy especial. ¿Número de nominaciones a los Goya? Cero.

‘Espíritu sagrado’, de Chema García Ibarra, también se presentó en Locarno, donde consiguió una mención especial del jurado, y en el prestigioso festival de Mar de Plata, donde también ha sido premiada. ¿Número de nominaciones? Cero. En efecto, se trata de una película especial totalmente alejada de los estándares y que conecta con un tipo de cine donde se dan la mano el riesgo, la inventiva y la personalidad autoral, características que no parecen encajar con el perfil de los académicos españoles. Se prefiere el conservadurismo de los productos que se ajustan a unos moldes determinados. Salirse de ellos, supone una condena, la de pertenecer a los márgenes de la industria, donde en contraprestación, al menos, hay libertad y espíritu combativo, hay verdadera creación y no una mera fabricación.

En ese sentido, tampoco la multipremiada en el Festival de Málaga ‘El ventre del mar’ ha encontrado su hueco, tan solo en la categoría de mejor guion adaptado, precisamente porque es todo lo poco convencional que se puede esperar del mejor Agustí Villaronga. Si el año pasado se abría un poco el abanico a propuestas de no ficción gracias a ‘El año del descubrimiento’, de Luis López Carrasco (porque había menos títulos compitiendo por el mismo trozo de pastel), este año se le han cerrado las puertas a Jonás Trueba y su monumental ‘Quién lo impide’, tan solo presente en mejor documental, aunque rebase los límites de esa categoría que ha quedado obsoleta.

Relevo estancado

Las nuevas generaciones tampoco están presentes este año en los Goya, el cine joven es ya viejo. El relevo que en otras ediciones parecía evidenciarse se ha estancado, y tan solo Clara Roquet, con ‘Libertad’, ha conseguido reafirmarse dentro de este panorama añejo. Por supuesto, ni rastro de propuestas más radicales como ‘Destello bravío’, de Ainhoa Rodríguez, mientras que las dos nominaciones a ‘Tres’, de Juanjo Giménez, una de las películas más originales de los últimos tiempos, saben a muy poco.

Así, las películas más convencionales, se han colado en una categoría sí y en la otra también. Lo mismo de siempre, solo que, en un año como este, tan rico, tan variado en cuanto a propuestas, es una pena que parezca que en nuestra cinematografía se hayan hecho solo cuatro o cinco películas

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