Crítica de concierto

Arlo Parks, menos sugerente en directo que en el disco

La cantante británica presentó el laureado ‘Collapsed in sunbeams’ en Apolo exhibiendo sus buenas canciones, pero decantándose por un tratamiento sonoro inesperadamente convencional

ARLO

ARLO / Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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Su primer disco largo, ‘Collapsed in sunbeams’, nos dio asilo anímico en el primer invierno de pandemia con su nocturnidad soul-funk y su poesía del desamparo, y el goteo de parabienes (Mercury Prize al mejor álbum) amplificó la ola, que este lunes llegó a Apolo con todo el papel vendido. Expectación alta ante Arlo Parks, efecto crecido por el pequeño prodigio que representa estos días el concierto de una artista extranjera en una sala con libre circulación por obra y gracia del pasaporte covid.

Sesión que abrió Iris Deco, alias de Júlia Collado, cantante y compositora de Navarcles con un sustancioso debut entre las manos, ‘Golden’ (producido con Ferran Palau), que citó acompañada tan solo por el pianista Bru Ferri. Las inflexiones r’n’b quedaron así algo laminadas, pero Iris desprendió magnetismo apelando a Billie Holiday (‘Strange fruit’) y defendiendo piezas de sinuosa sensualidad, como ‘Flames’. 

Contenedores de angustias

En contraste, lo de Arlo Parks, pese a los buenos augurios que despertaba su álbum, resultó un poco falto de definición. Aunque el tema de apertura, ‘Hurts’, poderoso contenedor de angustias (depresión, alcoholismo), portador de un invasivo estribillo, marcó territorio para empezar, ya ahí se vio que la sonoridad del directo se desviaba del penetrante registro de estudio. La intimidad de aquella grabación, un tanto cruda y que sacaba partido del trazo frío del sintetizador, fue suplida por un empaque de banda, un quinteto, que no hacía crecer las canciones, sino más bien desproveerlas del misterio y acercarlas a un funk-r’n’b noventero a lo Morcheeba.

Parks lució (moderadamente) voz y, sobre todo, repertorio: ahí estuvieron ‘Black dog’, ‘Hope’ y las repescadas ‘Sophie’, con su tramo rapeado, y ‘Super sad generation’, para mantener en su sitio el perfil de creadora de canciones con poso y buenas ideas melódicas. Pero desconcertó el tratamiento sonoro adulto, convencional de hecho, por parte de una artista de 21 años a la que se ha presentado como símbolo de la Generación Z.