Crítica de cine

Crítica de 'La hija': los afectos extraños

Manuel Martín Cuenca genera en 'La hija' una considerable tensión, pero prefiere en todo momento una cierta distancia emocional y afectiva en relación con sus personajes

Javier Gutiérrez y Patricia López Arnaiz, en 'La hija'

Javier Gutiérrez y Patricia López Arnaiz, en 'La hija' / Caramel Films

Quim Casas

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‘La hija’, más que otras películas de su director, Manuel Martín Cuenca, parece debatirse demasiado entre ser un filme de autor o uno de género. Lo más sorprendente es que va deliberadamente a la contra de algunas expectativas que crea, es decir, genera una considerable tensión, pero prefiere en todo momento una cierta distancia emocional y afectiva en relación con sus personajes, una visión digamos que ‘chabroliana’, casi de entomólogo, sobre los actos de estos.

Juega bien las bazas de un espacio casi inalterable, una gran casa situada en un emplazamiento alejado de la sierra –un lugar tan bello como inquietante– y un reducido grupo de personajes: la pareja que no puede tener hijos y la adolescente embarazada, procedente de un centro para menores donde trabaja él, a la que invitan a vivir en su casa a condición de que después les de el bebé. No queda muy claro porque no adoptan directamente y hay alguna figura secundaria, como el policía con cáncer, que no lleva a ningún lado. Pero esa visión distanciada procura atractiva extrañeza. La realización de Martín Cuenca es elegante y austera, lo que beneficia el juego de poder entre los personajes, e incluye en el tramo final algunas aplaudidas salidas de tono, así como la idea de filmar los espacios vacíos de la casa antes habitados.

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