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El wéstern literario cabalga de nuevo

El estreno de 'El poder del perro' saca a la luz una importante pero desconocida literatura de género que aún sigue impregnando la escritura de autores actuales

Benedict Cumberbatch y Jesse Plemons, en un fotograma de 'El poder del perro', de Jane Campion

Benedict Cumberbatch y Jesse Plemons, en un fotograma de 'El poder del perro', de Jane Campion / Netflix

Elena Hevia

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Ahí están: el vaquero silencioso, el 'sheriff' obstinado, el bandido que sueña con tener un rancho o el otro, el psicópata destructor, la chica del 'saloon', la mujer de la carreta que trae la civilización, la estampida del ganado, los indios acechantes, la tensión insoportable del duelo final. Conocemos bien los tropos del género, incluso aunque no seamos particularmente fans, los llevamos grabados a fuego como las reses. Se ha dicho muchas veces: el wéstern es la épica norteamericana. Pero ya hace muchas décadas que esa épica se ha ido deshilachando, crítica y renovadora consigo misma. Y se ha hecho adulta.

Y sí, llegó a nosotros a través de las películas, claro está, pero se suele olvidar es que fueron novelas y relatos mucho antes de que el cine funcionara como caja de resonancia de esas historias de colonización y frontera. Con el actual estreno de ‘El poder del perro’, la extraordinaria novela de Thomas Savage llevada al cine por Jane Campion, cabría preguntarse si existe un enésimo revival del género o si por el contrario, como sostienen algunos, las novelas del Oeste siempre han estado ahí, desde los tiempos de Feminore Cooper hasta las fantasmagorías apocalípticas del grandísimo Cormac McCarthy y su inapelable ‘Meridiano de sangre’, que no es solo una obra cumbre del wéstern, sino de las letras norteamericanas, a secas.  

A vueltas con el Pulitzer

De la impregnación del género en la escritura norteamericana contemporánea da cuenta el último premio Pulitzer de ficción 2021, ‘El vigilante nocturno’ (Siruela), de la norteamericana Louise Erdrich, una veterana del asunto, hija de una india Chippewa, que se ha dedicado a contar en sus novelas la contradicción de vivir entre dos mundos. En esta novela, Erdrich recupera la historia de su abuelo, miembro del consejo de su tribu en lucha por sus derechos identitarios. Pero también es detectable la huella en novelas como la excelente ‘A lo lejos’ del argentino-estadounidense Hernán Díaz -que fue nominada a ese premio en 2019- y, más lejos, en el wéstern -este sí más clásico- ‘Lomesone Dove’ de Larry McMurthy, que lo ganó en 1989 y obtuvo en su momento un éxito lector apabullante.  

El editor y librero Alfredo Lara, director literario de la colección Frontera, que reúne traducciones indiscutibles del wéstern, está cansado de precisar que más de un 60% de las grandes películas clásicas que conocemos tienen tras de sí una novela o un relato y poco tienen que ver con esa literatura de quiosco de usar y tirar, a las que muchos los asocian. “El wéstern, como la novela negra, la histórica o la ciencia ficción, tiene sus obras maestras, pura basura y una enorme cantidad de novelas disfrutables sin necesidad de considerarlas la quintaesencia de la literatura”, dice mientras se duele de que el género no haya tenido ningún movimiento de revalorización equiparable al policiaco. Junto a la colección del sello Valdemar es de justicia mencionar dos clásicos como 'Warlock' y 'Bad Lands', de Oakley Hall, que Galaxia Gutenberg recuperó hace unos años.

Henry Fonda y Anthony Quinn, en 'El hombre de las pistolas de oro', basada en la novela 'Warlock' de Oakley Hall.

Henry Fonda y Anthony Quinn, en 'El hombre de las pistolas de oro', basada en la novela 'Warlock' de Oakley Hall. / El Periódico

A la hora de pensar en los grandes hitos literarios del wéstern, Lara recuerda cómo su colección, iniciada en 2011, tuvo como pieza fundacional los libros de relatos de Dorothy M. Johnson, que habían dado lugar a tres películas memorables como ‘El árbol del ahorcado’, ‘Un hombre llamado caballo’ y ‘El hombre que mató a Liberty Valance’. “En una votación que se hizo a finales del siglo XX, ella y Jack London quedaron entre los primeros puestos de los mejores autores de cuentos del Oeste”. La presencia de Johnson, una mujer, como maestra del género, no es una rareza histórica en un panorama tradicionalmente hipermasculinizado que arrastra como principales pecados la exaltación de la violencia, el genocidio indio y las armas como fetiche (mitificación que en Estados Unidos ha llegado hasta nuestros días). Lara apunta también al trabajo de Leigh Brackett, autora de novelas policiacas de los años 40 y 50 así como de los guiones de ‘El sueño eterno’, ‘Hatari’, ‘Río Bravo’, ‘El Dorado’ o ‘Río Lobo’, además del de ‘El imperio contraatraca’. “Yo personalmente no veo diferencia entre el trabajo de ellas y el de sus colegas masculinos”, dice.

El escritor Jon Bilbao.

El escritor Jon Bilbao. / Xavier Gonzalez

Más allá de Estados Unidos

A la capacidad del género para traspasar fronteras -que se lo pregunten a Sergio Leone- y tiempos atribuye el escritor Jon Bilbao la actual vigencia de un género que ha acabado filtrándose en algunas novelas recientes en castellano. El mismo Bilbao, que acaba de sacar la novela ‘Los extraños’, publicó el pasado año ‘Basilisco’ (Impedimenta), galardonada recientemente con los premios 42 y el del Gremio de Libreros de Euskadi y una suerte de novela del Oeste en la que dialogan fantasmagóricamente pasado y presente. “El wéstern nació para adoctrinar -cuenta Bilbao-. Nos decía que es bonito ser un vaquero libre y salvaje pero que, a fin de cuentas, tienes que ceder el paso a la civilización, el orden y la justicia. Al internacionalizarse, las historia del Oeste se liberaron de ese mensaje original y eso permitió que tanto en Europa -especialmente en el universo del cómic- como en Japón relataran otras preocupaciones y otras estéticas”. Al escritor vasco, que en la actualidad está escribiendo la continuación de ‘Basilisco’, le guio en su momento hacer una comparativa de la vieja y arquetípica masculinidad del Oeste con la actual, más líquida y difícil de definir. “Pero sobre todo -añade-, el puro disfrute de escribir sobre un género que me ha encantado desde niño y en el que cada vez me afianzo más”. Lejos del pastiche o la recreación nostálgica el autor sostiene que el género le permite hablar en clave de sus intereses más personales.

En clave Oeste

Algo parecido se puede detectar en los trabajos de dos autoras. La barcelonesa Olga Merino, que en la celebrada ‘La Forastera’ (Alfaguara) abordó el género, sin ser excesivamente consciente en un principio de ello, con una historia marcada por el paisaje y por personajes desarraigados. Más asombrada está la argentina Mariana Travacio, que en su primera incursión en la novela con ‘Como si existiese el perdón’ (Las Afueras) ha sido leída en clave de wéstern. “Es algo que no me había propuesto, nunca lo hago, pero hay un momento en que las interpretaciones ya no dependen de ti, vuelan libres. Y la imagen del gaucho o del tipo campesino con su navaja en un escenario rural es algo que es fácilmente asimilable a las imágenes del Oeste”, explica.

Polisémico y multiforme, el wéstern parece tener todavía mucho que decir: “Y es que a veces la literatura de género -sostiene Bilbao-, se sea consciente o no, puede funcionar como ese tímido que no se atreve a bailar pero un día se pone una máscara y se desata. En mi caso, el wéstern ha hecho aflorar cosas muy profundas”. 

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