NOVELA FANTÁSTICA

Laura Fernández: "La realidad es algo que me permite alimentar los mundos que invento"

La escritora publica 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus', una fábula inocente y cruel para adultos

Laura Fernández

Laura Fernández / Ferran Nadeu

Elena Hevia

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Algo se le removió por dentro a Laura Fernández (Terrassa, 1981) cuando, de visita a Noruega, recaló en un pueblecito costero, Drobak, que se publicitaba como el lugar de veraneo de Santa Claus. Tan bonito era el sitio, con su biblioteca de madera de color rosa y sus abrigados lectores acomodados en mecedoras, que, se diría, allí se había detenido el tiempo como ratificando la idea de que todavía pueden existir lugares mágicos. Y es que donde otros veían un parque temático mixtificado, la escritora vio una puerta para pasar al otro lado, para huir de la realidad y crear un mundo de su invención.

"Viví en un libro de Stephen King entre los 13 y los 14 años"

Ese universo se construye en su sexta novela, ‘La señora Potter no es exactamente Santa Claus’ (Literatura Random House),un mundo  en el que se entrecruzan centenares de personajes e historias a cual más loca centralizado en la pequeña ciudad de Kimberly Clark Weymouth, donde siempre es invierno porque la localidad intenta expulsar a sus habitantes a golpe de ventisca. El lugar vive del atractivo turístico de la clásica novela infantil ‘La señora Potter no es exactamente Santa Claus’ donde una famosa escritora la localizó. La fantasía anti-navideña que es ‘Los gremlins’ de Roald Dahl se mezcla aquí con ‘La tienda’ la novela de Stephen King. “Yo viví dentro de ese libro, que desarrolla la idea del mal instalándose en una pequeña comunidad, entre los 13 y los 14 años. Fue un gran impacto para mi”, recuerda la autora que también asume la deuda que tiene con Ray Bradbury “por su mirada infantil sobre las cosas”.

Ambición literaria

“Para mí la realidad es algo que se soporta, algo puramente instrumental para seguir alimentando los mundos que me invento y me permiten llevar una doble vida”, dice. En los agradecimientos, Fernández, que en nada tiene que desmerecer en ambiciones a una Ursula K. Le Guin por su capacidad de crear mundos completos –Tolkien con otro estilo estaría ahí también-. “Me gustan las novelas que te llaman desde dentro para que desaparezcas en ellas. Eso tiene que ver con la infancia, que es algo muy importante para mí, porque solo entonces tenías esa capacidad para adentrarte en la fantasía. Eso cada vez es más difícil porque a los adultos, el mundo cada vez nos llama más, pero intento mantenerlo a capa y espada”. Que la huida de la realidad de sus novelas sea tan radical da cuenta, por ejemplo, el hecho de que no haya dinero en sus historias. “Es algo que se sobreentiende pero es que en la infancia el dinero no importaba”.  Ahora bien, sus creaciones poco tienen de infantiles si se tiene en cuenta que en el segundo capítulo de esta novela, la autora ha reescrito -a su manera, eso sí- el ‘Ulises’ de Joyce y hay dentro de ella un personaje, una chica, que juega a ser Chichíkov, el protagonista de ‘Las almas muertas’ de Gogol.  “Hago fábulas inocentes y crueles para adultos – remacha- y ese mundo puede ser irreal, pero habla de mí”.

"Me gustan las novelas que te llaman desde dentro para que desaparezcas en ellas"

A Fernández le ha acompañado durante años el apelativo de rara y de escribir en un castellano foráneo, así que es bastante normal que se sienta nada acompañada no solo en el actual panorama español, sino también en el mundial. “Quizá lo más parecido que hay sea Kelly Link, en cuyas historias puede ocurrir de todo, como que haya un pueblo dentro de un bolso, pero incluso Link sitúa sus historias en ciudades reconocibles como Nueva York y yo, no”.

Cada vez más entendida

Con una contagiosa sonrisa explica que a diferencia de libros anteriores, percibe que cada vez se entiende más su propuesta literaria. “Supongo que a base de insistir en que esto soy yo”. Para amplificar su rareza asume que escribe en un castellano de traducción anglosajona, con sus muletillas –oh, demonios- y onomatopeyas. “Me encanta porque eso me lleva a los compactos de Anagrama que tanto Mariana Enriquez como yo, leímos al únisono y que a veces estaban traducidos al castellano de aquí como al de Latinoamérica. Me gusta que la ficción hay conformado lo que somos pero también cómo hablamos. Yo personalmente necesito montarme mi propia película y supongo que eso tiene que ver con el desarraigo, con ser hija de emigrantes”.

"Necesito montarme mi propia película y supongo que eso tiene que ver con el desarraigo, con ser hija de emigrantes"

Tampoco le ayuda a confundirse con el paisaje su vocación por la fantasía, ahora que la literatura del yo, en el pasado tan vinculada a las mujeres, ha saltado las fronteras del género e instalado como corriente unisex y predominante. “De jovencita me sentía neutra, pero no me estaba a gusto ni con las chicas alpha ni con los chicos alpha. Me fue muy bien haber crecido en los 90. Por eso mi ídolo máximo fue Winona Ryder que se presentaba un poco andrógina. Así que me masculinicé como conducta. De hecho, no fui consciente de que era una niña hasta que no me tuve que poner sujetador. Y eso tiene que ver con lo que me decía mi padre: si tienes dos brazos y dos piernas, por qué no puedes hacerlo”.  

Nota, femenina y práctica: esta novela se ha escrito de siete a nueve por las tardes, lo que ella llama su rato de”jugar”. Dice: “Tienes que tener un apoyo de alguien que te supla –su pareja que es un ‘jabato’- pero a la vez tus hijos no deben notar tu ausencia”. 

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