Periféricos y consumibles

Lo de Carmen Mola: el día de la 'best' tía

El Planeta se trata, en definitiva, de que lo bailen en la China y también en Alcorcón, para después hacer una serie de TV

Los guionistas Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez firman sus obras como Carmen Mola

Los guionistas Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez firman sus obras como Carmen Mola / EFE

Javier García Rodríguez

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No hay año en el que las aguas planetarias no bajen más revueltas que las de la canción de don Simón y Bart Funkel. No hay año en que no se generen más gases que producen un agujero mayor en la capa de 'ezo no' que nos protege de las radiaciones. La sarta de millones de las antiguas pesetas -ahora 'one million euros, baby'- se sirve, como si fuera la cabeza del Bautista, en bandeja de plata trasmutada en sartén para que el vencedor se los lleve calentitos. En unas ocasiones se trata de la creación de una 'máster chef' televisiva; en otras, de un trasvase Tajo-Segura que deja a la competencia con la cara lavada y recién 'planchá'; y en otras, en fin, de una ración de huevos rotos o estrellados servidos como un plato 'de autor'.

El ecosistema literario está chungo. Los grandes grupos editoriales hacen lo que pueden para mantenerse. Las pequeñas editoriales también hacen lo suyo para sobrevivir utilizando sus técnicas de márquetin pequeño, casero, peludo y suave. Las corporaciones se hacen cuerpo y habitan entre nosotros. Si toca vampiros y besos, encontraremos 'Crepósculos'. Si toca revolución diminuta, traemos al Niño del Che, a la Mala o a Los Rodríguez. Abiertos a la posibilidad de que toque tanga o toque tangana. Literatura con premio anunciado con 'autotune' y familia real.

Y entre tanta autora que no es y tanto autor uno y trino, están que trinan en todas las trincheras estéticas e ideológicas. No veo el caso por ninguna parte. Qué finita la piel de los ujieres del mundillo y qué infinita la cháchara quejica de aquellos que se sorprenden por todo en su tránsito virginal entre el lago azul y el estanque dorado. Al final todo es otra vez un 'thriller' como el de “Maiqelyason”, un “breikindans”, un “crusaíto” y, por supuesto, un “robocop”. Se trata, en definitiva, de que lo bailen en la China y también en Alcorcón. Para después hacer una serie de TV llena de 'plot twists', de niñas asesinadas y desmembradas, de heroínas, de objetos mágicos, de nombres simbólicos. Con su epidemia de cólera, ra, ra. Con su catarsis, sis, sis. Con sus falsos reconocimientos, tos, tos. Con sus cosas de época, ca, ca. Con su intriga, ga, ga. Con sus muchos personajes, jes, jes. Con su toque británico, co, co.

Mientras unos nos llevamos las manos a la cabeza probándonos ideítas “comoputassostenes” (lo dice un verso de Ángel González para las novísimas metáforas), y otros a la cartera por aquello de la pela, todos parecemos olvidar que, como escribió alguien con la clarividencia del ingenio, el caballo de Troya era una yegua.

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