Novedad editorial

Marcos Ordóñez: "Mi manera de ser escritor poco tiene que ver con hacerse el listo"

El autor y crítico teatral publica 'Una joven pareja', una novela feliz narrada con mirada limpia

Ordóñez

Ordóñez / Ángel García

Elena Hevia

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Para regresar a los años de juventud conservando la mirada limpia, casi ingenua y esa deslumbrada vehemencia que solo te puede dar aquel momento, hay que tener una gran generosidad como escritor. Marcos Ordóñez (Barcelona, 1957), que acaba de publicar la novela ‘Una joven pareja’ (Pepitas de Calabaza), conoce el secreto. El primer párrafo lo dice todo: “Iván y Patricia se enamoraron en la primavera del 79. Habían cumplido 23 años. A menudo olvidaban el reloj en casa. La vida todavía era barata y se venían arriba con dos de pipas. No pensaban casi nunca en el porvenir y todavía no se les había muerto nadie. Recordarían siempre la gloria de aquel día”. En esas seis líneas iniciales, aprecia Ordóñez, está la novela, que a lo largo de 350 páginas desarrolla sin apenas sobresaltos el sentimiento de una felicidad plena, festiva y cotidiana. La tarea no es fácil porque la felicidad en sí tiene poca historia y arrastra mala fama como material para la literatura. Pero Ordóñez necesitaba ahora más que nunca una novela feliz.

Aquí hay que explicar que el escritor y crítico teatral, además de sufrir la pandemia como cualquier hijo de vecino, está atravesando un bache de salud y hay que contemplar esta novela a través de esa luz: en vez de sumirse en abismos dostoievskianos ha querido dar una existencia dichosa a unos protagonistas en los que el lector intuye la experiencia del autor. Es que Iván trata de convertirse en un escritor -muy parecido al que hoy es Ordóñez- mientras escucha música de todo color y condición -desde Manolo Caracol hasta Elvis Costello- y lee a Modiano, uno de los autores de cabecera de Ordóñez.

“De la redacción final eliminé episodios tristes que me remitían a la Barcelona oscura de los barrios chungos de los 80 que naturalmente existieron, pero no tenían nada que ver con la novela que yo quería escribir”, explica consciente de que ha aplicado ese filtro especial del recuerdo que embellece el pasado. “En eso estoy en sintonía con Alfredo Sanzol, un autor y director teatral que también tiene esa mirada. Me reconozco en ella”. Barcelona, como en tantas otras novelas de Ordóñez, vuelve a ser protagonista, así como aquel microuniverso que fue La Floresta, la cuna del 'underground' local, donde la joven pareja vive durante un tiempo -"pero que quede bien claro que no son modernos", recalca- y por donde desfilan extras de lujo como Jaume Sisa y Carles Flavià.

La muerte de un perro

Y así ocurre que la segunda cosa dramáticamente más ‘dura’ que le sucede al protagonista es hacer la mili en su ciudad, en Barcelona -la primera es la muerte de un perro-. Nada que no hayan vivido muchos chicos de aquella generación. “No lo pasé nada mal en el servicio militar, donde conocí a gente asombrosa que no tenían nada que ver con el cliché del oficial garrulo y amargado”. De ahí que en la ficción el capitán Longares, que pone bajo su ala al protagonista, sea un tipo leído y amante de Wodehouse, el humorista inglés -“yo me topé con gente así, no tengo tanta fantasía”, precisa-. Al capitán lo imagina con los rasgos del actor Miguel Rellán, buen amigo. 

Ordóñez habla apasionadamente de sus personajes, pero pone un especial énfasis en Patricia. “Es una mujer muy inteligente, estudia y da clases de matemáticas y además es cantante, estoy enamorado de ella”. Siente una gran responsabilidad para con sus criaturas, incluso se diría que las protege y ante todo necesita que se perciban como reales. “Mi manera de ser escritor poco tiene que ver con hacerse el listo. Lo importante para mí es que todo sea verdadero. Esa es mi intención y no siempre estoy seguro de haberlo conseguido pero no abandono. Necesito saber que lo que hago sea verdad. Mi mujer es la primera que me lee, si ella dice que sí es que está bien”. 

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