Crítica de teatro

Crítica de 'Cantando bajo la lluvia': chaparrón de nostalgia

Àngel Llàcer y Manu Guix recurren al glamur del Hollywood clásico para su nuevo musical de gran formato en el Teatre Tívoli

Cantando bajo la lluvia

Cantando bajo la lluvia / Jordi Cotrina

Manuel Pérez i Muñoz

Manuel Pérez i Muñoz

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Con la pandemia mitigada, cabe celebrar la recobrada variedad de musicales de gran formato que actúan de locomotora de la recaudación. También es de aplaudir que la productora local Nostromo Live siga empecinada en crear y exportar grandes montajes desde Barcelona. El dúo que forman los directores Àngel Llàcer y Manu Guix, además, va lanzado tras 'La jaula de las locas' (2018) y 'La tienda de los horrores' (2019). Se atreven ahora, nada más y nada menos, que a versionar la gran leyenda del cine musical de Gene Kelly y Stanley Donen.

Como es evidente, cualquier comparación con la cinta 'Cantando bajo la lluvia' de 1952 puede resultar odiosa. El preciosismo visual colorista y el despliegue coreográfico de la película resultan inalcanzables. No obstante, sus icónicas melodías y su edulcorado universo actúan de sugestivo reclamo comercial para acólitos del género y espontáneos de la nostalgia fílmica. Mismo argumento, mismo contexto, el ocaso del cine mudo de los años treinta parodiado desde el modo de representación más institucional del Hollywood de los años dorados. Un enjambre de mentiras para trabar una comedia romántica que rebosa alegría gratuita.

La irónica elegancia del guion original se traduce en humor popular en manos de Llàcer, que estira las situaciones a la caza del gag para todos los públicos. Cuenta con el recurso valiosísimo de Mireia Portas y su inagotable vis cómica. El clímax hilarante lo marca su bajada a la platea estilo La Cubana, cuando la actriz de cine mudo Lina Lamont toma clases de dicción. Ivan Labanda no es Gene Kelly, claro, pero atrapa a la perfección el tono y la energía de galán de Technicolor, y de este modo su protagonista Don Lockwood estira del optimismo durante toda la función. Completan el cuarteto protagonista Ricky Mata y Diana Roig, 'partenaires' eficaces y al mismo tiempo solventes en sus momentos de lucimiento.

Cambios orgánicos

Libre de los estudiados corsés que nos proponen las franquicias musicales internacionales, la osadía de la producción propia consigue su ritmo entre orgánicos cambios de escenario, bien arropada por la melodía de sus éxitos intergeneracionales adaptados por Manu Guix. Se opta por dejar en inglés la legendaria 'Singin'in the Rain' y el estribillo de 'Good Morning', como si no se quisiera alterar demasiado el hechizo primigenio. Las coreografías de Miryam Benedited se mueven entre la estética a la 'garçonne' y el júbilo del canon clásico hollywoodiense, con la dosis justa de claqué. Todo muy bien ensalzado por una orquesta de diez músicos cuyos vientos suenan a puro glamur. Así en la peli como ahora en el teatro, en 'Cantando bajo la lluvia' todo invita a empaparse de evasión.

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