42, FESTIVAL DE GÉNEROS FANTÁSTICOS DE BARCELONA
La escritora Manon Steffan Ros cuenta el fin del mundo desde el País de Gales
La autora, que ha publicado 'El libro Azul de Nebo', participa en una de las mesas del encuentro
Elena Hevia
Periodista
Por si alguien no se ha enterado de que vivimos al borde del abismo y del “Dios mío, vamos a morir todos”, ahí está la literatura de ciencia ficción y la que se posiciona fuera de los géneros contándonos una y otra vez el Fin de los Tiempos para dejar constancia de nuestros miedos. Manon Steffan Ros, una de las autoras invitadas del Festival 42, relata el último apocalipsis en su novela ‘El Libro Azul de Nebo’ (Seix Barral / Periscopi) desde una óptica muy personal e íntima, incluso en términos geográficos y de lengua. Steffan Ros es pelirroja, galesa y habla una lengua arcaica de resonancias élficas –Tolkien, ella lo confirma, se basó en el galés para inventar su idioma- que solo utilizan un 20% de los tres millones de habitantes del País de Gales, resistiendo hoy y siempre al empuje del inglés. “El miedo está llamando a nuestra puerta –advierte- porque estamos viendo los efectos del cambio climático y no podemos cerrar los ojos. Me gustaría equivocarme pero lo que me impulsó a escribir fue esa inquietud que se está reflejando en tantas y tantas ficciones que se escriben hoy”.
Los narradores de ‘El Libro Azul de Nebo’ son una madre y su hijo supervivientes de una crisis medioambiental que se ha llevado consigo el mundo conocido. En capítulos alternos, Rowenna relata el mundo que fue, mientras Sion, mucho más interesado que ella por la literatura, describe el presente. Que madre e hijo no lean lo que escribe el otro es una forma de marcar la gran distancia que existe entre ellos. “Quería que el mundo del hijo tuviera una gran autenticidad porque él apenas se acuerda de la antigua normalidad y es capaz de encontrar una cierta felicidad en esta nueva vida. Creo que en el fondo como autora he situado ahí la brecha generacional que me separa de mis hijos porque quiero creer que ellos van a ser capaces de resolver los problemas que nosotros les hemos legado”.
Privilegio de ser galesa
Ni Nueva York, ni Londres, ni París. Contar el fin del mundo desde Gales, un lugar tan apegado a las tradiciones y al pasado, impone sus propias reglas: “Situada en una gran ciudad esta historia habría necesitado más ruido y violencia, pero en la soledad del campo y las montañas, la sensación de tranquilidad y silencio es inmediata. En el fondo escribo sobre mí y el mundo que conozco intentando encontrar mi camino a través de una historia de ficción”. Una historia en la que tienen un especial protagonismo los libros en galés que sirven al chico para vincularse a un pasado pero también para afianzarse en sí mismo al escribir en la lengua en la que habla.
“Sí, hay una reivindicación de la literatura galesa en este libro, pero no fue algo premeditado”, recuerda la autora que desde muy niña acompañó a sus padres a todas las manifestaciones que luchaban por preservar la lengua galesa. “Siempre pensé en mi lengua como algo delicado y frágil que había que proteger, pero he cambiado. Ahora pienso que tengo la suerte de dominar dos idiomas por igual y el privilegio de ser galesa. Yo siempre estaba con el chip de la lucha pero ahora quiero disfrutar con el hecho de que, pese a haber pocos hablantes, todavía puedo leer, trabajar y hacer mi vida en galés”.
Sin embargo esa alegría tiene sus sombras y corre el peligro de hacer tambalear esa predisposición sin amargura de la autora que escribió sobre el pequeño país de Gales, con sus tres millones de habitantes, con mucho orgullo pero sin esperar cruzar fronteras. “Especialmente porque en el resto de Gran Bretaña se la trae al pairo lo que produzca Gales, no les interesa nada que venga traducido ni mucho menos en el original”. Lo que no esperaba la autora es el interés que iba a despertar fuera del Reino. Y así se ha visto traducida también al inglés americano, así como al francés, polaco y árabe. La edición inglesa tardará, no aparecerá hasta principios del 2022. “No me preocupa ese retraso si a cambio tengo a lectores de todo el mundo”. Y a continuación relata el embarazo que sintió cuando para llegar a Barcelona en su primera salida al extranjero en avión tuvo que ponerse en la cola de ciudadanos no comunitarios para pasar el control. “Se me rompió el corazón y a la vez sentí una vergüenza terrible”.
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