Crítica de 'Lluny vol dir mai més': la culpa y la redención narrada por fantasma

Aseverar. Verbo que significa “afirmar o asegurar lo que se dice” (RAE). Esto es lo que hacen las múltiples voces que tejen una historia que orbita alrededor de una tragedia. En 'Lluny vol dir mai més' , de Marc Cerrudo, la bofetada del azar golpea a un chico que sufre un accidente de coche. Se queda cojo y con la cara hecha un mapa, pero la procesión va por dentro. La culpa que siente es tan profunda que ni el fantasma que habita bajo su cama le saca de su estupor. 

En esta novela debut, Premi Roc Boronat, el autor cristaliza la “agonía del hombre cicatriz” a través de un singular despliegue de perspectivas que van desde la del fantasma hasta la del recuerdo de infancia, pasando por la de un virus o la del otoño. Así desfilan una serie de supervivientes que esbozan un retrato fragmentario y desalentador de una sociedad en la que los hombres son las peores bestias.

Cerrudo describe con maestría estos seres rotos con una mirada que apunta a la esencia que se esconde tras la banalidad y que alcanza una dimensión poética. La narración avanza ágil creando una maraña de hilos cruzados que encuentra como contrapunto forzado —pero con el toque de humor que salva—,una disputa entre teleoperadores que intentan vender un contrato telefónico al chico, que ha perdido el habla tras la fatídica noche.

Como en 'Consumits pel foc', de Jaume Cabré, o en 'Canto jo i la muntanya balla', de Irene Solà, se recurre al accidente con un animal de por medio—aquí un ciervo—para mostrar el hombre conectado con una naturaleza... una visión panteísta que se revela como la única vía para hallar la trascendencia en un mundo aparentemente absurdo.

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