Hotel Cadogan

El gran libro de las mansiones malditas

El ensayo ‘Infestación’ ahonda en los porqués de la fascinación por las arquitecturas encantadas desde el siglo XIX

cases encantades

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Olga Merino

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Cada quien sobrelleva sus debilidades como puede, y en nosotros -¿a qué negarlo?- las viviendas malditas ejercen una fascinación fortísima. Aunque entre los muros del Hotel Cadogan cohabitamos vivos y muertos, aunque disponemos de mesas flotantes, alcobas cuyas puertas jamás se abren y espejos suntuosos que no proyectan reflejo humano alguno, aunque deberíamos, digo, estar cauterizados e incluso hastiados ante manifestaciones de ese jaez, seguimos arrodillados de miedito gustoso ante panteones, urbanizaciones en declive y fábricas abandonadas. Por culpa de la atracción magnética hacia la arquitectura espectral, hemos descorchado una botella del mejor clarete provenzal tras enterarnos de que el libro 'Infestación. Una historia cultural de las casas encantadas', publicado por la joven editorial Dilatando Mentes, ya ha alcanzado la segunda edición.

Fruto de las investigaciones de Érica Couto-Ferreira, historiadora especializada en los asirios y el Oriente antiguo, 'Infestación' no es solo una muy completa guía de lectura, sino también una disección de los profundos cambios sociopolíticos que hicieron resplandecer el subgénero a partir del siglo XIX; esto es, el capitalismo voraz, el colonialismo, las desigualdades, el miedo al otro, el lastre de las dos guerras mundiales y la irrupción del psicoanálisis. La autora es codirectora también, junto con José Luis Forte, del pódcast de literatura fantástica y terror 'Todo tranquilo en Dunwich'.

Por las páginas del libro desfilan grandes clásicos, como Edgar Allan Poe ('La caída de la casa Usher'), Nathaniel Hawthorne ('La casa de los siete tejados') o Edward Bulwer-Lytton ('La casa y el cerebro'). Pero sorprende sobre todo la cantidad de damas decimonónicas que escribieron sobre caserones poseídos (Charlotte Riddell, Margaret Oliphant, Amelia Edwards, Edith Nesbit y tantas otras).Tal vez la explicación resida en que la sociedad victoriana había confinado a las mujeres en el hogar, como ángeles blancos encadenados, y desde su confinamiento lanzaron un grito de auxilio: aquí dentro no nos sentimos ni tan a gusto ni tan protegidas.Cierran el libro dos autoras por las que sentimos la devoción del fanático: Daphne du Maurier y Shirley Jackson, cuyas obras más conocidas, 'Rebecca' y 'La maldición de Hill House', custodiamos en la biblioteca del hotel encuadernadas en piel de serpiente.

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