Crítica de jazz

Melissa Aldana, un mundo propio

La saxofonista chilena, que tiene el potencial para ser una referencia entre los músicos más jóvenes, expresa su sonido y su mundo propios en el Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona

Aldana

Aldana / FERRAN SENDRA

Roger Roca

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Corrillos de estudiantes a la salida del Conservatori del Liceu el jueves por la noche debatían tras el concierto del cuarteto de la saxofonista Melissa Aldana, uno de los primeros reclamos del 53ª Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona. Había opiniones encontradas. "Qué sonido tan precioso tiene", "son todos buenísimos pero a mí me ha parecido un poco frío". En un punto sí que se alcanzaba fácilmente el consenso. "Es que había muchas expectativas", decía un chico que llevaba una camiseta estampada con 'John & McCoy & Jimmy & Elvin', los nombres de pila del legendario cuarteto de John Coltrane. Y sí, había expectativas. Porque la chilena Melissa Aldana, 32 años y una década de carrera en primera línea y por ahora siempre en ascensión, tiene el potencial para ser si no una heroína, por lo menos una referencia entre los músicos más jóvenes. Y eso lo pueden decir pocos artistas de su generación. Por un lado, Aldana tiene arrastre por lo que ha conseguido: fue la primera mujer instrumentista en ganar el premio Thelonious Monk, el galardón que ha sido rampa de lanzamiento de muchas carreras de éxito en el jazz, y acaba de fichar para la discográfica Blue Note. Y por el otro lado, sencillamente porque Melissa Aldana es muy buena. Una artista con un sonido y un mundo propios. 

Abrió la noche con una melodía que se le apareció en sueños durante la pandemia, cuando se vio a sí misma con una hija en brazos -"soñé que tenía un bebé que se llamaba Emilia"-, y siguió con la sugerente 'La emperatriz'. ¿Temáticas femeninas? No, temáticas propias. La música de Aldana gira sobre un imaginario en el que caben Frida Kahlo, fuente de inspiración de su último disco, pero también Thelonious Monk, que visitó con mucho aplomo en la única versión del concierto. Todo lo demás era de su puño y letra: composiciones con mucho juego rítmico y armónico que durante ratos largos quedaron en manos del guitarrista Mike Moreno, mientras ella intentaba resolver problemas técnicos con su saxo tenor. Si consiguió ajustar el instrumento a su gusto solo lo sabe ella, pero el sonido era, efectivamente, precioso. 

Intensidad y contención

Aldana, de lenguaje a la vez añejo y muy moderno, toca con una extraña mezcla de intensidad y contención, como si fuera capaz de hurgar dentro de sí pero mantener a raya unas turbulencias que se intuyen pero que cuando se expresan, nunca tienen forma de grito ni de exabrupto. Como uno de sus referentes, Mark Turner, que precisamente tocaba este viernes en el mismo escenario, Aldana es melancólica sin jugar nunca con los tópicos del blues. Quizás sí que el concierto fue algo frío. Quizás se oyó mucha guitarra y menos Aldana de la que hubiera cabido esperar. Hace casi 15 años, en este mismo festival, ocurrió lo mismo con otro de sus ídolos, el coloso del tenor Sonny Rollins. Tres años después, Rollins volvió y dio un concierto apoteósico. Esperaremos la vuelta de Melissa Aldana. 

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