Crítica de música

Maria del Mar Bonet, una brisa benéfica en el Palau

La cantante brilló en su alianza con la Big Band Begues, abierta al swing y al simpático homenaje a Bonet de San Pedro, en la noche de apertura del Festival de Jazz de Barcelona

Maria del Mar Bonet y la saxofonista Melissa Aldana, en el Palau de la Música

Maria del Mar Bonet y la saxofonista Melissa Aldana, en el Palau de la Música / Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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Conocidas son las aptitudes de Maria del Mar Bonet para entregar su arte vocal a materiales cambiantes dejando siempre su huella distintiva: formatos folk de madera y tierra, orquestas sinfónicas y ensambles latinos, y tantos otros, han ido moviendo el telón de fondo de su carrera procurando siempre inéditas expresiones y matices. Y, bien, lo último es agenciarse una ‘big band’ y cabalgar con ella al ritmo del swing, como sucedió este miércoles en el Palau, noche de apertura del 53º Voll-Damm Festival de Jazz de Barcelona.

Si sus aproximaciones al jazz con Manel Camp tendían a la intimidad nocturna, la alianza con la Big Band Begues, sin dejar de lado la balada malherida, se decanta por modos más espumosos. Pero los conciertos de Maria del Mar Bonet, como sus discos, no son nunca experiencias lineales, sino ricos en giros y recovecos, y así fue esta vez en un repertorio que comenzó a andar con la suave latinidad imprimida a ‘Epigrama’, de Toti Soler, y al bolero ‘Tant com te cerc’, de Guillem d’Efak. Era peliaguda la tarea de ajustar la potencia de la ‘big band’ a ese atril tan sutil y al talante vocal de ella, dispuesto además a la improvisación, y el más difícil todavía, felizmente consumado, fue integrar a la ecuación el saxo de la chilena Melissa Aldana en esa perla llamada ‘Els boscos del pensament’.

Bosque de metales

Los estándares, ‘Abraça’m’, ‘Lover man’ y ‘Jim’, revivieron envueltos en la frondosidad mundana de los metales, con una Bonet apegada con brillantez a cada sílaba y a cada verso, y se integraron, aportando nuevos acentos, piezas que provenían de otros mundos estéticos: la levantisca ‘Sempre hi ha vent’, en un vivaz diálogo de voz y contrabajo (del director, Toni Cuenca), el flotante ‘groove’ construido en ‘Es fa llarg esperar’, de Pau Riba, y la cita final a ‘La Balanguera’.

Recordaremos sobre todo este concierto por su ánimo jubiloso y su sentido de la diversión, simbolizado por ese ‘medley’ de temas de Bonet de San Pedro portadores de la simpática distinción de otra era. Citó la cantante cuatro piezas de su paisano mallorquín (‘Maite’, ‘Cariño, bésame’, ‘La margarita’ y ‘Yo siento algo aquí’, todas adaptadas al catalán), celebrando que el autor “tuviera esas ganas de animar a la gente a bailar en plena posguerra”. Propósito loable entonces, y también ahora.