Libro

Crítica de 'Punto de cruz', de Jazmina Barrera: el silencio de las arañas

La autora mexicana entrelaza historias de tres adolescentes en su tránsito a la edad adulta en su tercer libro

Jazmina Barrera

Jazmina Barrera

Olga Merino

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El tercer libro de Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988) insufla savia fresca a la novela de aprendizaje, con nuevos códigos, mediante las historias entrelazadas de tres adolescentes -Mílada, Dalia y Citlali- en su tránsito hacia la adultez, hacia las violencias de la vida. La muerte repentina de una de ellas sirve de fulminante para bucear entre capas superpuestas de tiempo y sustancia: la transformación del cuerpo, la pérdida (o liberación) de la virginidad como rito de paso, el aborto y la decisión respecto de la maternidad, la toma de conciencia política y, sobre todo, la búsqueda de una identidad propia.

En su camino de iniciación, la narradora (Mílada / Mila) comparte con el lector de 'Punto de cruz' el descubrimiento de sus referentes culturales, de marcado y feliz gusto anglo: la música (The Kinks, PJ Harvey), los libros (las hermanas Brontë, Philip Larkin, Angela Carter) o la pintura (el cuadro 'Ofelia', del prerrafaelita John Everett Millais). También, los viajes: a Londres, a París, a campamentos de alfabetización en el México más pobre, donde las tres chicas se conectan con el bordado, con las técnicas milenarias de los pueblos indígenas, y prosiguen, como arañas silenciosas, tejiendo su amistad entre hilos y complicidades.

Un ornamento precioso -el dibujo de una aguja enhebrada- separa los párrafos de la novela de aquellos fragmentos más ensayísticos, donde Barrera explora la intrahistoria del bordado, desde la mitología clásica hasta el redescubrimiento del arte textil por parte de los nuevos feminismos, secciones que confieren a la obra su pleno sentido. A fin de cuentas, todo lo que merece perdurar -el arte, la amistad, el amor- está hecho puntada a puntada.

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