Crítica de 'El senyor Palomar', de Tina Vallès: la poética del mirar Barcelona

Siguiendo los pasos de Italo Calvino y su 'Palomar', Tina Vallès imagina un señor que, procedente de Roma, se instala en Barcelona y se propone observar la vida de la ciudad. 'El senyor Palomar' desgrana así una poética del mirar en la que el protagonista, que toma su nombre del observatorio astronómico californiano, ve las cosas con unos ojos desautomatizados. Su mirada de extrañeza revela una realidad oculta, enterrada bajo capas de cotidianidad.

Lejos del espíritu del 'flâneur' benjaminiano, que se deja llevar por el torrente del presente por las calles de la ciudad, el señor Palomar (que también bebe de los señores de Gonçalo A. Tavares o el señor Teste de Paul Valéry) se fija cada día un objetivo concreto y toma notas. Nada le resulta indiferente, ni las personas, ni los animales y mucho menos la naturaleza. A través de su mirada limpia emerge una ciudad desconocida en la que los nenúfares de los jardines Mossèn Cinto Verdaguer de Montjuïc, por ejemplo, lucen con un brillo especial. De hecho, el origen del libro es una serie que Vallés escribió para la revista 'Time Out' con el fin de descubrir rincones insólitos de la ciudad.

Ganadora del Premi Llibres Anagrama de Novel·la con 'La memòria de l’arbre' (2017), Vallés vuelve a las librerías en formato adulto con este relato delicado y tierno en el que se palpa un cuidado trabajo de estilo y un rico imaginario: "La añoranza es como una mancha de salsa de tomate, un lamparón" o "vidas reducidas como pastillas de caldo concentrado". Vallès crea un personaje de carne y huesos que solo se desinfla cuando la autora explicita en exceso su psicología con frases contundentes del estilo: el señor Palomar "sabe que nunca podrá dominar la complejidad del mundo".

Lea aquí un fragmento de 'El senyor Palomar'

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