Crítica de música

Un Händel brillante inaugura el ciclo Palau Ópera

'Radamisto' se ofreció en versión de concierto con Emöke Baráth, Philippe Jaroussky e Il Pomo d’Oro

Crítica

Crítica / A. Bofill

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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'Radamisto' (HWV 12, 1720), ópera en tres actos de Händel, inauguró el miércoles el nuevo proyecto Palau Ópera del auditorio modernista que nace con vocación de convertir a este escenario en el templo barcelonés de la ópera barroca. Esta nueva aventura no podía haber tenido mejor comienzo al llegar servida por un grupo de cantantes especialistas junto a los virtuosos componentes de esa joya de la interpretación de la música del siglo XVIII que conforman Il Pomo d'Oro, conjunto que nuevamente triunfó dirigido desde el clave por un eficaz y creativo Francesco Corti.

Revisada por Händel para posteriores representaciones ya con el castrado Senesino como principal estrella, 'Radamisto' corrió la misma suerte que la mayoría de las obras de ese periodo, siendo olvidada por más de 250 años, pero el tirón del barroco ahora la ha devuelto al repertorio. En este estreno se ofreció con certeros cortes y algunas arias alternativas, pero sin eliminar personajes. Emöke Baráth fue la gran triunfadora: desde su primera aria impuso ese nivel interpretativo mayúsculo al que tiene acostumbrado al público barcelonés, con un fraseo enérgico, sin problemas de tesitura y pianísimos impecables. Su aria 'Dopo l'orride procelle' fue un momento mágico hasta llegar con total seguridad a esa aria de bravura que es 'Sposo ingrate, parto' luciendo un magistral control del 'fiato' y gran sentido dramático del ornamento.

Jaroussky, de menos a más

Philippe Jaroussky comenzó con tiranteces que no desaparecieron hasta la segunda parte; se le veía incomodo, pero su talento y expresividad conquistaron gracias a su absoluto dominio de las agilidades tal y como demostró en, por ejemplo, 'Perfido, di a quell'empio tiranno' o en 'Vanne, sorella ingrata'. Convincente la Zenobia de Marie-Nicole Lemieux, con unos graves algo inestables en 'Son contenta di morire' pero maravillosa en la cavatina 'Quando mai, spietata sorte'. La aportación española del reparto, el Fraarte de Alicia Amo, tuvo momentos fantásticos, como su aria 'Mirerò quel vago volto', luciéndose en las agilidades de 'S’adopri il braccio armato'. Anna Bonitatibus como Tigrane se impuso en la coloratura y en su saber decir en un aria tan hermosa como 'La sorte, il ciel, amor', con escalas que recuerdan a 'Rejoice' de 'El Mesías'.

Zachary Wilder, de un canto más bien irregular, tuvo buenos momentos como en su aria 'Strage, morti, sangue', con una coloratura ágil pero poco timbrada, junto a Renato Dolcini como un Faresmene convincente, de atractivo timbre, buena coloratura y fraseo teatral.

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