Opinión | Festival de Sitges

Beatriz Martínez

Cine de terror feminista: una convulsión en tiempo presente

La mirada de las mujeres cineastas lo está cambiando todo en el cine de género

Fotograma de 'Última noche en el Soho', de Edgar Wright

Fotograma de 'Última noche en el Soho', de Edgar Wright / El Periódico

El género fantástico ha sufrido mil y una mutaciones a lo largo de las décadas, pero su mayor revolución ha sido gracias a las mujeres. La mirada de las cineastas lo ha cambiado todo y estamos asistiendo a una auténtica convulsión en tiempo presente. Dos de las directoras que formaron parte de este efervescente movimiento, en constante proceso de evolución, fueron Ana Lily Amirpour y Julia Ducournau. Ambas fueron descubiertas en el Festival de Sitges con sus óperas primas, ‘Una chica vuelve a casa sola de noche’ y ‘Crudo’. Las dos demostraron que tenían un universo personal capaz de dinamitar los códigos patriarcales para establecer una relación nueva con las imágenes, tan política como sensorial. ¿Terror feminista? Llamémosle de la forma que queramos. Las etiquetas se han creado para nombrar lo que no existía y para ser destruidas una vez asimilada la lección.

Lo importante es que nada volverá a ser igual. Este año las nuevas películas de Amirpour y Ducournau se podrán ver en Sitges, pero ya no se proyectan como meras curiosidades, como rarezas, ahora se sitúan como verdaderas protagonistas, como reinas de la programación. Por primera vez una película dirigida por una mujer inaugura Sitges, ‘Mona Lisa and the Blood Moon’ y por primera vez una película dirigida por una mujer ha ganado el Festival de Cannes en solitario, ‘Titane’. El año pasado no podíamos imaginar que esto ocurriría, pero está pasando y esto sirve para abrir la puerta a muchas más creadoras que hasta ahora no habían tenido la posibilidad de demostrar su talento. Si 2021 nos descubrió a Amy Seimetz con ‘She dies tomorrow’ y a Rose Glass con ‘Saint Maud’, 2022 nos trae a Prano Bailey-Bond con ‘Censor’ y a Charlotte Cobert con ‘She Will’. Ya no es un síntoma, tampoco una moda. Es una realidad.

Suscríbete para seguir leyendo