Crítica de teatro

'La Víctor C.': brillante homenaje a Caterina Albert en el TNC

Carme Portaceli debuta con nota en su etapa como directora del TNC con el apoyo de una gran dramaturgia de Anna Maria Ricart

La poderosa y poética escritura de Víctor Català y su particularísimo periplo biográfico se funden con acierto en la obra

La Victor C

La Victor C / May Zircus

José Carlos Sorribes

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Si el propósito de 'La Víctor C'. es que el espectador salga de la Sala Gran del TNC con ganas de leer, o releer, los libros de Víctor Català el objetivo está más que cumplido. Porque la obra con la que Carme Portaceli ha iniciado su etapa al frente del gran teatro público catalán es un buscado homenaje a la figura, y sobre todo a su creación literaria, de Caterina Albert i Paradís (1869-1966). La escritora de L’Escala que se ocultó bajo un seudónimo masculino, Víctor Català, para evitar los escándalos y prejuicios propios de su época. La autora de 'Solitud', un libro clásico de lectura para los estudiantes de bachillerato.

Vida y obra se mezclan de forma adecuada en un estilizado montaje a partir de la escenografía siempre impactante de Paco Azorín, un clásico de Portaceli. Juega además con proyecciones metafóricas y oníricas en un espacio que domina casi siempre la cama en la que la escritora decidió pasar la última década de su vida. Sin motivo aparente ni, en principio, grave enfermedad; sencillamente porque se encontraba a gusto. Actitud que refleja el espíritu libre que marcó la vida de una mujer asfixiada por la intolerancia de su tiempo.

De Joan Maragall a Mario Cabré

Esos principios insobornables, vitales y literarios, se recogen en la excelente dramaturgia, una más, de Anna Maria Ricart, otra colaboradora habitual de la directora. La adaptación se nutre de los cuentos y relatos de la autora ampurdanesa. Son un disfrute por su irresistible vena poética, fuerza narrativa y riqueza expresiva. Pero no serían suficientes para el juego teatral si no estuvieran acompañadas de escenas que aluden a cuestiones biográficas. Arrancan con el mismo entierro de la protagonista, bajo la vigilancia de un inspector franquista, y describen por ejemplo las relaciones de la protagonista con personalidades tan dispares como las de Joan Maragall o el actor y torero Mario Cabré. Ricart es una garantía para ese trabajo tan exhaustivo en la documentación como artesanal en el tejido dramatúrgico.

Una gran Rosa Renom transmite siempre la compleja personalidad de la escritora y lidera un compenetrado reparto

La dinámica dirección de Portaceli conduce con pulso una pieza que podría sepultar al espectador bajo el torrente de la escritura de Víctor Català. No sucede así por esa agilidad en la puesta en escena, solo algo ralentizada en el cuento de 'L'Aleixeta', y por la complicidad de un reparto muy compenetrado que lidera una gran Rosa Renom. Transmite siempre una personalidad tan particular y compleja como la de Caterina Albert. Además, en ese sólido elenco en el que todos se multiplican en varios papeles, salvo Renom, igual sobresale la capacidad de un veterano como Manel Sans o la de Olga Onrubia, actriz poco habitual en grandes escenarios.

Todo el equipo artístico, en definitiva, levanta un homenaje a Caterina Albert/Víctor Català de brillantez similar a la que tuvo en su día otra adaptación no teatral como resultó el 'Coral Romput', de Joan Ollé. Si aquí son textos narrativos, entonces fueron los versos de otro grande de las letras catalanas, el poeta Vicent Andrés Estellés.