Estreno

Las mujeres en el cine de Paul Verhoeven: sexo, fuerza, ambigüedad, determinación

La mirada del cineasta holandés sobre las mujeres siempre ha escapado a los convencionalismos. Los personajes de Catherine Tramell ('Instinto básico'), Nomi Malone ('Showgirls') y, ahora, Benedetta Carlini ('Benedetta') se han convertido en un auténtico revulsivo contra las estructuras patriarcales

Imágenes de 'Showgirls', 'Instinto básico', 'Benedetta' y 'Elle', de Paul Verhoeven

Imágenes de 'Showgirls', 'Instinto básico', 'Benedetta' y 'Elle', de Paul Verhoeven / El Periódico

Beatriz Martínez

Beatriz Martínez

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Los personajes femeninos en las películas de Paul Verhoeven escapan a cualquier tipo de simplificación y, en la mayoría de los casos, son indescifrables. En ellos subyace un halo de misterio que los convierte en auténticos enigmas. Son impredecibles, herméticos, infranqueables quizá porque, en el fondo, son supervivientes. Saben que viven en un mundo de hombres y a veces optan por comportarse como tales, utilizando sus habilidades de la manera que creen conveniente. ¿Hay un juicio moral sobre eso? Afortunadamente, ninguno, porque si hay un director que ha luchado durante toda su carrera contra los convencionalismos, ese es Verhoeven. 

Todo empezó con Catherine Tramell y su cruce de piernas. En una sola imagen, Sharon Stone en 'Instinto básico' sintetizó que el sexo puede ser una de las armas de dominación más poderosas. El concepto de la 'femme fatale' de la época clásica se vio convulsionado a través de un personaje sobre el que los hombres no ejercían ningún tipo de autoridad, tal vez porque era más inteligente que todos ellos y era capaz de manipular a través de la ambigüedad a todos los miembros de la sociedad ultraconservadora y patriarcal que la rodeaban. 

Tuvo que pasar cierto tiempo para que la perspectiva de género pusiera en su lugar a Catherine Tramell. El carácter erótico de la película parecía ir enfocado a las fantasías del público masculino, pero en esencia, el personaje era una bomba de relojería iconoclasta que representaba la lucha de sexos en ese momento, cuando todavía George H. W. Bush se encontraba en el poder y no había comenzado la era Clinton. Emergía la mujer alfa, capaz de convertirse en la pesadilla de los hombres, abandonando su habitual posición de sujeto pasivo y controlando las reglas del juego. Por supuesto, todo en ella era una hipérbole, una exageración, pero su empoderamiento resulta significativo. La tercera ola feminista promulgaba precisamente la idea de la libertad sexual y el orgasmo se convertía en una cuestión política. Por eso, cuando Catherine Tramell tenía uno, ya sabemos lo que pasaba con el hombre en cuestión. 

Desprecio por las mujeres

La ruptura del techo de cristal ya estaba presente en 'Instinto básico', pero en 'Showgirls' la competitividad se lleva a otro terreno mucho menos elitista y más decadente como es el mundo del estriptís en Las Vegas. Y, sin embargo, nada cambiaba demasiado. Verhoeven quería hacer una sátira sobre el capitalismo, en la que el sexo y el dinero se encontraban íntimamente unidos y en la que las mujeres se convertían en objetos de deseo dentro de un entorno, el de la industria del entretenimiento en general, profundamente misógino y en el que el cuerpo femenino era constantemente explotado y humillado. Todos los hombres que aparecen en 'Showgirls' muestran un desprecio total y absoluto por las mujeres. ¿Se estaba adelantando Verhoeven a destapar las miserias de nuestro tiempo a través de ese microcosmos repleto de 'glitter' y ordinariez? Al fin y al cabo, varios personajes sintetizan de manera reveladora las cloacas del caso Weinstein. Tras el aparente glamur se escondía la brutalidad y la violencia contra las mujeres. Entonces, el cuento de hadas sobre el sueño americano desaparecía por completo. 

Al igual que Catherine Tramell, el nombre de Nomi Malone (Elizabeth Berkley) también ha pasado a formar parte del imaginario colectivo, a pesar de que el personaje terminara con la carrera de la actriz. En los últimos tiempos, Verhoeven ha continuado explorando el universo femenino cada vez de forma más compleja y profunda. Quizá su aproximación más seria fue en 'El libro negro' a través de un personaje tan ‘fassbinderiano’, como el que encarna Carice Van Houten, una cantante judía que se introduce en la resistencia y termina ejerciendo de espía durante la ocupación nazi. 

¿Víctimas o verdugos?

De nuevo, la protagonista utilizará su cuerpo como forma de alcanzar su objetivo, aunque en este caso se trata de una forma de resistencia frente al supremacismo dominante. En 'Elle', Isabelle Huppert dirige una compañía de videojuegos, ha llegado a lo más alto de su profesión y tiene una vida acomodada, pero arrastra un trauma paterno. La herencia patriarcal lo contaminará todo y, en cierto sentido, se plantea como una de las grandes enfermedades de nuestra sociedad. Como ocurre con todas las mujeres en el cine de Verhoeven, nunca se sabe si son víctimas o verdugos. El director y sus personajes siempre se mueven en una línea de moralidad muy ambigua y retorcida a través de un material muy delicado que, en este caso, aborda la cultura de la violación desde un prisma poco complaciente.  

Ahora completa su galería de personajes femeninos eternos con 'Benedetta', a la que se encarga de retratar más allá del calificativo de ‘monja lesbiana’ por el que ha pasado a la historia. El director utiliza la vida de Benedetta Carlini para hablar de la represión, de la distorsión y la manipulación religiosa, de la corrupción eclesiástica para terminar reflexionando en torno a la necesidad de romper con todos los tabús sobre los que se asentaba la sociedad del momento. Y, si tenemos en cuenta el escándalo que ha provocado la virgen-consolador que aparece en el filme, esa sociedad tiene todavía mucho que ver con la nuestra. ¿Es una santa o una timadora? No importa, Benedetta, en realidad, hace en la película lo que le sale de sus genitales. 

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