Entrevista

Noel Ceballos: "Los conspiranoicos creen haber visto cómo funciona realmente el mundo"

El autor de ‘El pensamiento conspiranoico’ analiza las razones detrás del auge de teorías que dan alas a los antivacunas o a los antisemitas

El periodista y guionista Noel Ceballos, autor de 'El pensamiento conspiranoico'

El periodista y guionista Noel Ceballos, autor de 'El pensamiento conspiranoico' / Arpa Editores

Carles Planas Bou

Carles Planas Bou

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La tierra es plana, judíos y pedófilos satánicos controlan el mundo y el covid es un maléfico plan de Bill Gates para exterminar a parte de la población mundial y controlar a la que quede mediante chips cerebrales implantados a través de vacunas. Aunque se alejan completamente de la realidad, estas teorías de la conspiración han ganado popularidad y adeptos en los últimos meses hasta convertirse, en algunos casos, en serias amenazas a la democracia y a la salud global.

Sin embargo, esos delirios irracionales no son nada nuevo. Desde su irrupción en tiempos de la Ilustración, cuando se lanzaron bulos para criminalizar a sociedades secretas como Ios Illuminati o los masones, la conspiranoia ha ido mutando como un virus para adaptarse a los tiempos y reforzar su poder de contagio en los momentos de crisis y cambio social. La era de la desinformación, el auge de los neofascismos y, especialmente, la explosión de la pandemia del coronavirus han sido campo abonado para un resurgir conspiranoico que ya recorre nuestras calles.

En ‘El pensamiento conspiranoico’ (Arpa, 2021), el periodista Noel Ceballos ha desgranado las muchas formas que han adoptado los bulos para, como señala, convertirse en “la herramienta perfecta para pensar el mundo”.

¿Por qué siguen triunfando las mismas mentiras que se repiten desde hace siglos? ¿No hemos evolucionado como humanos?

Los cimientos del edifico son los mismos, solo ha cambiado la fachada. Las conspiraciones funcionan porque simplifican la explicación para dar sentido a un mundo complejo. Para ello el concepto de ‘ellos’ y nosotros’ es fundamental, necesitan enemigos invisibles muy poderosos a los que combatir, como una élite minoritaria que supuestamente gobierna el mundo en la sombra. Es normal que esa fórmula se vaya repitiendo. Hay cuatro ejes: el enemigo exterior, de fuera del país; el interior, ya infiltrado; el superior, cuando las élites nos manejan como borregos en base a sus intereses, y la inferior, cuando se trata de una rebelión de las masas. Esa última ha sido utilizada por los poderosos como sistema de control y para sembrar desconfianza para que clases bajas no lleguen al poder. Los conspiranoicos creen haber visto cómo funciona realmente el mundo, y cuando adoptan ese marco para interpretar la realidad es como si se pusieran unas gafas: todo se ve tamizado por la conspiración.

La pandemia ha sido como echar napalm en un bosque que ya ardía

¿Ha sido la pandemia un catalizador de las conspiraciones?

Había mucha conspiración latente, pero en momentos de grandes cambios, crisis o catástrofes es cuando históricamente afloran. La pandemia ha sido como echar napalm en un bosque que ya se quemaba. Ha creado una situación muy incomprensible que genera muchas dudas. Y entonces aparece gente que dice tener respuestas fáciles y enemigos claros: las élites económicas, los progresistas, China… En el fondo dan rostro a un problema abstracto para alimentar una sensación de venganza.

Las conspiraciones han atraído históricamente a gente de distintas sensibilidades políticas, pero cada vez más están siendo instrumentalizadas por la extrema derecha. ¿Casan bien ambos dogmatismos?

Sí, la conspiranoia es, por defecto, dogmática y no se fía de nada. La extrema derecha ha asumido como propios discursos que estaban en los márgenes de internet y les ha ido muy bien. Poco antes del 2016, la alt-right (derecha alternativa) experimentó con la desinformación conspiranoica en Estados Unidos y ahora gran parte del Partido Republicano ha caído en lo mismo. Al populismo le va muy bien ese discurso porque le sirve para atraer el voto de los descontentos con el sistema.

Al populismo le va muy bien el discurso conspiranoico para atraer el voto de los descontentos con el sistema

El pensamiento conspiranoico y la extrema derecha actual se venden como parte de la resistencia contra un sistema fraudulento. ¿Es la nueva contracultura retrógrada en lugar de emancipadora?

Es posible. Antes la contracultura progresista luchaba por derechos sociales (mujeres, minorías étnicas, comunidad LGTBQ+…) que empiezan a ser aceptados. Los que se consideran rebeldes y políticamente incorrectos suelen ser reaccionarios que imitan viejas técnicas de los movimientos revolucionarios pasados para ver si pueden mover el péndulo hacia la otra dirección.

¿Lo ve también en los partidos políticos españoles?

La política española actual tiene algo de conspiranoico, pero es difícil hacer una fotografía. Cuando se polariza mucha el discurso y se crean bandos histéricos en contexto de guerra cultural es muy fácil caer en ese marco mental. La conspiranoia sirve como pegamento comunitario, refuerza que nosotros somos los buenos y los otros son los malos.

Portada de 'El pensamiento conspiranoico', de Noel Ceballos

Portada de 'El pensamiento conspiranoico', de Noel Ceballos / Arpa Editores

En el caso de los antivacunas hemos visto como un movimiento tradicionalmente libertario y de tintes izquierdistas está siendo usado por grupos que van de lo identitario a lo neonazi...

Entre los antivacunas siempre ha habido mucha transversalidad ideológica, pero con la llegada de la pandemia la extrema derecha ha instrumentalizado el movimiento para atacar el gobierno para que “no decida por ti”. Sigue siendo un pensamiento muy libertario.

La conspiración usa códigos simples para señalar que somos engañados por elites poderosas que quieren mantener su poder. ¿Se ha convertido la creciente desigualdad social en gasolina para popularizar ese pensamiento antiestablishment?

Sí, las grandes conspiranoias se dan en momentos socialmente revueltos, pues dan respuesta a la indignación por esa desigualdad y crean un supervillano con un plan maléfico al que culpar. Para la gente es más fácil pensar eso que aceptar que todo es un poco aleatorio.

Es más fácil creer que un villano controla nuestras vidas que aceptar que todo es un poco aleatorio

Y las redes sociales han sido el altavoz ideal…

La aceleración de procesos que vivimos con la tecnología han impulsado las conspiraciones. Antes, cuando querías lanzar una campaña de bulos tenías que escribir un libro, imprimirlo y distribuirlo. Ahora con Internet eso es instantáneo. Una teoría puede viajar por el mundo, siendo traducida en minutos. En 2016 lo vimos con Facebook con la campaña a favor del Brexit y los bulos que se difundían ahí. Nunca antes tanta gente había sido expuesta a esas conspiraciones de forma tan normalizada.

Ese morbo de la conspiración para vender va más allá de las redes sociales y programas televisivos como Cuarto Milenio también actúan de aspersor de esas teorías…

Sí, hay una fina línea entre las hipótesis y la especulación con la popularización de conspiraciones. Y pasar de una curiosidad sana o entretenimiento a algo patológico es un choque. En época de desinformación estamos en un terreno en el que verdades como que la tierra es redonda pueden ser cuestionadas. Esa crisis de la verdad común que compartíamos entre todos ha abierto una grieta donde se han colado estas teorías. Algunas inofensivas pero otras potencialmente peligrosas o desestabilizadoras para la convivencia social.