Disco revolucionario

30 años de ‘Nevermind’, de Nirvana: la última vez que el rock incendió el mundo

El álbum cumple tres décadas convertido en un símbolo insurrecto, y ve la luz en castellano la referencial biografía del grupo ‘Come as you are’

Nirvana

Nirvana / Steve Double

Jordi Bianciotto

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Qué cosecha, la de aquel año 1991: Primal Scream, Metallica, Red Hot Chili Peppers, My Bloody Valentine, REM, Guns n’Roses… Álbumes relevantes en órdenes muy distintos, si bien ninguno de ellos llevó el poder del rock más allá del rock como ‘Nevermind’ de Nirvana, bomba cultural dirigida a los cimientos de la gran industria musical. ¿Logró sus propósitos a largo plazo? La discusión está abierta, si bien cabe conceder que, más allá de la sacudida inicial, con aquel barrido (temporal) de figuras pop huecas y el auge del rock independiente a lomos de la marca grunge, el álbum, lanzado aquel 24 de septiembre, permanece como una pieza de música bella y salvaje, de poética sufrida y dinámicas ‘bigger than life’, que bien puede seguir capturando a cualquier oyente tres décadas después.

Festeja el cumpleaños de ‘Nevermind’ la edición de un libro troncal, ‘Come as you are. La historia de Nirvana’ (Contra), de Michael Azerrad, venido directamente del fragor de aquellos días en que una banda de ética punk conquistó el mundo: el volumen vio la luz en inglés en 1993, es decir, cuando el grupo todavía existía, como reflejo vivaz del vínculo amistoso del autor con los músicos, y aparece ahora en castellano en la cuidadosa traducción de Elvira Asensi (que ya se las tuvo con sendos tomos de Neil Young y Richard Lloyd, de Television).

Antes de la mitología

La distancia temporal siempre puede modificar percepciones, pero Azerrad destaca a este diario que el libro fuera escrito en ese momento, "antes de que décadas de dudas y de construcción de mitos se asentaran sobre la banda como una nube de polvo, oscureciendo lo que realmente era Nirvana y lo que significó para la gente". El autor subraya que no es una biografía autorizada y que la banda no lo controló. “Ese fue mi acuerdo original con Kurt. Le dije: ‘No se puede autorizar’. Y Kurt me contestó: ‘Claro que no, eso sería demasiado Guns n’Roses’". El autor prepara ahora una versión "extensamente comentada" de su obra, incluyendo "algunas revelaciones". 

Se eleva sobre el relato el aura de un artista, Kurt Cobain, cuyo historial fluye con detalle (el divorcio de sus padres, la vida en la decadente Aberdeen, la hiperactividad diagnosticada, los dolores estomacales), un chico que, según declara él mismo en el libro, la mitad del tiempo era "un capullo nihilista", y la otra, "tremendamente vulnerable y sincero". Azerrad lo recuerda como "una persona torturada, pero también reflexiva y sensible, lo cual es remarcable, porque a menudo, la gente con ese nivel de éxito se obsesiona con ella misma", cuenta el autor. "Kurt tenía empatía".

El fin del rock en 1991

‘Nevermind’ es el símbolo de, cuanto menos, el intento no calculado de derrocar el orden industrial de la cultura pop. "Llegó en el momento preciso, cuando la gente estaba harta de música manufacturada, sin contenido, como la de las ‘boy bands’ y el hair metal", argumenta Michael Azerrad. Al lector del libro quizá le sorprenda constatar que ya en 1991 se hablaba del fin del rock (supuestamente liquidado por criaturas como Paula Abdul y Milli Vanilli, hoy en la cuneta), y que también entonces, como escribe Azerrad, los veinteañeros de Estados Unidos, escarmentados a base de Reagan, sida y pesadillas nucleares, "estaban seguros de ser la primera generación en albergar pocas esperanzas de que les fuera mejor que a sus padres".

En ese paisaje tibio creció Cobain, buscando primero el alivio en los discos de las ‘stadium bands’. Ironizaba con hacer de Nirvana "el grupo más grande del mundo", si bien luego el sueño dorado se convirtió en fuente de angustia. "Kurt tuvo un fuerte conflicto con la fama", observa Azerrad. "Creció escuchando a Kiss, Cheap Trick, Queen y Black Sabbath, pero luego se metió en la escena punk de Olympia, Washington, que era muy anticorporativa y que le causó una gran impresión. Nunca pudo conciliar plenamente ambos paradigmas".

Una voz determinante

‘Nevermind’ trajo consigo un enfoque del rock antagónico con las superproducciones de la época, atendiendo, según Azerrad, al "ciclo continuo en el que la música pop blanda es reemplazada por sonidos más orgánicos, como el auge del folk a principios de los 60 o el punk rock a finales de los 70". Según explica en el libro, el productor Butch Vig atribuía una parte del impacto de canciones como ‘Smells like teen spirit’, ‘Come as you are’ o ‘Lithium’ a la voz de Cobain, transmisora de "misterio, pasión e intensidad".

Sustanciosas son las observaciones sobre la naturaleza de esas canciones, hechas de la tensión entre polos opuestos, la extrema quietud y el espasmo, y de textos impresionistas (no reproducidos en el libreto del disco: "Supongo que me faltaba confianza en mí mismo", confesaba Cobain); letras ricas en fogonazos con enmiendas a los roles de género o trazos de autoparodia colectiva: hacia ahí apuntaba el ‘espíritu adolescente’, un coqueteo sarcástico con la idea de revolución. Cobain trató de espolear a su propio público tachándolo de apático, un punto que, en el libro, le lleva a confesar que se excedió. "Me obcequé en echarle la culpa a esta generación", reflexiona, sospechando que sus reprimendas le equiparaban a un "padrastro malvado".

Contra la "basura corporativa"

Volviendo al interrogante inicial, ¿desplazó ‘Nevermind’ el ‘mainstream’? Más bien parece que el impacto fue transitorio, además de resultar el canto del cisne del rock como lenguaje hegemónico en la música popular. Pero el álbum se proyectó en el duradero ‘underground’, y sigue encarnando un punto de señalización inspirador. "Con el tiempo, la gente se cansa de la basura corporativa y pide algo auténtico. Ese momento vendrá de nuevo", estima Michael Azerrad, para quien ‘Nevermind’ puede seguir conquistando oyentes en tiempos de trap y reguetón porque "sus canciones provienen del corazón y del alma de Kurt, y es posible disfrutarlas tanto si te gusta el rock como si no". El disco es hasta proveedor de gloriosos chistes malos: la demanda del niño de la portada, Spencer Elden, ahora treintañero, por "explotación sexual", ante la cual Azerrad no se inmuta: "A los estadounidenses les encanta demandar". 

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