Festival de San Sebastián

Fernando León de Aranoa: "Necesito la risa para hablar del mundo en el que vivimos"

El director de 'Los lunes al sol' vuelve a contar con Javier Bardem en una película en la que la presencia del intérprete lo es todo y en la que encarna a un empresario que sintetiza todos los males del capitalismo.

bardem aranoa

bardem aranoa / EFE / Javier Etxezarreta

Beatriz Martínez

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Fernando León de Aranoa vuelve a coger las riendas de la actualidad de nuestro país desde una perspectiva opuesta a lo que hizo en 'Los lunes al sol'. Ahora es un empresario, Blanco, interpretado por un totémico Javier Bardem, el que se sitúa en el centro del relato para analizar las relaciones de poder en el entorno laboral, abordando temas peliagudos a través de risas envenenadas. El filme se presentó este martes en el Festival de San Sebastián.

¿Cuál es el germen de 'El buen patrón'?

Lo primero que aparece es el personaje central y el título, que son al fin y al cabo lo mismo. Tenía en la cabeza referencias reales de empresarios que conocía y sus dinámicas con los trabajadores, y esa necesidad de estar pendiente de todos, pero de una manera un tanto invasiva, un falso paternalismo que al fin y al cabo tiene que ver con la productividad de su negocio. 

¿Podría considerarse una metáfora de las relaciones de poder? 

Las relaciones de poder se encuentran en todos los ámbitos de nuestra vida. Es un fuego cruzado, no solo de arriba hacia abajo, sino también de forma horizontal, por eso en la película aquellos trabajadores en mejor posición que otros también ejercen su parcela de dominio. Hay mucho de marcar límites en nuestra sociedad, de lanzar cuchillos. 

Que el protagonista dirija una fábrica de balanzas no es casual, todo el rato se refiere al equilibrio

El personaje de Blanco tiene un enorme control sobre todo aquello que le rodea, tanto a nivel personal como profesional. Sabe que algunas cosas están torcidas, pero maneja la situación. En realidad, la historia cuenta cómo ese equilibrio es falso y se le va de las manos, se desmorona e intenta recuperar el control. Y, como no puede conseguirlo, las situaciones se convierten cada vez en más extremas. 

Se hablan de muchas cosas en la película. Del racismo, del sexismo, de la toxicidad masculina, la lucha sindical. ¿Cómo quiso encajar todas estas cuestiones? 

No están introducidas porque sí, ni corresponden a una agenda política. Son los temas de los que se nutre nuestro entorno laboral, como la idea de la justicia, que viene implícita dentro de esa metáfora en torno a lo que está bien o mal. 

En 'El buen patrón' se introduce en el territorio de la sátira. ¿Quería que el espectador empatizara con el personaje de Javier Bardem? 

Yo quería que nos pusiéramos en su piel y a partir de ahí reconociéramos nuestros vicios, errores o hipocresía a la hora de relacionarnos con los demás. Junto a Bardem pensamos mucho sobre hasta qué punto estaría dispuesto a llegar el personaje, dónde estarían sus límites. No hemos querido caer en el estereotipo, ni tampoco en la caricatura. 

Eso encierra algunos riesgos porque, en el fondo, nos estamos riendo a través de un personaje que es deleznable

Es uno de los objetivos de la película, aunque luego intelectualmente te reveles contra lo que estás viendo. Éticamente te parece reprobable, pero forma parte de la naturaleza oscura de la película. Es difícil encontrar el tono, hay que medirlo muchísimo para que funcione, eso es verdad, y encontrar el punto justo.

Yo quería hacer algo parecido a lo que Roman Polanski consiguió en 'Lunas de hiel', que ha sido un referente para mí, algo que tuviera un punto de vista muy punki, que te atrajera al mismo tiempo que te repeliera.

Han pasado casi veinte años de ‘Los lunes al sol’ y ahora regresa con un personaje casi antagónico a la hora de hablar de la lucha de clases

Creo que esta película es un cruce entre 'Familia' y 'Los lunes al sol', porque se abordan temas sociales, pero desde la sátira afilada y con muchas dosis de humor negro. Creo que estoy en un punto de mi carrera en el que necesito la risa como forma catártica para hablar del mundo en el que vivimos.