Entrevista

Roger Mas: “Catalunya no sabe celebrar los éxitos ni asumir las derrotas”

El cantautor de Solsona estrena este jueves en el Mercat de Música Viva de Vic su nuevo álbum, ‘Totes les flors’, que sale el viernes y con el que celebra su 25º aniversario de carrera

Roger Mas presenta disco en el Mercat de Musica Viva de Vic

Roger Mas presenta disco en el Mercat de Musica Viva de Vic / FERRAN SENDRA

Jordi Bianciotto

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Cumple 25 años de trayectoria, pero no lo celebra mirando hacia atrás, sino con un disco de material nuevo.

Este 25º aniversario es importante para mí, me hace pensar que estoy en el ecuador de mi carrera, porque 25 años más los pienso durar. Hace tiempo que decidí que había que celebrarlo así, con canciones nuevas, y no con un recopilatorio.

Debutó en 1997 con ‘Les flors del somni’, en tiempos en que la canción de autor podía parecer un anacronismo, arrastrando todavía la crisis de los 80.

Y era el final del ‘rock català’. Yo estaba en tierra de nadie. Recuerdo que la palabra cantautor no quedaba bien, pero yo la asumí desde el primer día. Si la gente que me gustaba, como Pau Riba y Sisa lo eran… Y Lou Reed, y Leonard Cohen… Me di cuenta de que cantautor era alguien con una preocupación por la parte literaria de las canciones, y no me gustaba que se asociase a una estética musical precisa. Ahora pienso que quizá estaba equivocado.

Sus referentes eran los más heterodoxos de la escena catalana, y luego algunas figuras foráneas: Lou Reed-The Velvet Underground, The Doors y el italiano Fabrizio de André.

Lo de The Doors y Lou Reed fue desde la adolescencia, con la mitificación propia de la edad, mientras que Fabrizio es el primer artista que admiro desde la serenidad, desde el punto en que ya sabes cuál es tu estética musical.

También le marcó su abuelo Joan, músico de cobla.

Me enseñó a tocar el clarinete y el saxo. Su tenora no llegué a verla, porque la vendió en una época en que estaba necesitado de dinero. Por eso digo que yo fui un músico de tenora frustrado.

Un grupo pop que cante en inglés quizá puede parecer de cualquier parte, pero su obra está muy enraizada en Solsona y en la mística y la naturaleza de la ‘Catalunya vella’.

Yo soy como soy, tengo una herencia y la aprovecho al 100%, pero sin hacer una reivindicación. Pero las armas que tengo no las tiene nadie más, y creo que eso es lo más interesante que tengo para aportar. Los artistas que más me gustan van por aquí. Es como los vinos: me gusta saber de dónde son las cosas y por qué son como son.

Los artistas suelen decir que su nuevo disco es el mejor. ¿Cómo ve ‘Totes les flors’ con la perspectiva de este 25º aniversario?

Es el mejor desde ‘Les cançons tel·lúriques’ (2008), aunque las mejores composiciones fueron las de ‘A la casa d’enlloc’ (2010), pero fue un disco en el que parte de la producción no me dejó satisfecho y en la promoción no lo vendí adecuadamente. Pero ahí está ‘El calavera’, que funcionó bien, y ‘Les tres germanes’, una de mis mejores canciones y que no conoce nadie, y ‘El dolor de la bellesa’, que triunfó más adelante en el disco con la Cobla Sant Jordi. En el nuevo hay una manera de decir las cosas de la que antes no habría sido capaz, y a la vez un repaso a los arquetipos de canción que he cultivado a lo largo de los años. Es el disco en el que he dado más en la diana, llegando a donde quería.

¿Qué lugar era ese?

De mí se ha dicho que era críptico en las letras, y aquí, sin dejar de serlo, he conseguido ser a la vez muy claro. Es un disco serio, pero que busca desesperadamente la sonrisa. Está equilibrado. Perejaume ha inaugurado una exposición en el Museu de Solsona, ‘D’un or que crema’, donde ves un tronco y cuando te acercas y lo tocas te das cuenta de que es una piedra calcárea, y luego una roca grandísima que resulta ser de madera. Juega con la transmutación de la materia, con las cosas que se parecen, y lo que se ve y no se ve. Me gusta ese concepto. Hay cosas así en la naturaleza: cosas que se ven y que, si te mueves un poco, ya no están. Aquí he conseguido eso: enseñarme y esconderme a la vez. Casar al Roger de ‘Oda a Francesc Pujols’ y el de las profundidades.

Como en ‘Mort, qui t’ha mort?’

Hacía años que no reíamos tanto. Fue como una epifanía. Es la única canción del disco con crítica social. Siempre se dice que el poder da pan y circo al pueblo para que se entretenga, y yo pienso que es el pueblo el que lo pide a gritos: “volem pa i circ!”.

Ha grabado su primera rumba, ‘Amb la polla i amb l’ou’, dedicada a Carme Ruscalleda.

Es un género que no conozco mucho. Una de mis favoritas es la rumba-sardana ‘Fum, fum, fum’, de Pau Riba, en el disco ‘Jisàs de Netzerit’, con Sicus Carbonell. La canción es un homenaje al perfeccionismo y la precisión de Carme. Creo que un gran artista debe tener desarrolladas su parte masculina y su parte femenina, las dos, y que eso ella lo tiene. Hay que saber ser hombre y mujer para hacer lo que hace.

¿Y en lo suyo?

Yo lo intento. La parte femenina la he intentado cuidar siempre, pero no lo tengo teorizado suficientemente bien para explicarlo mejor.

El disco también incluye un blues con Quico Pi de la Serra.

Es quizá la música más antigua del disco, de 1996 o incluso antes. La letra la rehíce toda, porque era un desastre absoluto. Pude contar con Quico, que es muy importante en mi carrera. Una canción como ‘Sota l’om’ no existiría sin él. En 2003, Amadeu Casas y yo íbamos cada martes a las siete de la tarde a su casa, en la plaza de Sant Jaume, a hablar y tocar.

Serrat dice que Quico es el más grande. ¿Se le reconoce lo suficiente?

No sé si él se siente reconocido, pero creo que no lo está. No tiene la discografía actualizada en las plataformas digitales y haría falta que se le hiciera un gran recopilatorio, y masterizaciones. Tiene un montón de perlas desperdigadas que, si las juntaras, saldría un disco doble imbatible. Pero él siempre ha pensado que eso era trabajo de las compañías, no suyo, y que él hace canciones. Eso me gusta mucho. En realidad, más que un ‘bluesman’, Quico es un ‘punkie’.

¿El país es culpable?

Al país hay que dejar de darle las culpas. Es como culpar de las cosas a tu hermano pequeño, o al mayor. ¿Qué más se le puede pedir a este país culturalmente? Una cultura con esa poca potencia, al lado de la castellana o la anglosajona… Hay que celebrar las cosas que se hacen bien, más que criticar las que se hacen mal, que son más de esperar. Esa debe ser la actitud.

Aunque usted ha consolidado una carrera, el papel del cantautor en el siglo XXI no es comparable al de Serrat, Llach, Raimon, Ovidi o Bonet en otros tiempos.

Son otras circunstancias. Yo siempre, desde el primer momento, he sabido que esto estaba fatal. Lo he tenido fácil por eso, porque era muy evidente. No he tenido la suerte ni la oportunidad de hacer grandes éxitos, pero no me quejo, porque ya me va bien. Estoy contento con el lugar, la sillita, que me ha dado este país, cuidando de este pequeño huerto. Porque si fuera más grande, yo sería infeliz. Creo que me costaría gestionarlo.

No es partidario de la queja.

En pequeño comité, ¡en casa lo hago mucho! Hay cosas que se pueden decir en un sitio y no en otro. Y quejarnos, podemos hacerlo todos, pero no estar ahí instalados. ¡Lo que falta es alegría e ilusión! Y este es un país con una creatividad por centímetro cuadrado enorme. Lo de Catalunya es muy gordo, y hay que celebrarlo. Lo que pasa es que no tiene criterio. Eso lo decía Perejaume respecto a Miro y Picasso. Catalunya es muy amable con las cosas tiernas: los artistas que empiezan, que publican sus primeras obras… Porque es un país de valles y vallecitos, de montañitas y placitas. Ves este valle, pero no el de al lado, y te centras en mimar la florecita que tienes delante. Pero cuando crece… Entonces, desde la gran llanura de París sí que ven qué ‘bolets’ salidos de Barcelona son los buenos. Y luego, a los medios, los públicos en particular, que tienen la obligación de velar por la patria y la lengua, a veces les cuesta tener criterio. Nos criticáis poco, porque nos conocemos todos y sabéis de nuestras dificultades. Pero no hace falta que comencéis ahora conmigo, ¿eh?

La alegría y la ilusión que defiende quedan condensadas en la frase que abre el álbum, ‘M’illumino d’immenso’.

El poema ‘Mattina’, de Ungaretti. Está todo ahí. Es lo que quiero que sea mi vida: esta libertad, ese poder ir a todas partes, que te toquen todas las luces y ver todos los tornasoles. Representa estar abierto a la grandiosidad de la experiencia humana. Hay momentos en que lo ves todo negro, y yo ahora vengo de una época de haberte roto a trocitos y haberte recompuesto.

Y está el tiempo de esparcir las flores y el tiempo de pisotearlas, como dice en la canción ‘Totes les flors’.

Es del ‘Libro del Eclesiastés’, del Antiguo Testamento, y reflejado también en la canción ‘Turn! Turn! Turn!’, de The Byrds: hay un tiempo para construir y otro para destruir. La niña de la canción es como somos las personas. Somos así, y debemos saberlo para animarnos a hacer bien las cosas, y no para castigarnos cuando las hacemos mal. Catalunya no sabe celebrar los éxitos ni asumir las derrotas. Los catalanes, cuando celebramos algo, no nos lo acabamos de creer, ni disfrutamos de la victoria: hay un punto de venganza, de resarcirte de algo, de pasar la mano por la cara de alguien… ¿Y disfrutar de algo que te ha ido bien, ser feliz sin darle más vueltas? No me extraña que los españoles no nos soporten, porque somos muy pesados y aburridos.