El libro de la semana

Crítica de 'Junil a les terres dels bàrbars' : cuando un poema es la zanahoria que nos hace avanzar

Joan-Lluís Lluís se atreve con una fantasiosa y un punto esperpéntica novela de aventuras situada en el imperio romano

Joan-lluis Lluis

Joan-lluis Lluis / FERRAN SENDRA

Valèria Gaillard

Valèria Gaillard

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Joan-Lluís Lluís (Perpiñán, 1963) es uno de los autores más inquietos del panorama actual. Inquieto porque en sus obras se deleita amasando la pasta literaria y arriesgando con recetas frescas. Empezó publicando una novela sobre la guerra de Argelia, 'Ulls de sorra' (1993), a la que siguieron la novela 'Vagons robats' y el relato erótico 'Cirera'. A partir de ahí, el autor ha cultivado la novela negra, el panfleto o los ejercicios de estilo. Con la ucronía 'Jo soc aquell que va matar Franco' ganó el Sant Jordi 2017. No se conforma, pues, con darle a la manivela, sino que tiende a jugar con distintas texturas narrativas y hasta se ha decidido a publicar su poesía, Salives (2021). En este contexto llega ahora una novela de aventuras 'Junil a les terres dels bàrbars', el primer título que publica con Club Editor (en castellano con Sigilo, traducida por Edgardo Dobry).

El narrador —que interpela de vez en cuando al lector cual aedo— arranca con el “había una vez…” para devanar una historia protagonizada por Junil, una joven menospreciada por su padre que, en los límites del imperio romano, aprende a leer contra todo pronóstico y emprende un viaje a pie por tierras desconocidas. Es una 'bildungsroman' en la que la heroína pasará por distintas pruebas acompañada de sus amigos, Tresdits, un esclavo escriba, Lafàs, un esclavo bibliotecario y Dirmini, un antiguo gladiador, “cuatro náufragos que tienen, para ir avanzando, el miedo a morir y un cierto deseo de dignidad”.

Tras la pista de Ovidio

El autor perpiñanés da un triple salto mortal para situarse en los albores del siglo I, momento en el que vivió el poeta latino Ovidio, que, sin saberlo, desencadenará esta odisea, puesto que el objetivo del viaje es encontrarlo. Lluís se divierte imaginando esta era pagana con apuntes esperpénticos como por ejemplo que el padre de Junil, escriba, se plantee prostituir a su hija y enriquecerse como proxeneta. La trama se sitúa en el Imperio, donde la jerarquía de poder entre amos y esclavos está muy delimitada. La capital, Nyala, es el reflejo de este orden, que no satisface a esta joven lectora, enamorada de 'Las metamorfosis' de Ovidio, quien está en el exilio.

Detrás de esta huida —una alegoría del camino hacia los ideales de libertad y democracia—, se esconde también un viaje al corazón del lenguaje. En su periplo ,Junil y los suyos se cruzan con pueblos que todavía no conocen la escritura y el lector vive, a través de sus ojos, la maravilla que supone poder fijar las palabras mediante unos signos que perduran, y por extensión las historias, que se propagan gracias precisamente a la escritura.

Joan-Lluís Lluís no consigue hacer siempre verosímil una época tan remota y unos personajes cuya mirada ingenua recuerdan al buen salvaje de Rousseau. Lo que pesa en la novela, que al fin y al cabo es de aventuras con un desenlace claro, es la capacidad narrativa del escritor salpicada con una imaginación mastodóntica. ¿Un ejemplo? Las exclamaciones “¡por los forúnculos de Marte!”, o las deidades que se saca de la manga Ablost, dios del semen, o Dumisté, dios de la sangre. Todavía debe de estar riéndose.