Crónica negra

Pere Arenys: la historia del último ejecutado en Andorra

'Morts, qui us ha mort?', la nueva novela de Iñaki Rubio, se adentra en un capítulo oscuro de la historia del Principado pirenaico

casa gastó andorra

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Antonio Porras

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Pere Arenys, el benjamín de una familia pudiente de la Andorra de la posguerra española, carga con un título que nadie desearía: el de último condenado a muerte del Principado. Acusado de fratricidio, Arenys escribía -sin quererlo- un oscuro capítulo en la historia del país. Una historia que se ha trasladado hasta la nueva generación de andorranos casi como un rumor, de boca en boca y transformada, a la fuerza, en una historia maldita.

A través de una investigación de casi cuatro años, el novelista andorrano Iñaki Rubio desentierra el caso para arrojar algo de luz. 'Morts, qui us ha mort?', recién publicada por Comanegra, no es solo la historia de un asesinato entre hermanos, sino también la de un drama familiar marcado por las enfermedades mentales y un sistema judicial inexpugnable.

Crimen doble

18 de octubre de 1943. Esa es la fecha en la que Pere Arenys fue condenado a muerte tras confesar el asesinato de su hermano Anton Gastó, teóricamente para quedarse con su herencia. La sentencia se leyó en la plaza del Príncep Benlloch de Andorra la Vella, delante de todo el pueblo, que en aquel entonces rondaba los 5.000 habitantes. Arenys, que llevaba dos meses encerrado en un calabozo en condiciones deplorables, apenas podía ponerse en pie. Mucho menos protestar. Sin derecho al perdón, como sí se había dado en casos anteriores, la comitiva vecinal siguió al condenado hasta el lugar donde fue fusilado.

El tratamiento inhumano a Pere Arenys constituye el segundo crimen en esta historia, por la que Rubio se interesaría 75 años después. "Era una historia silenciada", admite el autor. "No existe mucha información sobre todo este proceso. Hemos conseguido rescatar parte del sumario y encontrar información que pone sobre la mesa ciertas cuestiones que no coinciden con la versión oficial. ¿Por qué querría Pere convertirse en heredero cuando ya lo era por parte de madre de una casa en Caldes?", se pregunta. Por tanto, la crónica ficcionada plantea que la motivación fuera otra.

Junto a Jordi Mas, el nieto de una sobrina de la familia, Rubio consiguió volver a abrir las puertas de Can Gastó, en Canillo, la finca abandonada en la que había habitado la familia Gastó y que se había mantenido clausurada desde que la única hermana que quedaba viva, Àngela, fuera trasladada a un psiquiátrico de Barcelona después de los hechos. Allí, la mujer fue diagnosticada de esquizofrenia antes de morir en 1981, terminando con el linaje directo de la familia.

La escena del crimen

Aunque ahora Can Gastó está rodeada por la modernidad - a escasos 300 metros encontramos una carretera general y un restaurante-, la masía de piedra negra, de esa en la que el frío cala incluso en verano, se había quedado atrapada en el siglo pasado. "Al entrar casi todo estaba como lo habían dejado el día en que sucedieron los hechos. Muebles, ropa... Había también algunas manchas de sangre", explica Rubio.

La vida en un entorno rural era muy dura. De hecho, los hermanos protagonistas de la crónica dormían en la misma cama "para aprovechar el calor humano", dice Mas, quien conoce de primera mano que el frío nocturno de Andorra es prácticamente glacial. Más aun para una familia de campesinos para los que las comodidades del agua corriente o la calefacción eran todavía una utopía. Unas condiciones que fueron clave para desentrañar lo que verdaderamente sucedió con uno de los crímenes más sonados de Andorra.

Con la colaboración de las pocas personas de esa época que continúan vivas, familiares de los involucrados y los archivos oficiales de Andorra La Vella y de Canillo, 'Morts, qui us ha mort?' recoge una investigación de tres años buscando justicia para una historia que Rubio considera que no ha sido tratado de la forma correcta. "En Andorra hay mucho tabú con ciertos temas", como sus episodios violentos. "Son gente reservada", aclara el escritor.

Ahora, la finca donde sucedieron los crímenes está siendo restaurada por su familia con la intención de convertirla en un alojamiento rural.

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