Rescate literario

Armonía Somers, rara entre los raros

Se publican los ‘Cuentos completos’ de una de las autoras uruguayas marginadas de la etiqueta ‘boom.

Somers es ahora reivindicada por las emergentes y muy exitosas escritoras latinoamericanas 

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Elena Hevia

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Cuando los autores del ‘boom’ desembarcaron en nuestras librerías, instituyeron una literatura latinoamericana con un poderoso y muy masculino deseo de abordar novelas totalizadoras. Pero junto a Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar o Carlos Fuentes –por acotar la lista- no solía incluirse a ninguna mujer escritora. ¿No existían? Por supuesto que sí, pero nadie se dignó entonces a situarlas no ya en un escalón equitativo del podio sino sencillamente a nombrarlas. Autoras contemporáneas a aquellos grandes hombres las hubo y muy buenas y  han tenido que pasar muchas décadas desde entonces para que, cuando la potencia de las actuales autoras latinoamericanas sea hoy en uno de los fenómenos más interesantes de la literatura en castellano, estas ‘nietas’ reivindiquen a sus ‘abuelas’  y las conviertan en sus modelos. Y es que hoy no se puede entender la inquietud que producen los textos de Samanta Schweblin o Mónica Ojeda , por ejemplo, sin leer a la rarísima autora uruguaya Armonía Somers (1914 -1994) , una de esas adláteres ninguneadas del ‘boom’ de quien Páginas de Espuma ha rescatado sus ‘Cuentos completos’ en una edición prologada por la especialista María Cristina Dalmagro.

Surrrealismo delirante

No es fácil hincarle el diente a los trabajos de esta mujer porque no se lo pone fácil al lector que debe enfrentarse a su sintaxis rota, su narrativa radical y una atmósfera de irrealidad que la vincula al surrealismo. “Desde luego la suya no es una literatura para leer en el autobús – explica Dalmagro-, es compleja y cala muy profundamente en los aspectos más dolorosos del ser humano”. Y aunque no hay constancia de que se conocieran, es muy fácil emparentarla con la brasileña Clarice Lispector con quien comparte ese aire de extrañamiento y rareza. “Las dos cultivan en sus relatos el momento desencadenante, la epifanía que dinamita el relato por dentro e impacta en el lector”, ambas trabajan ese aire fantasmagórico que hace que sus creaciones, aun no siendo estrictamente fantásticas, lo parezcan. Y en un país, un paisito, como Uruguay con autores tan inclasificables como la recientemente editada Marosa di Giorgio o  Felisberto Hernández (maestro del relato onírico que nunca ha acabado de tener en España el prestigio que se merece)  ella engrose la lista de los “raros”, como los definiría Ángel Rama, los insólitos.

No toda la culpa del borrado de la escritora lo tiene el estamento cultural. Para ella ocultarse era una manera preservar su libertad. Somers era en realidad el ‘nom de plume’ de Armonía Etchepare, profesora de primaria y prestigiosa pedagoga y para publicar su primera novela en 1953, 'La mujer desnuda' (editada  el año pasado por Trampa) tuvo que crearse una doble personalidad. No es extraño si se explica que era una novela de fuerte calado erótico y sobre todo un poético delirio en la que la protagonista, el día de su 30 cumpleaños, se corta la cabeza y se la vuelve a colocar para adentrarse totalmente desnuda en un bosque donde encontrará hombres, violencia y miseria extrema. Su aparición fue una bomba, “se dijo que bajo aquel seudónimo se escondía un hombre porque era imposible que aquello lo hubiera escrito una mujer”, dice a Dalmagro. Somers no dio entonces la cara pero sí acudió a la presentación de la obra de incógnito.

A vueltas con la Inmaculada

El escándalo también se disparó en uno de sus grandes relatos ‘El derrumbamiento’ en el que la imagen religiosa de la Inmaculada Concepción cobra vida para copular con un pobre hombre negro, muerto de miedo. En otro de los cuentos, el magistral ‘Muerte por alacrán’, la tensión por la posible picadura del animal se vuelve insoportable, casi como un cuento de terror (en la edición de Páginas de espuma se incluye un  guion cinematográfico inédito sobre el relato). El conjunto de sus relatos convoca horrores entre  linchamientos, violaciones, accidentes sangrientos, mujeres que amamantan a hombres, locos y vagabundos.

Otra de las circunstancias que también ha abonado su olvido es su nula posición política. La ficción imperante en los 60 y 70, hasta la dictadura, estaba fuertemente vinculada a un  realismo militante y el mundo excéntrico de la autora se consideraba una fantasía retrógrada. “Durante la dictadura siguió escribiendo pero no publicó nada”, dice Dalmagro. Lo que escribió entonces fue su obra maestra, una especie de ‘Ulises’ latinoamericanos, 'Solo los elefantes encuentran mandrágora' que en un principio quiso editar' posmortem' pero finalmente accedió darlo a la luz en 1986.  Misteriosa como era, no quiso dar apenas interpretaciones de aquella novela que no se parecía a nada pero sí afirmó que era la “caja negra” que dejaba a la posteridad. 

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