Disco de la semana
George Harrison y su obra maestra, 50 años después
El triple álbum ‘All things must pass’, declaración de independencia artística y cumbre del catálogo pos-‘beatle’, ve la luz en una reedición en CD y vinilo
Jordi Bianciotto
Periodista
De la rivalidad entre John Lennon y Paul McCartney surgió un campo magnético con poco margen para intrusos. Mirándose ambos por el rabillo del ojo para ver quién hacía la canción más mayestática, y repartiéndose el grueso del ‘tracklist’ de los álbumes, mantuvieron a pan y agua al pobre George Harrison, que tuvo su ocasión de brillar, por fin, tras la disolución del grupo, en 1970. La gran venganza: ‘All things must pass’ se ganó su alto lugar en el catálogo pos-‘beatle’ con sus canciones contemplativas, de refinadas melodías bañadas en mística Hare Krishna y elaboradas con la ayuda de sus (nuevos) amigos.
Harrison dio ahí salida, por fin, a un amplio cancionero, con piezas que habían sido vetadas por Lennon o por McCartney, lo cual unido a las generosas ‘jams’ del tramo final dio lugar al primer triple álbum de un artista de rock. ‘All things must pass’ reaparece ahora para festejar, con algunos meses de retraso (el álbum vio la luz en noviembre de 1970) su 50º aniversario y recordarnos la serena mirada filosófica de su autor: todo es pasajero, incluso la hegemonía ‘beatle’. Reedición en hasta siete formatos distintos, incluyendo un muy materialista mamotreto de ocho vinilos, cinco compactos y ‘bluray’ al precio de 1.009,99 euros.
Cantando a la divinidad
La obra refleja un acercamiento de Harrison a Bob Dylan (con quien firma el fraternal tema de apertura, ‘I’d have you anytime’), bajo el influjo de las ‘basement tapes’ que este le dejó escuchar antes de tiempo y del álbum ‘Music from big pink’ (1968), de The Band. El cómplice en la producción fue nada menos que Phil Spector, y aunque no tuvo la última palabra en las mezclas, se insinúa su ‘wall of sound’ en piezas como la airada y cargada ‘Wah-wah’, un reflejo lírico de las malas vibraciones que envolvieron las sesiones de ‘Let it be’. Otro aspecto distintivo es el gusto de Harrison por el ‘slide guitar’ en temas como el popular ‘My sweet Lord’, con sus resonancias góspel, “plagio inconsciente” de ‘He’s so fine’, de The Chiffons.
‘All things must pass’ es la declaración de independencia de Harrison y, a la vez, un manifiesto colaborativo de altos vuelos, ya que cobra forma de la mano de músicos como Klaus Voormann (Manfred Mann), Alan White (futuro batería de Yes), Dave Mason (Traffic), Billy Preston o Bobby Keys, así como Eric Clapton y sus inminentes cómplices en Derek and the Dominos. Con ellos cruzó su Rubicón el más retraído de los Beatles, lamiéndose las heridas en ‘Isn’t it a pity’, disertando en torno al espíritu y la carne en ‘Let it down’ (con su esposa, Pattie Boyd, en el centro del fatídico triángulo confabulado por Clapton) y en la advertencia acerca de los “líderes codiciosos” de ‘Beware of darkness’. Su resplandor permanece 50 años después.
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