Violencia domestica 'queer'

Carmen María Machado: "Muchos de los villanos de Disney tienen una vertiente drag queen"

La autora norteamericana de origen cubano lleva a su primera novela su experiencia como víctima de una relación tóxica en una pareja lésbica

Machado

Machado / TOM STORM

Elena Hevia

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Hace tres años, la escritora norteamericana de ascendencia cubana Carmen María Machado (Allentown, Pensilvania, 1986) desembarcó en nuestras librerías con ‘Su cuerpo y otras fiestas’, un conjunto de relatos experimentales y una buena carta de presentación para su ADN inquietante y salvaje que la emparenta con buena parte de la literatura latinoamericana escrita por mujeres en la actualidad. Sorprendentemente, Machado es incapaz de leer a estas autoras en el idioma de sus ancestros, aunque participe, como Samanta Schweblin o Mariana Enriquez -a las que sí ha leído en inglés- de su gusto por la narrativa de terror, los cuentos de hadas -muchas veces también sumamente terroríficos- y las novelas góticas. 

En su primera novela, 'En la casa de mis sueños' (Anagrama) vuelve a poner todos estos ingredientes en la probeta humeante y lo que surge es, entre otras cosas, una reformulación del viejo cuento de 'Barbazul'. A saber: una cándida chica que se va a vivir con su amor a la casa del título, para acabar descubriendo el error que ha cometido. La originalidad, en este caso, que marca la novela es que esto no es la típica historia tóxica de maltrato machista sino que acontece en el seno de una pareja de lesbianas. Porque el hecho diferencial que Machado aporta al asunto es su perspectiva ‘queer’. 

Variaciones sobre el horror

Los abusos en las relaciones homosexuales apenas cuentan con letra impresa pero existen. Machado lo sabe bien porque el texto es autobiográfico: ella fue la víctima en la relación que se relata en el libro. Y aviso: no hay nada estereotipado en esta historia. La escritora es una latina grande y fuerte, mientras que su maltratadora era rubia, delicada y de familia adinerada. El formato, fragmentario y juguetón a modo de variaciones siguiendo el ritmo de los distintos géneros y la cultura pop, es su principal valor literario. Tampoco se ajusta a las reglas.  

"El concepto de violencia doméstica te remite a un hombre blanco y fuerte que maltrata a una mujer, pero hay multitud de variantes. Los textos que encontraba sobre los abusos en relaciones homosexuales o eran muy académicos o poco personales, no me servían, y mi idea precisamente era averiguar a qué se debe este vacío", cuenta a través de videoconferencia desde una casa de Filadelfia que por suerte, dice, no está embrujada y tiene poco que ver con la de la novela. "La casa de los sueños de mi novela es la que siempre has deseado, pero en el caso de las fantasías ‘queer’ significa también encontrar un mundo aparte y singular, válido en sí mismo. El problema es que una casa así puede ser un refugio pero también convertirse en una cárcel".

Los malos empoderados

La patata caliente para Machado es mostrar una villana ‘queer’ en un momento como el actual en el que la sociedad rechaza las históricas y malintencionadas representaciones del colectivo. "No quería caer en la vieja trampa de representar al malvado como gay o lesbiana. Pero hay una idea muy importante en el libro y es que si representas al villano como una sola cosa -incluso si esa cosa es positiva-, eso es un acto de violencia porque estás negando a la persona su individualidad y su humanidad. Así que también es absurdo decir que los malos no pueden ser ‘queer’". Dicho esto, Machado no invalida el interés suplementario que la representación del tradicional villano gay de las viejas películas. "Pongamos, por ejemplo, los malvados de Disney. Muchos tienen un sesgo extravagante y ‘drag queen’. Eso, por supuesto, está mal pero a la vez es fascinante y empoderado". 

La bruja del mar, Úrsula, villana de 'La sirenita'.

La bruja del mar, Úrsula, villana de 'La sirenita'. / DISNEY

Hay otro factor en su propia historia que Machado, sin dejarse arrastrar por el dolor a la hora de la narración, también tiene en cuenta y es la raza y el factor social a la hora de considerar o no a una mujer como víctima. Fue su caso, aunque su racialización como latina no sea tan evidente por su piel blanca. "Si una mujer blanca mata a su maltratador o maltratadora es probable que acabe siendo absuelta. Si se trata de mujeres negras o latinas, seguramente las condenarán. Mi ex tenía una Visa sin límite regalo de su padre y eso le permitía hacer lo que diera la gana. No era mi caso. Yo estaba físicamente atrapada en aquella casa". 

No haber encontrado bibliografía válida sobre la violencia doméstica y los abusos en el seno de las relaciones homosexuales es para la autora un crimen más contra el colectivo: "Lo fácil es decir que no tenemos historia, que nos falta contexto. Pero que no conozcamos esa historia no quiere decir que no haya existido, simplemente no hemos valorado darle espacio y tiempo. Por eso mi libro aspira a poner el foco en estas cuestiones. Nace de la necesidad de que me cuenten otras cosas".