Crítica de música

Rozalén hace las Américas en Porta Ferrada

La cantante albaceteña presentó su cuarto álbum, 'El árbol y el bosque', donde combate el recogimiento pandémico con ritmos y texturas latinoamericanos

Rozalen

Rozalen / Jordi García

Jordi Bianciotto

Jordi Bianciotto

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Disco a disco, y ya son cuatro, Rozalén ha ido definiendo un territorio propio donde la ‘cantautoría’ bien hilvanada se cruza con el aparato eléctrico del pop y el mestizaje con sabor latinoamericano, lo cual solapado a su figura de mujer resuelta que canta a las emociones, la belleza interior y las fracturas del mundo moderno explica su conexión con un público que sigue creciendo. Fueron 1.700 personas, según la organización, las que la agasajaron este lunes en Porta Ferrada, donde presentó ‘El árbol y el bosque’, un álbum, indicó, "lleno de amor, pero de mucho amor propio, que es bueno también".

Estas nuevas canciones deslizaron una simpatía panamericana a través de las inflexiones andinas de ‘La línea’ (en torno a las migraciones) y los coqueteos con la cumbia (‘Que no, que no’) o la ranchera (‘Amiga’, compuesta e interpretada en el disco con la chilena Mon Laferte), además de la versión de ‘La maza’, pieza original de Silvio Rodríguez, aunque con un tratamiento más florido y próximo a la adaptación de Mercedes Sosa. El juego de cuerdas y acordeones de su amplia banda (seis músicos) casó con su estilo refrescante, entre citas a Cristina Peri Rossi, Miguel Hernández y Dulce María Loynaz ("si me quieres, quiéreme entera"), y con la permanente asistencia de la intérprete del lenguaje de signos (y cómplice coreográfica) Beatriz Romero.

Aves liberadas

Rozalén compartió sensaciones muy identificables: la liberación que la música en directo trae en estos momentos ingratos (a propósito de ‘A tu vida’), el descubrimiento de que "somos vulnerables" (‘Aves enjauladas’) y la esperanza a través de la grieta, proyectada por una canción nueva, ‘Mar en el trigal’, lanzada en un ‘single’ compartido con Fetén Fetén. Esta pieza desplegó una oscuridad tribal que aportó un bienvenido contraste. ‘Loba’ apuntó a los vínculos tóxicos ("cuanto más me mandes callar, más ganas tendré de hablar") y con ‘El día que yo me muera’, con alegres aromas tropicales, dio a entender Rozalén que se toma con deportividad el tránsito hacia la última morada.

Sin innovar ni acercarse a las estéticas musicales del momento, esta albaceteña de 35 años se ha hecho un lugar con una forma de composición que conecta con protestas seculares conservando el buen humor y manteniendo a raya la afectación, si bien raspa a veces sus cuerdas vocales peligrosamente. Todo ello coloca en una casilla propia su canción despierta, de fondo artesanal.