Novedad editorial

Luis Baylón, el fotógrafo que escribe con imágenes

Su último libro, ‘Madrid en plata’, es un canto a la fotografía analógica en blanco y negro donde reúne 37 años de instantes y personajes anónimos de su ciudad captados a ras de calle

Fotos de Luis Baylón, del libro ‘Madrid en plata’.

Fotos de Luis Baylón, del libro ‘Madrid en plata’. / LUÍS BAYLÓN

Juan Fernández

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Una anciana saluda desde el umbral de una puerta, una pareja baila en la acera bajo la lluvia, un mendigo descansa en un banco rodeado de bártulos, un hombre apura un pitillo apoyado en la mesa de un bar. La vida está llena de estampas así, fugaces, rutinarias, tan del día a día que apenas reparamos en ellas. Pero al fotógrafo Luis Baylón (Madrid, 1958), esas imágenes que conforman el decorado de la cotidianeidad vienen gritándole ¡fotografíame! desde que se compró su primera cámara, allá por los años 70. Y él, incapaz de resistirse a esa llamada, lleva cuatro décadas y media componiendo un relato sin principio ni fin con todo lo que su ojo ve, su olfato le dicta y su objetivo registra.

Ahora, 37 años de secuencias cotidianas y urbanas, crudas y reales como la vida misma, los ha reunido en ‘Madrid en plata’ (Ediciones La Bahía / RM), libro de fotografías en blanco y negro e impresión en offset, áspero como la hoja de un periódico pero rebosante de sensibilidad, que es a la vez el retrato íntimo, aunque callejero y expuesto a la vista del viandante, de su ciudad entre 1984 y 2017, y un canto a la fotografía analógica que le dio sustento todos estos años y un nombre propio en el oficio.

Luís Baylón, en Madrid, con una de sus cámaras.

Luís Baylón, en Madrid, con una de sus cámaras. / DAVID CASTRO

Libros y fotos

Baylón pertenece a esa generación de fotógrafos ilustres y respetados -de la que forman parte figuras como Alberto García-Alix, Miguel Trillo o Manuel Sonseca- que levantaron acta de la llegada de la modernidad a España, más concretamente a Madrid, escenario habitual de sus imágenes. Retrató la resaca de La Movida, ilustró infinidad de portadas de discos, montó un laboratorio para que otros fotógrafos, muchos de ellos amigos suyos, revelaran sus carretes con el mimo que él pone para tratar los negativos y, sobre todo, hizo fotos sin parar, de la mañana a la noche, como si disparar fuera para él una actividad pulmonar.

"Me gusta la fotografía que no está intervenida, la que congela un instante sin que el protagonista se dé cuenta"

También publicó una docena de libros de fotos de temática variada –fumadores, escaparates de tiendas, perros y gatos, la India, el ambiente taurino…-, pero siempre en blanco y negro, en analógico y dando protagonismo a personajes habituados a salir desenfocados en el relato oficial de la historia o, directamente, a que nadie les eche cuentas.

Varias fotos del libro 'Madrid en plata', de Luís Baylón.

Varias fotos del libro 'Madrid en plata', de Luís Baylón. / LUIS BAYLÓN

Indigentes, ancianos, niños callejeros y rostros sin nombre suelen ser las criaturas que animan sus instantáneas. "Coincido con los hindús en que la vida es un camino de espinas. A mí me interesan los que lo pasan mal, que los otros ya tienen su cacho. Pero me gusta retratarlos como son, con su dignidad, no como el gilipollas de Salgado, que pretende hacer arte del sufrimiento ajeno", explica.

Seres anónimos

Su último trabajo está lleno de esos seres anónimos que uno se cruza por la calle sin reparar en ellos, pero que su Rolleiflex de doble objetivo sí logró detectar y captar. "Me gusta la fotografía que no está intervenida, la que congela un instante sin que el protagonista se dé cuenta. Para hacer buenas fotos solo necesitas ser rápido, discreto y respetuoso", defiende.

Para hacer buenas fotos solo necesitas ser rápido, discreto y respetuoso

En ‘Madrid en plata’, además, muchos de esos personajes aparecen retratados en varias instantáneas sucesivas, tal y como quedaron registrados en el rollo fotográfico. La decisión estilística esconde una declaración de principios sobre su forma de entender su oficio: "La secuencia da movimiento a la imagen, la sitúa a mitad de camino entre la fotografía y el cine, y compone una narración, que es lo que me interesa. Hacer fotos es para mí un ejercicio de caligrafía", reconoce.  

Depresión

A semejanza de su primer libro -‘Tarde de toros’, de 1996-, ‘Madrid en plata’ surge de una profunda depresión. La de hace 25 años tuvo que ver con su abandono de la heroína tras dos décadas de adicción, tema que no rehúye por la facultad didáctica que pudieran tener sus palabras: "Perdí a dos mujeres por culpa del caballo, vi morir a montones de amigos, nos jodió la vida para siempre a una generación entera. No voy de víctima, por suerte ahora te dan una pastilla que te permite funcionar, pero es necesario que los chavales sepan que no hay nada bueno en la heroína", sentencia.

No me gusta ver la foto al instante, sino descubrirla en el misterio del laboratorio. A la fotografía hay que ponerle sentimiento, no filtros. Y no es necesario hacer tantas fotos, solo las buenas

La depresión reciente ha estado relacionada con una crisis personal y otra profesional. Hace cuatro años se mudó a vivir a El Escorial, rodeado de pinares y cantos de pájaros pero a 50 kilómetros de Madrid y su adrenalina urbana. "De repente me sentí perdido, desubicado", recuerda. La crisis profesional venía de atrás y tiene que ver con la transformación tecnológica de su oficio. Hace apenas dos décadas, un fotógrafo de prestigio como él podía vivir cómodamente de sus imágenes, pero luego llegó la fotografía digital y la profesión, incluida la valoración económica de las fotos, saltó por los aires.

"Muchos fotógrafos supieron dar el salto. Yo no. No culpo al digital, al que reconozco posibilidades infinitas. De hecho, he aprendido a manejarlo. Pero no es lo mío", reconoce. Lo suyo, dice, tiene que ver con una concepción “orgánica” de la fotografía. Y también de la vida. "Una cámara digital capta tonalidades que el ojo humano no ve, pero yo me muevo en otro ámbito. Soy más tortuga, necesito mi tiempo. No me gusta ver la foto al instante, sino descubrirla en el misterio del laboratorio. A la fotografía hay que ponerle sentimiento, no filtros. Y no es necesario hacer tantas fotos, solo las buenas", concluye.

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