Héroe crepuscular

Van Damme se ríe de sí mismo en 'El último mercenario'

El actor belga triunfa en la plataforma Netflix con la película autoparódica ‘El último mercenario’, de Davoid Charhon

Jean-Claude Van Damme, en una imagen de 'El último mercenario'

Jean-Claude Van Damme, en una imagen de 'El último mercenario' / EPC

Quim Casas

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De todos los ‘action heroes’ cinematográficos, el belga Jean-Claude van Damme, especialista en kárate, taekwondo y kickboxing, es el que siempre ha sido más consciente del lugar que ocupaba en el mapa del cine popular y, también, el que tiene más autoconsciencia paródica. Sylvester Stallone y Arnold Schwarzenegger han comido aparte, dadas las características de algunas de las sagas y superproducciones que han protagonizado. Pero de la pléyade de actores con cara de pocos amigos que se expresan mejor en el puñetazo, la patada, la acrobacia y, si es menester, las armas de fuego, Van Damme siempre ha estado un punto por encima de Dolph Lundgren, Steven Seagal, Chuck Norris o Mark Dacascos, a la espera de lo que dirá con el paso del tiempo la obra del lacónico Jason Statham y situando en una época muy distinta a Charles Bronson. Eso, siempre refiriéndonos a Occidente, porque iconos orientales como Bruce Lee, Jackie Chan, Tony Jaa, Michelle Yeoh o Jet Li son otra historia.

Van Damme es el protagonista casi absoluto de ‘El último mercenario’, una película diseñada para su situación actual –60 años, algo fondón, rostro surcado de arrugas– que en los últimos días se ha encaramado al puesto número uno de las películas más vistas en todo el mundo en Netflix, la plataforma que acoge esta mezcla desarbolada de 'thriller', acción y, sobre todo, mucha comedia. Lo de ‘último’ tiene un carácter crepuscular que el actor acepta sin problemas: sabe lo que fue, lo que es y lo que puede seguir siendo en el cine futuro. Y en el tono humorístico se desenvuelve bien, sin problema alguno para reírse de sí mismo. Ataviado con pelucones y ropajes imposibles, Van Damme descubre en esta película el mismo gusto por el disfraz que lució Peter Sellers en la saga de ‘La pantera rosa’. De hecho, hay algo de Clouseau en el nuevo Van Damme.

En 2008, tras más de dos décadas impartiendo magisterio en el género y habiendo trabajado con cineastas tan hábiles como Ringo Lam y John Woo (‘Cyborg’, ‘Kickboxer’, ‘Doble impacto’, ‘Soldado universal’ –mano a mano con Lundgren–, ‘Sin escape’, ‘Blanco humano’, ‘Timecop’, ‘Street fighter, la última batalla’, ‘Double team’ –formando pareja imposible con el ex baloncestista Dennis Rodman–, ‘Van Damme’s inferno’, ‘En territorio enemigo’), el actor aceptó protagonizar ‘JCVD’, de Mabrouk El Mechri, un inusitado juego especular en el que se interpreta a sí mismo viviendo una situación de ficción. En este filme, Van Damme sufre una especie de crisis existencial y cuestiona su carácter de leyenda del cine de acción.

Un salto sin red

Una veintena de películas después, que incluyen nuevos enfrentamientos con Lundgren y su aparición en ‘Los mercenarios 2’ junto a Stallone, Statham, Norris, Schwarzenegger, Bruce Willis y compañía, salta desde lo más alto del trapecio sin red en ‘El último mercenario’, donde encarna a un agente secreto desaparecido durante 25 años –tras una experiencia en el Chad– llamado Richard Brumère y apodado, en consecuencia, La Bruma. Se habla de él como de una leyenda, pero está bien lejos de la élite de leyendas del servicio secreto francés mostrada en la serie ‘Oficina de infiltrados’.

La película está más cerca de las comedias de espionaje protagonizadas por Jean Dujardin como el agente OSS 117, redondeada con secuencias de artes marciales en las que Van Damme sigue estando en forma, citas permanentes a ‘El precio del poder’ –el villano es fan de Tony Montana, escucha en su coche la banda sonora de este filme y su apartamento está decorado como el 'set' de la cinta de Brian De Palma– y una pelea con dos chicas en bikini que recuerda a un James Bond, ‘Diamantes para la eternidad’. Eso sí, La Bruma aún se comunica por fax. El paródico Van Damme en estado puro.

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