Estreno

El Liceu se abre al musical con 'My fair lady'

La anterior directora artística del Liceu, Christina Scheppelmann, propuso como complemento a la oferta de ópera y danza liceístas la opereta, la zarzuela y un género completamente nuevo en ese escenario, el ‘musical’, que ahora se estrena con este clásico que dirige Alfonso Casado Trigo

Steven Pacey y Ellie Laugharne, con Alfonso Casado Trigo en el podio, durante un ensayo de 'My fair lady' en el Liceu

Steven Pacey y Ellie Laugharne, con Alfonso Casado Trigo en el podio, durante un ensayo de 'My fair lady' en el Liceu / Martí Fradera

Pablo Meléndez-Haddad

Pablo Meléndez-Haddad

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La zarzuela, la opereta y el musical son formas de teatro musical hermanas de la ópera que muchos melómanos miran por encima del hombro a causa de diversos prejuicios. Los dos primeros son géneros plenamente consolidados que comparten público e intérpretes con el mercado operístico, pero no sucede lo mismo con los ‘musicals’, esos que arrasan en Broadway o en el West End londinense. Y uno de sus ejemplos más paradigmáticos, ‘My fair lady’, con música del compositor Frederick Loewe y libreto de Alan Jay Lerner, es el que llega este jueves al Gran Teatre del Liceu para hacer historia e imponer nuevos aires en el coliseo lírico de La Rambla.

“Un musical seguro que puede atraer a un público nuevo a un teatro de ópera”, afirma a EL PERIÓDICO el maestro andaluz Alfonso Casado Trigo, director musical de esta innovadora propuesta que se ofrecerá en versión semiescenificada. Formado en piano clásico en el Conservatorio de Madrid, Casado es hoy un auténtico especialista en el género. Vive hace casi una década en Londres, ciudad en la cual ha dirigido algunos de los más grandes éxitos de este repertorio, como ‘Les misérables’, ‘El fantasma de la ópera’ o ‘Miss Saigon’, por el que ganó en 2014 el premio al mejor director musical en los premios teatrales ingleses. “Es un género que llega fácil pero que implica el mismo trabajo y exigencia artística que la ópera”, afirma Casado, que llegó a los musicales casi por casualidad. “Cuando estudiaba la carrera de piano en Madrid, en 2003, en ‘El fantasma de la ópera’ necesitaban urgentemente un pianista que pudiera leer música a la primera, sin ensayos, para salvar una función. Para mí era un mundo nuevo, ya que estaba enfocando mis estudios como solista o profesor, pero cuando me vi en el foso me interesé por este género al comprobar que se trataba de una superproducción, muy seria y exigente, algo que desconocía. Y fue así como acabé dirigiendo grandes éxitos en Londres con orquestas mucho más grandes y en producciones impresionantes”.

Como todo músico formado en el ámbito clásico, al principio debió luchar con ciertos prejuicios ante el género. “Es que en el Conservatorio este repertorio no se trabajaba en absoluto, y eso que incluso tocábamos ámbitos como el acompañamiento de danza. Pero en esa primera vez tuve la sensación de ver una película en directo y por dentro”.

Micrófono obligado

Casado se pondrá ahora al mando de un reparto de especialistas y de la Simfònica y del Coro del Liceu para revisar en dos veladas este éxito que nació de una adaptación teatral de la novela de George Bernard Shaw ‘Pigmalión’. Contando con una propuesta escénica de Guy Unsworth, en el reparto figuran nombres que también cantan ópera, como la soprano Ellie Laugharne, quien interpreta a Eliza Doolittle, la florista de Covent Garden a la cual el Professor Higgins –que interpreta Steven Pacey– intenta transformar en una muchacha refinada. La obra, estrenada en 1956 por estrellas como Rex Harrison y Julie Andrews –y que llegaría a contar más de 2.000 funciones–, dio paso a la galardonada versión cinematográfica de 1964 dirigida por George Cukor con el propio Harrison, pero con Audrey Hepburn como Eliza. Este cambio encierra también uno de los prejuicios que los operófilos poseen ante el musical: sus intérpretes no necesariamente son cantantes líricos y necesitan micrófono para que se les oiga, algo impensable en ópera, opereta y zarzuela. Sin amplificación las voces no pueden con el foso orquestal. “Sí, pero también la amplificación busca, sobre todo, una unidad sonora, ya que este tipo de obras poseen mucho texto hablado, y si se quiere dar naturalidad a las partes habladas es necesario amplificar, tal y como hacemos en el Liceu”, asegura Casado.

Para el maestro, ‘My fair lady’ sigue siendo muy actual. “La obra también va del intento de hacerle cambiar la forma de hablar a la protagonista en un país en el que todavía te clasifican socialmente por tu acento”. No es, en todo caso, optimista respecto del futuro del género en los teatros de ópera. “Hay un repertorio adecuado, con grandes orquestas, partituras impresionantes y un lenguaje cercano al operístico. Estoy seguro de que puede ser una puerta para un público potencial. Yo lo veo como una oportunidad”, sentencia.

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