Festival de cine

Cannes abraza el misterio con Weerasethakul

El cineasta tailandés mantiene su personalísimo halo sobrenatural en 'Memoria', la primera película que rueda fuera de su país y con una estrella internacional

Apichatpong Weerasethakul en Cannes

Apichatpong Weerasethakul en Cannes / Christophe Simon / AFP

Nando Salvà

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Cuenta Apichatpong Weerasethakul que hace un tiempo desarrolló el síndrome de la cabeza explosiva, un raro desorden que hace a quienes lo sufren oír sonidos estruendosos procedentes del propio cerebro. Y esa misma enfermedad sufre la protagonista de ‘Memoria’, la ficción con la que compite en el Festival de Cannes 11 años después de ganar aquí la Palma de Oro. No es solo la primera película que rueda fuera de su Tailandia natal y en un idioma extranjero, también la primera protagonizada por una estrella internacional.

Tilda Swinton encarna a una mujer extranjera en Colombia que, básicamente, se mueve por el país cargando con ese inquietante sonido en su cabeza y encontrándose con otras personas: una forense le muestra restos humanos de miles de años de antigüedad, una doctora le desaconseja que tome somníferos porque hacerlo impide experimentar la belleza y la tristeza del mundo; un hombre que limpia pescado le enseña una piedra que tiene pegadas las vibraciones de sucesos ocurridos mucho tiempo atrás. Y así.

En el proceso, la película maneja el tipo de planos largos y repentinas incursiones en el terreno de la ciencia-ficción que los fans de Weerasethakul adoramos y muchos usan como argumentos para ponerlo verde. Y en ningún momento hace ademán de explicarse; incluso después de haberla visto resulta francamente difícil saber de qué va -¿los recuerdos sonoros del mundo? ¿Los enigmas no resueltos de nuestra existencia? ¿Las minucias de la floristería y la ingeniería de sonido?-, pero tampoco hace falta para deleitarse con la belleza y el misterio que exhibe mientras transita la línea que separa a los vivos de los muertos, el pasado del presente y lo terrenal de lo demás.

Lo malo de Francia

Bruno Dumont parece dispuesto a mantenerse alejado de los dramas austeros y deprimentes con los que se hizo un nombre a finales de los 90. Tras probar con géneros como la comedia negra -’El pequeño Quinquin’ (2014)-, el esperpento -’La alta sociedad’ (2016)- y el musical - ’Jeannette’ (2017)-, con su nueva película se acerca a una forma vodevilesca de sátira política. También presentada hoy a concurso, ‘France’ narra las tribulaciones de una celebérrima periodista (Léa Seydoux) con el fin de llevar a cabo lo que a primera vista parece una crítica bufa de la falta de ética de la prensa, el circo de las ‘celebrities’ y la cultura de los ‘selfies’. Sin embargo, no hay más que fijarse en su título -también el nombre de su personaje principal- para comprender que la intención de fondo de Dumont es dejar retratado a todo un país. Ha querido delatar a Francia como una sociedad histérica, engolada, hortera, tramposa. Y con ese fin ha hecho una película deliberadamente histérica, engolada, hortera y tramposa. Como ejercicio intelectual es impecable, pero sentarse frente a ella proporciona una experiencia muy irritante. En todo caso, es fácil adivinar qué respondería el director al respecto: de eso se trata.

Y seguro que Nabil Ayouch tendría una respuesta similar para justificar lo predecible y tosca que resulta ‘Casablanca Beats’, gracias a la que, incomprensiblemente, también él compite por la Palma de Oro. Mientras contempla a un profesor de rap que imparte clases a un grupo de alumnos y alumnas en la ciudad titular, la película combina clichés previamente reciclados por ‘Mentes peligrosas’ y otras ficciones sobre docentes inspiradores, proclamas sobre la censura, el machismo y el miedo que imperan en Marruecos e interludios de música y baile más bien pedestres. En su disculpa cabe decir que da la sensación de haber sido concebida con más fines pedagógicos que ínfulas autorales. No acredita ningún valor artístico destacable, pero tampoco lo pretende.