UN PEQUEÑO FENÓMENO EDITORIAL

Theodor Kallifatides: "Cuando hablo de pobreza, guerra o emigración, en España se me entiende bien"

El autor griego radicado en Suecia disfruta de las mieles del éxito pasados los 80 años mientras visita Barcelona por el Llibrestiu

Su nuevo libro es 'Lo pasado no es un sueño', en el que recupera sus recuerdos de infancia durante la Segunda Guerra Mundial

El escritor Theodor Kallifatides, en un céntrico hotel de Barcelona.

El escritor Theodor Kallifatides, en un céntrico hotel de Barcelona. / Simone Boccaccio

Elena Hevia

Elena Hevia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los libros del escritor griego Theodor Kallilfatides (Molai, 1938) brevísimos, aspiran a serenar el ánimo dándole un sentido a la turbulencia del mundo. Al igual que Ulises, el escritor se marchó muy joven de su país como tanto otros emigrantes. Llegó a Suecia, encontró una mujer, formó allí una familia y, como Conrad o Beckett, se convirtió en autor en un idioma que no era el suyo, ya que en sueco ha escrito casi toda su obra. Pero el reconocimiento internacional le llegó cumplidos los 77 años, tras haber atravesado una crisis personal que estuvo a punto de dejarle profesionalmente en dique seco.

Fue entonces cuando recuperó su lengua griega para contar sus inquietudes formuladas en una serie de libros autobiográficos iniciados con la delicada ‘Otra vida por vivir ‘, que se completan ahora con la reciente aparición de ‘Lo pasado no es un sueño’ (Galaxia Gutenberg, en catalán y en castellano), en el que recupera sus recuerdos de infancia bajo la Segunda Guerra Mundial. Esos libritos le han convertido en un fenómeno editorial y han establecido una especial conexión con España y con Catalunya donde ha cosechado muchísimos lectores. Quizá por eso a sus 82 años no ha temido desplazarse hasta Barcelona mientras el covid hace de las suyas para participar en las actividades de Llibrestiu, como tampoco temió el acto que le situó el pasado martes en las ruinas griegas de Empùries. Allí, cuenta, no quiso pensar en sus antepasados griegos como colonizadores: “He querido imaginar que, al igual que yo, eran emigrantes obligados a buscar una vida mejor en otro lugar”.

No es muy difícil para un griego sentirse bien leído en un país como este, más allá del vínculo que ofrece el Mediterráneo y su cultura: “Grecia y España hemos pasado por experiencias similares. Cuando hablo de pobreza, de guerra o de emigración se me entiende muy bien porque aquí se ha vivido una guerra civil, han faltado libertades civiles y durante años España ha sido un gran suministrador de emigrantes a Europa. Eso creo que la ha dotado de un particular humanismo que está en sintonía con mis libros”. Tampoco olvida lo que la primera lectura de Lorca en griego supuso para él. Una conmoción. Es por eso que hace unos tres años, alentado por su gran impulsora en este país, su traductora al castellano Selma Ancira, decidió ponerse a estudiar castellano como una forma de gratitud. Y ahí se hace inevitable pensar en el viejo Sócrates cuando poco antes de verse obligado a beberse la cicuta decidió aprender a tocar una complicada melodía con la flauta, tan solo por el placer de "saberla".

La lengua y la experiencia

Su crisis personal que lo trajo de vuelta a casa fue en paralelo a la crisis económica de su país. Y aquel intento por comprender quedó unido tanto a la experiencia como a la lengua: “Estos libros no podían haber sido escritos en sueco porque las palabras siendo lo mismo tienen significados distintos en diferentes lengua. Por ejemplo, impuestos. Para un sueco, son una obligación de los ciudadanos, en cambio para un griego es más bien la capacidad que tiene el Estado de quitarte el dinero”, explica divertido.

Reencontrarse con la lengua griega también supuso regresar en paralelo a su país natal para intentar encontrar una respuesta a sus inquietudes. Y al igual que el de Ulises, el suyo tampoco fue un camino de rosas: “En Grecia cuando eres un artista al que se reconoce en el extranjero, todo el mundo se alegra e incluso se enorgullecen de ti. Ocurrió con Nikos Kazantzakis, el autor de ‘Zorba, el griego’, la novela que inspiró la película, y  a quien el mundo editorial francés lanzó a la fama. También me ha pasado a mí, pero eso en los últimos años ha cambiado porque los escritores griegos empiezan a percibirme como un competidor”.  

Y aunque su hogar y los suyos sigan estando en Suecia -tiene una hermosa en la isla de Gotland, no muy lejos de donde vivía Ingmar Bergman- su pensamiento está con los jóvenes griegos, esos que al igual que le ocurrió a él, están abandonando su país para lograr un futuro mejor. Pero hay esperanza: “Los jóvenes son muy activos políticamente en Grecia y eso es muy bueno porque solo un movimiento potente puede cambiar las cosas. Es importante que la Unión Europea, más solidaria y proactiva frente a los países más pobres, sea una inspiración para la sociedad griega. Pero, claro todo eso lleva tiempo y no se cambia en dos días”.