Festival de Cannes

Ducournau, digna heredera de Cronenberg

La cineasta francesa, autora de 'Crudo', sigue explorando los caminos del terror corporal con la transgresora y controvertida 'Titane'

Fotograma de 'Titane', de Julie Ducournau

Fotograma de 'Titane', de Julie Ducournau / El Periódico

Nando Salvà

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La francesa Julia Ducournau cuenta historias de mujeres que están a merced de sus cuerpos. Su corto ‘Junior’ (2011) era la historia de una muchacha que muda de piel tras contraer un virus estomacal; en el telefilme ‘Mange’ (2012) habló de una exbulímica en busca de venganza; y después dirigió ‘Crudo’ (2016), una ficción sobre feminidad y canibalismo que dejó boquiabierto a quien la vio y hasta provocó que algún espectador acabara en el hospital del disgusto. Probablemente, la película con la que este año aspira a la Palma de Oro no provocará reacciones tan extremas -a estas alturas, después de todo, ya sabemos qué esperar de la directora-, pero no porque carezca de potencial perturbador. Es, después de todo, la historia de una joven con una placa de titanio en la cabeza que se queda embarazada de un coche.

Una premisa así trae inevitablemente a la mente ‘Crash’ (1996), y la conexión con esa obra maestra sobre deseo sexual generado por automóviles no es el único modo que ‘Titane’ tiene de evocar el cine de David Cronenberg. Mientras retrata la enfermiza relación que, en su huida de una espiral homicida, la muchacha arriba citada establece con un hombre decidido a ver en ella al hijo que perdió misteriosamente décadas atrás, ofrece el tipo de momentos de terror corporal que le hacen a uno retorcerse en la butaca, provocados por úteros chapados de metal, pezones que emanan aceite para motor y anatomías deformadas por los esteroides, entre varias otras cosas. Pero, igual que ‘Crudo’, ‘Titane’ es mucho más que lo que esas tácticas de provocación podrían sugerir: una reflexión sobre asuntos como lo que significa vivir en guerra contra la propia anatomía, sobre la maternidad no deseada y sobre el trauma causado por una sexualidad reprimida. En otras palabras, la clase de película transgresora, radical y controvertida que da a festivales como este su razón de ser.

El método Farhadi

¿Puede la verdad llegar a ser algo malo? ¿Es aceptable no decirla si el fin es noble? ¿Y puede el fin ser realmente noble si conlleva un provecho personal? Son preguntas que, entre varias otras, Asghar Farhadi se ha hecho a lo largo de toda su carrera, y nunca con tanta maestría como a través de los dos títulos que lo pusieron en el mapa cinematográfico internacional, ‘A propósito de Elly’ (2009) y, sobre todo, ‘Nader y Simin: una separación’ (2011).

En nuevo trabajo, también presentado hoy a competición, el iraní regresa a su país después de rodar en España ‘Todos lo saben’ (2018), su única obra realmente fallida. El protagonista de ‘Un héroe’ es un hombre que está preso a causa de una deuda que no pudo pagar y que, tras encontrar unas monedas de oro que le podrían comprar la libertad, elige en cambio devolverlas. Mientras contempla las consecuencias que esa decisión acarrea, y va convirtiendo a su protagonista en una suerte de idiota ‘dostoievskiano’, Farhadi ofrece un retrato de una sociedad en la que el egoísmo, la mentira y la manipulación a menudo se disfrazan de altruismo.

Como de costumbre, el director se muestra increíblemente hábil convirtiendo la sucesión de acontecimientos en una bola de nieve que desciende cada vez más grande y peligrosa. Pero ‘Un héroe’ es una de sus pocas películas que no se articulan alrededor de un misterio central, y quizá sea el hueco que eso deja lo que permite que hace que sus fisuras narrativas -la falta de lógica en los comportamientos, la manipulación melodramática- queden al descubierto. En ese sentido, es como un mueble al que le faltan tornillos. Puede llegar a tener un aspecto fantástico, pero se cae a la menor sacudida.