Libros

Natàlia Cerezo y las mujeres silenciadas del franquismo

La joven autora catalana debuta en la novela dando voz a su abuela en 'I van passar tants anys' tras los celebrados relatos de 'A les ciutats amagades'

La escritora y traductora Natàlia Cerezo.

La escritora y traductora Natàlia Cerezo. / ARIADNA ARNES

Anna Abella

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De niña, Natàlia Cerezo (Castellar del Vallès, 1985) siempre le preguntaba a su abuela Carme por sus dos hermanos muertos durante la Guerra Civil, en circunstancias nunca del todo aclaradas. "De uno de ellos solo les devolvieron la cartera y dijeron a la familia que no quería lanzar bombas desde los aviones. Me chocaba mucho, porque yo tengo un hermano y pensaba cómo debías sentirte al perderlo. A mi yaya le afectó mucho y creo que no quería pensar en ello, pero yo era muy pesada y siempre le pedía que me contara historias de su juventud", revela su nieta, que ha tirado de ese hilo para darle voz y destilar la esencia de su vida en ‘I van passar tants anys’ (Rata, también en castellano), su debut en la novela tras los celebrados relatos de ‘A les ciutats amagades’, que le valieron el premio Ojo Crítico de Narrativa 2018 para nuevos talentos. 

Carme murió el pasado 5 de febrero sin llegar a verla impresa pero sí pudo leer una versión previa de lo que la joven autora concibió como un "regalo" para aquella "mujer discreta y callada, siempre en segundo plano, algo muy típico de la época en que vivió". Cerezo quería ofrecerle "un protagonismo que la sociedad le negó", porque Carme, como Caterina, la protagonista de ‘I van passar tants anys’, es un reflejo de las vidas de muchas otras mujeres invisibles durante el franquismo, destinadas a ser esposas, madres y a cuidar del hogar. "Silenciadas, porque eran los maridos y padres, los hombres, quienes hablaban por ellas. Pero a la vez eran resistentes, tenían mucho aguante y fuerza, estaban hechas de amianto o de acero valyrio", explica la también traductora, aludiendo a ‘Juego de Tronos’, la saga de George R.R. Martin que ‘osó’ regalarle a su abuela, buena lectora. "Decía que le había gustado pero era más de Jane Austen y las hermanas Brontë", sonríe Cerezo. 

La escritora y traductora Natàlia Cerezo.

La escritora y traductora Natàlia Cerezo. / ARIADNA ARNES

Le apasionaban el teatro y los libros, que en la novela el marido de Caterina, Gustau, le prohíbe. "Pero no se dejaba hundir. Seguía leyendo cuando no la veía. Era una forma de resistencia pasiva. Decía que era lo que le había tocado vivir, no se hacía la mártir ni sentía pena de sí misma, nunca la oí quejarse, aunque le habría gustado tener más libertad. Y siempre me repetía: ‘Tú no te cases, haz tu vida. Cuando te casas te prometen una catedral pero no llega ni a capilla’. Dejaba muy claro cómo era el matrimonio entonces, las mujeres no sabían dónde se metían, pero no tenían otra opción porque la sociedad les imponía que se casaran. Y si tardaban demasiado les decían que se les pasaba el arroz". 

Siempre me repetía: ‘Tú no te cases, haz tu vida. Cuando te casas te prometen una catedral pero no llega ni a capilla'

En la novela, Gustau es un esposo egoísta y mezquino que impide a su esposa incluso ir a ver a su mejor amiga. No es el espejo del abuelo de la autora, avisa esta, pero sí una mezcla de muchos hombres. "Hoy aún hay muchos así, pero es más complicado verlos. Creen que con el matrimonio compran a la mujer, que por el hecho de ser hombres están por encima de ellas", denuncia.   

La protagonista es una joven nacida en una aislada masía de la Catalunya interior que empieza junto a sus padres una nueva vida en una ciudad industrial del Vallès. Allí trabajará en una fábrica textil y vivirá las riadas e inundaciones de 1962, una catástrofe sobre la que Cerezo siempre oyó hablar a sus abuelos, cuya casa estuvo a punto de ser arrastrada por el agua. 

Aún hay hombres que creen que con el matrimonio compran a la mujer, que por el hecho de ser hombres están por encima de ellas

En la nota final del libro escribe que en él ha condensado todas las historias que le contaba su abuela excepto una. ¿Misterio? "¡Qué va! Solo es que no hallé la forma de encajarlo en la historia", confiesa antes de revelar que era una anécdota sobre un búho que se había estampado contra una ventana.   

Como ya demostró en sus cuentos, para Cerezo "es más importante jugar con lo que no se dice que con lo que es evidente". Así, Caterina habla en primera persona. A través de su ingenuidad, el lector deduce, por ejemplo, el embarazo y el aborto de su amiga soltera Rita. "En los pueblos vivir eso era horrible, todo es endogámico, se sabe todo, se murmura, se señala… ‘¿sabes lo que le ha pasado a la hija de…?’", apunta quien dejó su Castellar natal para vivir en Sabadell. Ahora está en un paréntesis creativo. Aún no ha superado el duelo por su abuela, asume. "Ella fue una figura maternal para mí porque perdí a mi madre cuando tenía 21 años". Pero también fue una fan que le decía: "Tienes que seguir escribiendo".