Festival de Cannes

Todd Haynes saca brillo al genio de The Velvet Underground

El director de 'Carol' ofrece una magnética, seductora e intrigante visión del seminal grupo de rock en un documental presentado fuera de concurso en Cannes

Todd Haynes, tras la presentación de su documental 'The Velvet Underground' en Cannes

Todd Haynes, tras la presentación de su documental 'The Velvet Underground' en Cannes / EFE / Caroline Blumberg

Nando Salvà

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Quizá no haría falta aclararlo, pero ‘The Velvet Underground’ es todo lo poco convencional que cabría esperar de un documental centrado en un conjunto musical tan único e irrepetible y dirigido por un cineasta tan intrépido como Todd Haynes. Presentado este jueves fuera de concurso en el Festival de Cannes, no dedica excesivos esfuerzos ni a intentar explicarnos por qué deberíamos apreciar a Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker ni a guiarnos a lo largo de su carrera. Prefiere introducirnos dentro de sus mentes y de su música.

La película avanza a ritmo implacable. Combinando un uso sostenido de la música de la banda con un esquema visual basado en las pantallas partidas y un montaje deliberadamente estridente, va construyendo el mismo tipo de atmósfera hipnótica que poseen canciones como ‘Venus in Furs’ y ‘Heroin’. Entretanto, la narración es vehiculada por una sucesión de declaraciones de quienes estuvieron allí. Además de fragmentos de entrevistas con Cale y Tucker -las voces de los fallecidos Reed y Morrison también se dejan oir-, Haynes maneja intervenciones de amigos, familiares, fans y colaboradores. Por supuesto, también es significativa la presencia en pantalla de Andy Warhol, que fue promotor y mecenas del grupo en los primeros años y tuvo la idea de incorporar a la gélida cantante Nico a su sonido.

Haynes, recordemos, sabe retratar a los músicos en pantalla mejor que casi cualquier otro director. Su filmografía incluye ‘Velvet Goldmine’ (1998), reconstrucción de la escena ‘glam rock’; ‘I’m not there’ (2007), deconstrucción caleidoscópica de Bob Dylan; y ‘Superstar: The Karen Carpenter Story’ (1987), que recreó la tragedia de la cantante de The Carpenters usando muñecas Barbie. Aquí, sirviéndose de esos medios, el californiano va dejando claro por qué la Velvet tuvo una influencia tan descomunal y allanó el camino para el glam, el noise, el garage, el punk, el post-punk, el art-punk y cualquier forma posterior de rock alternativo. Por un lado, esas letras de Reed que hablan de drogadictos en busca de su dosis, jóvenes que caen en la prostitución, angustia trans y paseos por sórdidas estaciones de metro -¿a alguien le sorprende que no hubiera sitio para ellas en las emisoras de radio de los 60?-; por otro, esas instrumentaciones y estructuras sonoras sin precedentes, que combinan remolinos de violas, guitarras distorsionadas y tambores tribales con momentos de calma y melancolía y alternan rock crudísimo con sonidos nunca antes oídos en la historia de la música popular.

Puede que por momentos ‘The Velvet Underground’ se esfuerce demasiado por subrayar tanto la importancia que Cale tuvo en el grupo como el papel que el complicadísimo carácter de Reed tuvo en su pronta disolución, y que desdeñe con demasiada de forma algo injusta los dos últimos álbumes de su discografía. Nada de eso le impide resultar magnética, seductora, intrigante y llena de elegancia y de crudeza a la vez ni, por tanto, ser el retrato idóneo para una banda como aquella. 

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