HOTEL CADOGAN

Dios salve a los espectros de su majestad

'Fantasmas. Relatos victorianos y eduardianos' recoge 23 joyas de la época apoteósica del género

'The haunted lane', estereografía de Melander & Bro. 1889.

'The haunted lane', estereografía de Melander & Bro. 1889.

Olga Merino

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La otra tarde, con la fresca, el fantasma de la biblioteca abandonó su morada para disputar, con el mayordomo del hotel, una partida de ajedrez en la veranda. Como el espectro se emperra siempre en jugar con las blancas, esculpidas en marfil, al envarado señor Stevens no le queda otra que hacerlo con las negras; o mejor dicho, las piezas rojas, talladas en exquisita espinela de Birmania. Así fue cómo, este último domingo, a la sombra malva y perfumada de las glicinias, entre sorbos de zarzaparrilla helada, afloró a la charla la idea de que reverbera en el aire un renacimiento de la literatura fantástica y sobrenatural, un 'revival' del terror, si es que alguna se disipó.

El espectro y el maestresala entraron en el asunto, durante la charla, tras congratularse por la aparición reciente de una obra en Akal, una tentación venial, uno de esos volúmenes en tapa dura para colocar en la balda de honor de la estantería: 'Fantasmas. Relatos victorianos y eduardianos', en edición anotada a cargo de Antonio Andrés Ballesteros y Julio Ángel Olivares, catedráticos de Filología Inglesa. ¡Ah, el apogeo del cuento espectral! No hubo mejor cosecha que la ofrendada durante el reinado de nuestra bienamada reina Victoria y su retoño. ¡Menuda selección la del libro! Está quien debe estar: Elizabeth Gaskell y Margaret Oliphant; nuestro querido Dickens (cómo nos gusta'El guardavías', inspirado en un accidente ferroviario que padeció en 1865); Henry James y H. G. Wells; Robert Louis Stevenson ('El ladrón de cadáveres'); y así hasta 23 joyitas de la época para sentir el gratificante escalofrío en el espinazo.

 La antología incluye uno de los relatos favoritos en las noches del Cadogan desde que la rueca diabólica del mundo comenzó a girar: 'La pata de mono', de W .W. Jacobs (1963–1943), con sus ecos de 'Las mil y una noches' y su calculada dosificación. ¡Qué gustoso miedito! En el fondo, coincidieron los jugadores, el siglo XIX y el XXI se parecen demasiado: profundos cambios tecnológicos, descreimiento, nuevas formas de flujo económico y bolsas de población depauperada. Y, como ayer, el género de terror supone el más eficaz antídoto para conjurar las incertidumbres civilizatorias.

En el último enroque de la partida, sin que apenas la rozara el fantasma, una de las torres de marfil se rajó de parte a parte, como fulminada por un rayo. Y un pájaro en pleno vuelo se desplomó sobre el tablero.

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