Crítica de música

Salvador Sobral, de Eurovisión a las tinieblas en Pedralbes

El cantante portugués se alejó de la sombra del festival en la presentación de su turbulento nuevo disco, ‘bpm’, en la que contó con la voz invitada de Magalí Sare

sobral

sobral / Ferran Sendra

Jordi Bianciotto

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Disipada la escandalera de su triunfo eurovisivo con una canción anti-eurovisiva, hace ya cuatro años, a Salvador Sobral le queda el vínculo con un público que de otro modo quizá nunca habría llegado a él. Gracias al efecto causado por aquella canción de su hermana Luisa, ‘Amar pelos dois’, pieza que ahora pasa por alto en sus conciertos, el cantante y compositor portugués no se ve actuando en clubs con 200 asistentes sino en plazas amplias como el Festival de Pedralbes, que este domingo le acogió de nuevo, con motivo de su intranquilo nuevo álbum, ‘bpm’.

Las siglas de ‘beats per minute’ son aquí ‘batimentos por minuto’, alusión a los latidos del corazón, fuente de zozobras para Sobral, clínica y metafóricamente. A partir de ahí, un repertorio de suaves turbulencias, donde las dinámicas de trasfondo jazz no quebraban la noción de canción, con melodías definidas y su canto con vistas al crepúsculo. Pese al empaque de ese quinteto de altos vuelos, Sobral siguió brillando, transmitiendo trémulas emociones en una sintonía cercana a la de Jeff Buckley o Chet Baker.

Miedo a la muerte

Sujetas a esa gramática suave y enrarecida se sucedieron piezas como ‘Mar de memórias’, ‘Fui ver meu amor’ y ‘La canción vieja’, esta con el ‘cuatro’, el instrumento de cuerda de origen venezolano, manejado por Leo Aldrey, único cómplice de Sobral en las nuevas creaciones y, según dijo, padrino de su boda. Buen humor en escena, compensando el equilibrismo anímico con apuntes que quitaban hierro, como cuando, a propósito de ‘Miedo de estimação’, en torno a la cercanía de la figura de la guadaña, el cantante se rio de su sombra al mofarse de los periodistas que, muy serios, le habían preguntado: “entonces, usted, señor Sobral, ¿ha tenido miedo a morir?”. Nos habló mezclando simpáticamente un castellano un tanto latinoamericano con un catalán mallorquín, con sus “al·lotes” y sus artículos salados.

Las canciones de ‘bpm’ aportan más relieves a la voz propia de Sobral con disrupciones al piano, soluciones de rock de vanguardia y marejadas sobre las que se precipita un canto libre y flotante, nunca desbocado. Su música parece buscar cierta serenidad interior, pero la rodea la tiniebla, lejos del ‘muzak’ y más todavía de Eurovisión. Ahí confluyó con la invitada Magalí Sare, otra criatura tenuemente embrujada, con la que compartió ‘Aplauso dentro’ y una pieza de ella, ‘Insomni’. Y fue como si ambos intercambiaran confidencias, reconociéndose el uno al otro en torno a ese “món confús i misteriós”.